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Desaparece el poblado zapatista Che Guevara tras el paso del ciclón Stan

Publie le Martes 25 de octubre de 2005 par Open-Publishing

Isabela, base de apoyo del EZLN, murió sepultada; es el único deceso confirmado

por HERMANN BELLINGHAUSEN Y GLORIA MUÑOZ RAMIREZ

Poblado Che Guevara, Chis., 22 de octubre. Isabela, base de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), murió sepultada por el ciclón Stan. Es, hasta el momento, la única muerte zapatista confirmada, pero aún no se ha podido llegar a todas las comunidades autónomas afectadas.

"No alcanzamos a sacarla. Ella estaba muy enferma y no podía caminar, entonces se vino el agua y la tierra, y ahí quedó enterrada en el dormitorio de los promotores de educación, quienes estaban en curso en esos días", relata José, uno de los 48 zapatistas damnificados que ahora se albergan en una pequeña casa de adobe ubicada en el poblado Belisario Domínguez, municipio autónomo Tierra y Libertad, en la región Sierra.

De este pequeño poblado zapatista ya no queda nada. La otrora finca La Paz, recuperada por los zapatistas de esta región costera el 8 de julio de 2002, está ahora bajo escombros. Sólo se aprecian los techos de las bodegas de café, de "la granja de los marranos", el cual era un proyecto colectivo de reciente creación, y de las casas de las ocho familias que se han quedado sin nada, literalmente.

"Salimos con lo que traíamos puesto; hasta los zapatos se nos quedaron en el camino. Todo perdimos", dice Olga, y luego Dolores continúa el relato: "Desde mi casa vi como se derrumbaba todo. Yo estaba haciendo el desayuno para mis hijos, pensaba que me daría tiempo, y en eso empezó a derrumbarse un cuarto y entonces salimos corriendo".

Las bases de apoyo zapatistas de la Sierra, mestizas en su mayoría, son poco conocidas en el exterior. Resulta raro observar la presencia rebelde en lugares poco habituales, casi urbanos. Es, sin duda, otra región y una historia distinta a la de los zapatistas de la selva, el norte o los altos.

Roberto continúa deshilvanando la pesadilla: "Lo más duro empezó como a las ocho de la noche. A esa hora nos reunimos todos con los promotores que estaban en su curso. Primero nos metimos todos a la cocina, luego nos fuimos más arriba, por el filo de la loma, y ahí nos defendimos como 10 minutos. Y luego más adentro, rompiendo acahuales, llegamos hasta donde nos recibió un hombre que es priísta, que nos trató muy bien y nos dio comida y ropa".

Pasaron seis largos días antes de bajar del monte. "Ahora sí ya se murió la indiada. Se acabaron los zapatistas", comentaba la gente de Belisario Domínguez y de Unión Villa Flores, de mayoría priísta, al observar el pueblo Che Guevara totalmente sepultado.

La siguiente parada fue la iglesia de Belisario Domínguez, y ahí su condición de zapatistas los obligó a salir, pues los damnificados del PRI se quejaron de que debido a su presencia no estaban llegando las despensas. "Pero la verdad es que no estaba llegando nada para nadie, sólo es que de por sí nos querían sacar", asegura Guadalupe.

Los zapatistas salieron de la parroquia y se fueron a una casa ofrecida por uno de sus familiares. Es ahí donde duermen ahora, hombro con hombro, pues el espacio es muy reducido. Ha empezado a llegar el apoyo de la junta de buen gobierno (maseca, aceite, un poco de medicina, arroz, frijol, etcétera), pero no es suficiente.

"Lo que más urge -dicen- es hacer una hamaca para poder regresar al pueblo, construir una galera para dormir y empezar a organizar el corte de café, pero no tenemos donde secarlo ni despulpadora". Ahora, explican, en lugar de los patios para el secado, se usarán los techos que puedan servir.

"¿Ahora dónde estamos seguros? Ya no hay dónde", señala Fernando, convencido, como los demás, de que no volverán a construir en el mismo sitio. "Se buscará un lugar nuevo, quizás más arriba del cerro. No sabemos bien", dice.

