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Psicosis o el regreso del Doctor Insólito

Publie le Domingo 14 de agosto de 2005 par Open-Publishing

Psicosis o el regreso del Doctor Insólito

Según la Agencia Internacional de la Energía Atómica, dependiente de la ONU, Irán no supone un peligro nuclear inminente y no hay pruebas de que posea armas atómicas. Estados Unidos, sin embargo, insiste en que usará la fuerza si los iraníes no abandonan su programa nuclear

Por Roberto Bardini
(Bambú Press)

El alemán Ulrich Gottstein, presidente de Médicos contra la Guerra Atómica, afirmó el 6 de agosto -en un acto de homenaje a las víctimas de la bomba nuclear en Hiroshima- que los miembros del gobierno de Estados Unidos padecen de “psicosis”. La administración de ese país, agregó, “le quiere enseñar al mundo que los ataques terroristas de los fundamentalistas se pueden derrotar con poder militar y una nueva estrategia atómica”.

La opinión de Gottstein sobre el gabinete de George W. Bush recuerda a Doctor Insólito o cómo aprendí a no preocuparme y a querer la bomba, película de Stanley Kubrick estrenada en 1964, en plena guerra fría. El film es una parodia acerca de lo peligroso que resulta la posesión de poder atómico en manos de un grupo de políticos y militares imbéciles. Casi al final, el azorado presidente Merkin Muffley le dice al general Jack Ripper, comandante de las fuerzas armadas, que es un “psicótico” por provocar una injustificada guerra nuclear con la Unión Soviética. El planeta será destruido por la locura del comandante, comenzando por Estados Unidos. Al escucharlo, el general Buck Turgidson -un mujeriego oportunista- asume una expresión de “bueno, el sistema también tiene sus fallas”.

Un crítico cinematográfico describió así a los personajes de Doctor Insólito: “Todos son incapaces, todos son dementes o psicóticos, y gobiernan al mundo. Hablar de vidas humanas para ellos es un número: los militares sólo piensan en ataque, en bajas, en destrucción. Todos están alienados de una u otra forma”.

La psicosis se define como una “obsesión enfermiza, constante y pertinaz”. Cuarenta años después, parece que Muffley, Ripper y Turgidson han regresado a Washington tan amenazantes como en aquella película en blanco y negro. El “peligro” no es ahora la Unión Soviética, sino Irán, como antes fueron Afganistán e Irak.

El 12 de agosto, el presidente George W. Bush declaró a la televisión israelí que “todas las opciones están en el tapete” si la diplomacia falla y los iraníes no suspenden su programa nuclear. El mandatario recordó, innecesariamente, que “hemos usado la fuerza en el pasado reciente para proteger a nuestro país”.

Tres días antes, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, había asegurado en conferencia de prensa que “armas procedentes de Irán, clara e inequívocamente, han sido encontradas en Irak”. Aunque no aportó pruebas, el jefe del Pentágono advirtió: “Es un problema para el gobierno iraquí. Es un problema para la fuerzas de la coalición. Es un problema para la comunidad internacional y, en última instancia, es un problema para Irán”. Israel también se sumó al coro sin mostrar evidencias.

Lo curioso es que según Mohammed El Baradei, director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), dependiente de la Organización de Naciones Unidas, Irán no supone un peligro nuclear inminente y no hay pruebas de que posea armas atómicas. El Baradei, un egipcio de 62 años que ocupa el cargo desde 1997, insiste que Irán le da un uso civil y pacífico a sus recursos nucleares, destinados fundamentalmente a generar electricidad.

En diciembre del año pasado, The Washington Post reveló que varias conversaciones telefónicas entre el director de la AIEA y diplomáticos iraníes fueron grabadas clandestinamente por el servicio secreto estadounidense. Según el periódico, la administración Bush considera que Baradei se comporta como alguien “demasiado blando y crédulo” frente a Irán e intentó, sin resultados, relevarlo de la agencia de energía atómica. Las escuchas, sin embargo, no demostraron mal comportamiento del funcionario.

El presidente electo de Irán, Mahmud Ahmadineyad, declaró en julio pasado que su país no busca fabricar armas nucleares, pero advirtió que no se someterá a la presión extranjera para abandonar su programa nuclear. “Odiamos las armas atómicas. Respetamos los tratados y acuerdos internacionales, pero no aceptaremos presiones ilógicas”, dijo. “Presenciamos injusticias en la arena mundial. Algunos se consideran los señores del mundo mientras disfrutan del mayor arsenal de armas de destrucción masiva”.

En su discurso en Hiroshima, el médico Ulrich Gottstein recordó que Albert Einstein escribió en 1931: “La técnica y la ciencia florecen para la perdición del hombre cuando faltan las fuerzas morales”. Esa carencia, además del exceso de psicosis, es lo que padecen los actuales sucesores de Muffley, Ripper y Turgidson.