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El nuevo pensamiento único

Publie le Sábado 25 de junio de 2005 par Open-Publishing

De frente a la Presidencia Británica de Europa

Gran Bretaña asume el 1º de julio la presidencia de la Unión Europea. ¿Será, como él dice, la oportunidad de reformar la UE? ¿O es, como dicen sus enemigos, la entrada del alfil de EE.UU. en Europa?

Por Claudio Uriarte

“Pensamiento único” fue una expresión que acuñó el periodista hispano-francés Ignacio Ramonet para condenar lo que él y otros distinguidos economistas como el subcomandante Marcos llaman “neoliberalismo”, y que en realidad es simplemente pensar con los números en la cabeza. Pero ahora parece haber surgido un nuevo “pensamiento único”: en lugar de adjudicar al mercado una razón y un juicio universales y absolutos, se los adjudica a las ilusiones y a la simple pereza mental. Por eso se dice que la Europa que defiende Tony Blair (próximo a asumir la presidencia de la Unión Europea el 1º de julio) es la de “los mercados” y la de Francia y Alemania la “política y social”. En realidad, la Europa que defiende Blair es la que pudo y ahora no podrá existir tras el rechazo francés a la Constitución Europea, que legalizaba el libre flujo de personas, capitales y empresas entre los 25 países miembros; la que defienden Francia y Alemania, una Europa de sólo una Francia y una Alemania que se resisten a abandonar en pos del resto unos beneficios sociales que van a perder de todas maneras.

“¿Puede justificarse que la Unión Europea siga dedicando un 40 por ciento de su presupuesto a subsidiar su agricultura cuando este sector representa menos del 5 por ciento de la población de la UE?” Esta pregunta retórica de Douglas Alexander, ministro británico de Asuntos Europeos, difícilmente cosechó otra respuesta que las recriminaciones de Jacques Chirac, un presidente de Francia que necesita la inmunidad del cargo para no ir preso por múltiples cargos de corrupción, en el sentido de que Gran Bretaña frustró la cumbre de la semana pasada de la UE en Bruselas por negarse a ceder sobre el “cheque”, o reembolso, británico, hoy de unos 4000 millones de euros, que Margaret Thatcher había negociado exitosamente en 1982 como contrapartida de una Política Agraria Común que beneficia mayoritariamente a Francia. Gerhard Schroeder, un canciller alemán que parece próximo a perder el poder en septiembre, le hizo eco. Pero Angela Merkel, la cada vez más popular oponente conservadora de Schroeder, a la que algunos califican como “la nueva Dama de Hierro”, le dijo al canciller en un debate que no se trataba de culpar por todo al “cheque británico” y defender en contra una imaginaria “Europa social”. Ella debe saber: su país carga con una desocupación de más de cuatro millones de personas, o más del 10 por ciento de la fuerza laboral, inmutable desde que el socialdemócrata Schroeder asumió el poder prometiendo en primer lugar, y paradójicamente, rebajarla. (Al mismo tiempo, la presunta Gran Bretaña “neoliberal” o “norteamericana” tiene tasas de desempleo inferiores al 5 por ciento, una alta tasa de rotación de empleo y un bajo nivel de personas enroladas de modo indefinido en los subsidios por desocupación.)

Pero el nuevo “pensamiento único” contraataca, y afirma que Estados Unidos quiere penetrar en la sacrosanta fortaleza (¿social?) de la Europa del desempleo subsidiado. Blair sería su “alfil” en esa dirección. El primer ministro contraatacó exitosamente al presentarse esta semana en el Parlamento Europeo, definiéndose como “apasionadamente proeuropeo” y pidiendo reformas para que la Unión en su conjunto pueda surgir ante los verdaderos frentes de competencia que se le vienen encima, que no son otros que Asia y los mismos Estados Unidos. Esta declaración es difícilmente rebatible; tanto, que Blair, quien fue a hablar ante un foro que el día anterior había aplaudido una diatriba antibritánica del saliente presidente luxemburgués Jean-Claude Juncker, recibió aún más cerrados aplausos esta vez. ¿Carisma? Tal vez, pero sobre todo el dato cierto de que Blair es el político más proeuropeísta de una nación tradicionalmente antieuropeísta como Gran Bretaña. Pero, por lo demás, la “Europa social” que defienden los enemigos del “pensamiento único” es un modelo largamente agotado, donde un programador informático polaco puede viajar libremente a realizar su trabajo en países tan remotos como Malasia o Venezuela pero tiene problemas legales para hacer lo mismo en Francia y Bélgica, a dos horas de avión de Varsovia. Esa es la paradoja final.

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