"Al cafetal se lo llevó el agüita"

"Aquí vivía yo", señala al suelo Macario, sentándose sobre una gran roca, en un erial, entre el río Belisario Domínguez y el terraplén que hasta hace poco fue la carretera Comalapa-Huixtla. Estamos en el pueblo Unión Villaflores, en la ribera opuesta de donde estuvo el pequeño poblado Che Guevara. Macario, maya mam, vive en este lado del río y también es zapatista del municipio autónomo Tierra y Libertad.

La devastación en estas comunidades y la vecina Belisario Domínguez es casi total, como sucede a lo largo del trayecto desde Mazapa de Madero hasta Tapachula y la costa chiapaneca. A juzgar por los alambres desgarrados de la única y maltrecha hamaca que queda en la zona y permite hoy cruzar el río, la crecida debió alcanzar más de ocho metros desde su actual nivel, por donde corre ya esbelto aunque muy veloz hasta el océano Pacífico, cambiando varias veces de nombre, "según donde vaya": río Negro, o Huixtla, por ejemplo. Con las aguas del ciclón Stan se fueron vacas, gallinas, cementerios, cultivos, millares de árboles, laderas, caminos, puentes.

Frente a nosotros se observa lo que queda de Che Guevara. Sólo un playón en el que sobresalen entre rocas y arenas, techos de casas casi totalmente sepultadas. Permanece en pie, con un gran boquete en una esquina y la mitad volando sobre la ribera, el aula del centro de promotores del municipio autónomo.

Posteriormente, tras cruzar el río, un muchacho del poblado comenta: "Esa que se ve allí es Fabiola, la única sobreviviente de los animales". Señala a una burra atada a la sombra de un girón de cobertizo, donde guardaban sus herramientas y máquinas. "Se corrió al monte junto con nosotros, ella sola". La bestia acompañó a los campesinos la noche del 4 de octubre, cuando alcanzaron a subir el empinado cerro.

"Fue una cosa de pocos minutos", agrega. "Previniendo el río, no vimos el cerro que cayó de repente. El agua y la tierra llegaron por todos lados. Todos, menos la compañera Isabela, alcanzaron a salir". Como no dejaba de llover y el cerro seguía cayéndose, la gente escaló hasta la cima, que se desgarró y casi se los lleva a todos.

Poco antes, Felipe había dicho: "Aquí, donde vamos caminando era un cafetal. Se lo llevó el agüita". Una vez más se trata de un gran erial, una playa de arena y cantos rodados de todos tamaños. Al recorrer lo que fueron los patios del pueblo, basta flexionar un poco la rodilla para alcanzar los techos de las casas que no quedaron enteramente bajo tierra.

Los zapatistas no aceptan nada del gobierno, pero los que sí lo hacen han recibido muy poco, comentan los autónomos. La verdad, no se nota mucha presencia gubernamental en Belisario y Unión Villaflores. "Primero les trajeron despensas, un kilo de arroz, otro de frijol, un litro de aceite. Ahora ya ni eso. El gobierno puso una cocina ’para los que tengan hambre’, pero en realidad todos se están ayudando solos".

La maquinaria de las constructoras privadas ha ido abriendo paso en la devastada carretera, pero no se ve que los poblados salgan de los escombros. Los hombres cortan troncos atravesados con motosierras, o retiran la tierra que semicubre algunas casas de Unión y Belisario, y las mujeres limpian suelos y patios cuando es posible. Aunque no se le llame oficialmente así, esta es una zona de desastre. "Vinieron los soldados un día para hacer labor social y se fueron sin ayudar a la gente en sus trabajos", dice Felipe. Hoy permanece un destacamento militar en Belisario Domínguez, vigilando nada más. Los soldados toman fotos de los visitantes como única actividad evidente.

"Estamos en punto cero", comenta al final un hombre mayor, y advierte: "Cuando las cosas quieren afectar no da tiempo. Hay que tener cuidado con la naturaleza".

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