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Al rescate del tiempo perdido

Publie le Jueves 30 de diciembre de 2004 par Open-Publishing

Por Roberto Molina

Grandes inquietudes y algunas satisfacciones caracterizan los resultados de la X Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (COP 10), que cerró sus puertas en Argentina el 17 de diciembre.

Unos seis mil delegados y representantes de casi la totalidad de los 189 estados partes de la convención, sectores empresariales, organizaciones no gubernamentales y activistas de la sociedad civil involucrados en el tema debatieron sobre este preocupante fenómeno.

Tras más de dos siglos de desarrollo industrial, en los cuales los países desarrollados usaron sin costo un bien común global en forma de subsidios ambientales implícitos -como justamente afirmara ante el foro el presidente argentino, Néstor Kirchner- las consecuencias son un hecho.

Ya nadie -sea científico, empresario industrial o agrícola o simple observador del entorno- duda de que las emisiones por diversas vías de gases de efecto invernadero (GEI) son la causa del calentamiento de la Tierra.

Por eso, el principal objetivo de la COP 10 radicó en lograr la estabilidad de la presencia de esos gases en la atmósfera, como el único camino para rescatar el tiempo perdido y, con ello, la vida.

Si bien se apreció en las discusiones una disposición casi general en esa dirección, con un énfasis especial de los países en desarrollo, aparecieron obstáculos que no pudieron ser superados del todo en esta edición anual de la Conferencia de las Partes.

Las objeciones que impidieron un avance expedito provinieron nuevamente de Estados Unidos, abanderado de un grupo de países que no desean ceder un ápice de los privilegios de que gozan y de los recursos que dilapidan, fuente principal del cambio climático.

Siendo el emisor del 25 por ciento de dióxido de carbono (CO2) - casi lo mismo que la Unión Europea (UE) ampliada, con el 27,7- la primera potencia económica y militar del planeta se negó a ratificar el Protocolo de Kyoto (PK).

Ese documento estipula una regulación simple: entre el 2008 y el 2012 se deben reducir los niveles de emisión a los de 1990, mientras los países industrializados debían restringirlas en un cinco por ciento por debajo de ese indicador.

En lenguaje arrogante, la delegación norteamericana hizo saber que no sólo rechaza el PK, sino que tampoco se adherirá al proceso post 2012 que se trató de pautar al menos en este foro de Buenos Aires.

Al mismo tiempo, lo que es aún más grave, como poseedor de las llaves de los recursos financieros que circulan por el mundo, pretende dominar directa o indirectamente los diversos fondos creados para el cambio climático, aplicarlos a contrapelo de las directivas de las COP y hacerlo de manera selectiva.

Otras de las interferencias de Washington y sus seguidores -pocos, es verdad, pero algunos muy poderosos como Arabia Saudita y Australia- están en el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), que consiste en que los estados del Anexo I (desarrollados) puedan comprar emisiones procedentes de proyectos en países en desarrollo y acreditarlas para cumplir con sus metas.

La denuncia más frecuente escuchada en Buenos Aires es que se está convirtiendo en un vulgar procedimiento comercial y no está promoviendo la transferencia de tecnología limpia para el avance de una economía sustentable en los receptores.

No obstante todos esos grandes temas sin solución a la vista, la COP 10 tiene razones para satisfacciones.

En diez años desde la entrada en vigor de la Convención Marco muchos son los progresos en el establecimiento de normas, acuerdos y compromisos globales en la esfera del cambio climático y se registran significativos logros en la comprensión del problema.

El otro motivo de alegría -muy menguado por la política obstruccionista de Washington-, fue la ratificación del PK por Rusia en noviembre pasado, lo cual fue jubilosamente aplaudido en el Foro.

De esa manera, el documento entrará en vigor en febrero próximo y se reanudaron las esperanzas de conseguir suficientes avances para aplicarlo a partir del 2008 como primer paso.

La COP 10 en Buenos Aires ratificó con más fuerza que nunca que el papel principal en la reducción de los GEI le corresponde a los países ricos, quienes deben despojarse aunque sea de una ínfima parte de su bienestar, logrado a costa del resto del mundo.