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Lo que cabe en un año

Publie le Sábado 25 de diciembre de 2004 par Open-Publishing

Desafortunadamente, el 2004 será recordado como el año en que fue reelegido George Bush, y en que tampoco acabó la guerra de Iraq.

Por William Ospina


A PESAR DE SER EL AÑO en que fue encontrada agua en Marte, en que Canadá autorizó la cacería de trescientas cincuenta mil focas, en que Francia prohibió las expresiones públicas de la vida religiosa, en que treinta fanáticos secuestraron a mil personas en una escuela de Beslán, en Rusia, y, ayudados por la brutalidad del Estado, precipitaron la muerte de cuatrocientos niños, a pesar de ser el año de la aprobación de la Constitución Europea, el año de una nueva y devastadora plaga de langostas en África, y del robo del cuadro El grito, de Eduard Munch, desafortunadamente el 2004 será recordado como el año en que fue reelegido George Bush, y en que tampoco se acabó la guerra de Iraq.

El gobierno de los Estados Unidos logró la absolución de su aventura ilegal por parte del electorado, sin que eso signifique que los electores hayan sido absueltos por los enemigos, ni ambos por la humanidad. Después de 20 meses, la lucha de Bush es por sacar el asunto de las primeras páginas de los periódicos y de los primeros minutos de los noticieros, y la guerra que se iba a ganar en ocho días a ocho columnas se va convirtiendo en la noticia eterna de las últimas páginas.

Fue el año del arrasamiento de Faluya por la fuerza desmedida de la coalición, episodio que compararon con la batalla de Stalingrado, dado su avance calle por calle y casa por casa; el año de la pugnacidad de la resistencia sunnita y chiíta; del esfuerzo maquiavélico de los invasores, y de sus aliados en los medios, por hacer desaparecer la más importante de las cifras: cien mil muertos iraquíes, civiles en su mayoría.

A comienzos del año, el ojo de la guerra se movió hacia España, donde los sangrientos atentados de la estación de Atocha precipitaron la caída del gobierno de Aznar y el retorno al poder de los socialistas. Vino enseguida la retirada de las tropas españolas de la coalición, y tras ellas de otros aliados arrepentidos: Honduras, República Dominicana y Filipinas. Los Estados Unidos cifran hoy su esperanza en las anunciadas elecciones de finales de enero que brinden una ilusión de democracia verosímil para los medios, pero no podrán abandonar Iraq mientras no cuenten con un ejército iraquí suficientemente confiable, y hasta ahora no lo encuentran. Tal vez por eso están procurando reclutar por el mundo mercenarios que les permitan mantener la invasión sin arriesgar demasiado las vidas de sus marines, en un conflicto desprestigiado que se seguirá deteriorando día tras día.

EL 2004 VIO CONTINUAR el ascenso de China como nueva superpotencia planetaria. La llegada de la producción mundial de acero a la cifra histórica de mil millones de toneladas, y el hecho de que la producción china alcance una cuarta parte de ese total, es muy diciente: equivale con normalidad a la cuarta parte de la población mundial que China representa. Este auge del acero habla del auge de la construcción, de la industria bélica y de la producción de vehículos a nivel global. Hay que considerar tres hechos importantes para la América Latina: la participación de China en la Cumbre de Países de la Cuenca del Pacífico en Chile, la importancia del mercado chino en la notable recuperación económica de Argentina, cuya soya los chinos consumen sin tregua, y la visita del nuevo presidente chino Hun Jin Tao a Cuba, donde Fidel Castro, empeñado en recuperarse de la fractura de la rótula, de la ruptura con Europa y de la mala atmósfera que le trajo la prisión de los disidentes, firmó con él varios acuerdos. Acaso sea ese espaldarazo de la nueva potencia lo que ha animado a Cuba no sólo a sacar de circulación el dólar norteamericano en favor de divisas más amigas como el euro y el dólar canadiense, sino a emprender las mayores prácticas militares de su historia, poniendo en acción a 400.000 hombres, para desanimar con un alarde de disciplina y compromiso cualquier tentación invasora de Bush, quien ya se ha visto a gatas para someter a Iraq, un país mucho menos cohesionado socialmente.

COLOMBIA VIO MORIR AL POETA FERNANDO CHARRY LARA, A MANUEL ZAPATA OLIVELLA, A GRAU, RODA Y RAMÍREZ VILLAMIZAR...

