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Drogas: el incendio y el martillo

Publie le Lunes 20 de marzo de 2006 par Open-Publishing
2 comentarios

Por Roberto Bardini
(Bambú Press)

El Departamento de Estado norteamericano publicó el primero de marzo su Reporte Internacional de Control de Narcóticos 2006. Son dos voluminosos tomos y en Washington se le considera “una enciclopedia del combate mundial al narcotráfico”. Esta edición contiene un par de sorpresas.

El gobierno estadounidense, por ejemplo, felicitó a Colombia por su lucha contra las drogas. Lo menos que se puede decir es “¡caramba!”. Ese país está colocado en el primer lugar de producción de cocaína y elabora el 90 por ciento que ingresa a Estados Unidos.

Casualmente, hace pocos días se anunció que -tras 22 meses de negociaciones, iniciadas en mayo de 2004 en Cartagena de Indias- a partir del primero de enero de 2007 entrará en vigor un Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado por Colombia y Estados Unidos. Quizá sea una casualidad, nomás.

Otro ejemplo: Perú y Bolivia, que ocupan el segundo y tercer lugar en el Reporte Internacional, recibieron en cambio una andanada de críticas. Anne Patterson, secretaria para Control Internacional de Narcóticos, señaló que Estados Unidos está preocupado por “la incapacidad del nuevo presidente de Bolivia de articular un discurso coherente sobre si permitirá o no que continúe la erradicación y la asistencia antidrogas estadounidense”.

Una sorpresa final: el extenso informe no dedica una sola línea a Estados Unidos, que es el principal consumidor mundial de drogas.

Cuando el primero de julio de 1973 se creó la Drug Enforcement Administration (DEA) por iniciativa del presidente republicano Richard Nixon, muchos escépticos bromearon acerca de que esas siglas querían decir Don’t Expect Anything (“No esperen nada”).

El año anterior a la creación de la DEA, curiosamente, el hijo de un notorio republicano de Texas había sido arrestado por posesión de cocaína: tenía 26 años y su padre -que había sido senador y representante en la ONU- era presidente del Comité Nacional del partido en el poder. El muchacho se llamaba George Walker Bush.

“Lo apodaban “El Descarado” y era un asno, mentiroso y desubicado. Asiduo consumidor de marihuana y todo tipo de droga [...], Georgie (como también le decían) no tenía la menor curiosidad intelectual por ningún tema, no le interesaban los libros, las ideas o las causas. No viajaba, no leía los periódicos, no veía los informativos, no iba ni al cine”, escribe Kitty Kelley en La Familia: la verdadera historia de la dinastía Bush, libro de 600 páginas publicado en 2004.

Kelley cita declaraciones de Sharon Smith -ex cuñada del actual mandatario, divorciada de Neil Bush- en las que afirma que el ahora responsable de la Casa Blanca consumía cocaína en la residencia de Camp David cuando su padre, George Herbert Bush, fue presidente de 1989 a 1993.

Ya en 1999, el escritor James H. Hatfield había publicado su premonitorio Hijo afortunado: George W. Bush y la creación de un presidente estadounidense, donde señala que Bush Jr. fue arrestado en 1972 por posesión de cocaína, pero que el expediente judicial fue eliminado por presión de su familia. El primogénito, afirma Hatfield, realizó un año de trabajos comunitarios en un centro de Houston a cambio de que desapareciera la “mancha”.

No cabe duda de que George W. Bush representa al ciudadano medio. De acuerdo con datos de organismos internacionales e instituciones vinculadas a la salud mundial, el 70 por ciento de los 290 millones de estadounidenses ha consumido o es adicto a alguna droga ilícita.

Según un informe del Overseas Development Council (ODC) de fines de los años 80, alrededor de 18 millones de norteamericanos fumaban habitualmente marihuana, cinco millones consumían cocaína y medio millón era dependiente de la heroína. Entre 1981 y 1986 el número de muertos vinculados al tráfico de drogas se duplicó y la cantidad de personas hospitalizadas a causa de estupefacientes se triplicó. Son datos viejos pero fidedignos, quizá más creíbles que el Reporte Internacional de Control de Narcóticos 2006.

Al momento de redactar estas líneas, se calcula que en Estados Unidos existen más de 25 millones de personas adictas a las drogas, en cualquiera de sus muchas variantes: marihuana, cocaína, crack (cocaína-base que se inhala en una pipa), heroína, metanfetamina (conocida como “ice”), haschís y sus respectivas combinaciones.

Oliver Ravell, subdirector ejecutivo del Federal Bureau of Investigations (FBI) durante el primer gobierno de William Clinton, presentó en su momento un pormenorizado informe que, en conclusión, puntualizaba: más de 25 millones de norteamericanos habían probado cocaína, seis millones la consumían una vez al mes como mínimo, tres millones eran dependientes y 5 mil nuevos adictos se agregaban cada día.

En 48 estados de la Unión Americana se cultiva marihuana (en 11 de ellos, legalmente), cuya producción generó en 1984 ganancias por más de 16 mil millones de dólares, cifra apenas superada por la tradicional cosecha de maíz. Al año siguiente, la cosecha del narcótico representó 18 mil millones de dólares, con lo cual se colocó por encima del grano.

Según el teniente de policía Jim Nemec, del laboratorio criminológico de Chicago, “el 80 por ciento del papel moneda que circula en Estados Unidos contiene residuos de cocaína”. Este hecho se dio a conocer en un simposio sobre drogas realizado por el FBI en 1987. “En Florida, a cualquier dinero que se encuentre en circulación, en caso de ser analizado, se le hallarían residuos de droga”, le dijo Nemec a Connie Fletcher, autora de ¿Qué sabe la policía?, recopilación de testimonios divulgada en 1991.

En 1988 la reportera Elaine Shannon, de la revista Time, publicó el libro Desperados, sobre la DEA. La periodista cita al senador republicano Alphonse D’Amato, de Nueva York, quien resume la contradicción que encierra la lucha contra las drogas en Estados Unidos: “Tenemos un gobierno que descubrió fuego en su cabeza y está intentando apagarlo con un martillo”.

Mensajes

  • Felicitaciones¡¡¡¡
    Articulos como este, nos hacen entender la gravedad del tema, espero leer articulos sobre el tema relacionados especialmemte con mi Pais, Ecuador, uno de los paises mas corruptos del mundo.

    Ruben Armas Grijalva

  • porque la drug enforcement adminstracion no confisca todos los alijos de droga en un plan antidroga y asi la sociedad estaria mejor concienciada con que es perjudicial para su salud y el consumo seria menor en las calles yen la sociedad y los capos de la droga en planes de rehabilitacion .