Desde las alarmas del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) en las granjas de Oriente a comienzos del año, hasta la identificación por parte de científicos chinos del virus del pollo en cerdos, este mes de diciembre, la amenaza de una epidemia de gripa aviar sigue suspendida como una nube sobre un mundo cuya proliferación de ciudades de varios millones de habitantes es evidencia de una dramática fragilidad. También las alteraciones del clima siguen compitiendo con la industria bélica en su peligrosidad para la especie: desde el paso de tres huracanes mortíferos por islas del Caribe y por las costas de la Florida, que dejaron casi 1.500 muertos, hasta las fatídicas lluvias filipinas y el largo invierno colombiano, la bomba climática sigue activándose ante la indiferencia de los mismos poderes que contaminan, que deforestan el planeta, que trafican con armas y que, afirmando combatirlo, estimulan el terror.

LA MUERTE DE CHARLES SWEENEY pasó casi inadvertida a pesar de ser el símbolo de una ironía del mundo: porque podemos entender que un presidente como Ronald Reagan muera a los 93 años sin recordar qué significa la palabra "guerra" ni la palabra "galaxias", o que Marlon Brando finalmente vea desaparecer el mundo al que tanto amó, a la luz de los atardeceres de Polinesia, pero no que el piloto que arrojó la bomba atómica sobre Nagasaki muera plácidamente en su cama a los 84 años. También se fueron el filósofo italiano Norberto Bobbio, el legendario músico Ray Charles, el longevo industrial James Rockefeller, el malogrado superhombre Christopher Reeve, el sutil deconstructor de discursos Jacques Derrida, el versátil Peter Ustinov, el aguerrido, abominado e idolatrado Yasser Arafat, la antigua niña terrible Françoise Sagan, y el mayor poeta de Europa, el inspirado y profundo Czeslaw Milosz. También en Colombia vimos morir a dos generosos escritores, el poeta Fernando Charry Lara y el combativo, elocuente y amoroso Manuel Zapata Olivella, igual que a tres grandes artistas de una misma generación: el hedónico Enrique Grau, el poderoso y sereno Juan Antonio Roda, y el austero y armonioso escultor Eduardo Ramírez Villamizar.

AMÉRICA LATINA SIGUIÓ VIENDO la consolidación de gobiernos innovadores y autónomos, indóciles ante las presiones del cada vez más desembozado intervencionismo de Estados Unidos. Desde los prudentes gobiernos de Lula y de Kitchner, pasando por los desafiantes de Castro y de Chávez, hasta la ecuanimidad de Lago, el equilibrio de Meza y la promesa renovadora de Tabaré Vázquez en Uruguay, es evidente que mientras Bush trata de imponer su dominio en tierras distantes, va perdiendo influencia en el vecindario latinoamericano. Podría no estar muy lejos la irrupción de una alternativa distinta en México, y hasta un inesperado repunte de la oposición democrática en Colombia. El año 2004, que ha visto el triunfo de Rodríguez Zapatero, la recuperación argentina, el afianzamiento de Chávez, la resistencia de Toledo en la cuerda floja, la posible muerte de Carlos Castaño, la extradición de Gilberto Rodríguez Orejuela, la caída de Fidel Castro, parece demostrarnos que en este mundo nada es imposible.

Dos hechos marcaron la vida colombiana: el interminable debate sobre la reelección del presidente Uribe, afortunadamente resuelto con su aprobación, para que sean las urnas las que decidan y no los expertos, y el proceso tortuoso, a veces tenebroso, siempre dudoso, de desmovilización de las autodefensas. Hay quien dice que las tierras arrebatadas a los campesinos en esta guerra despiadada ascienden a cuatro millones de hectáreas, y casualmente el número de campesinos desplazados parece ascender también a la misma cifra de cuatro millones. Sería de esperar que el resultado natural de la desmovilización de las Autodefensas y del repliegue de las Farc ante la arremetida de las fuerzas del Estado, fuera el retorno de esos cuatro millones de desplazados a sus cuatro millones de hectáreas. Sólo así podríamos hablar, no del fin de la guerra, sino del comienzo de la paz.

... LAS ALTERACIONES DEL CLIMA SIGUEN COMPITIENDO CON LA INDUSTRIA BÉLICA EN SU PELIGROSIDAD PARA LA ESPECIE...