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Resistencia agroecológica a la globalización de la agricultura y la alimentación

Publie le Martes 18 de enero de 2005 par Open-Publishing

Por Pilar Galindo
El Viejo Topo

Globalización de la agricultura y la alimentación. La OMC, el ALCA y la PAC La economía moderna no produce los bienes y servicios que necesita la población, sino las mercancías que generan beneficios. Subordina a la lógica mercantil las necesidades humanas básicas, incluida la alimentación y, para ser atendidas por la economía, deben expresarse bajo la forma precio. A partir de aquí, la lógica de la vida queda supeditada a la lógica del mercado.
Antes de producir riqueza, el capitalismo necesita producir hambre y desprotección social, para empujar a los individuos a acudir "libremente" al mercado de trabajo. [2] A su vez, la producción de riqueza social en el capitalismo, necesita convertir los trabajos en trabajo asalariado, única mercancía capaz de producir plusvalor. Una vez que las personas han perdido sus medios de producción y sus redes sociales de reciprocidad, se ven impelidas a buscar un trabajo asalariado (empleo), que les proporcione recursos monetarios para adquirir en el mercado las mercancías que satisfarán sus necesidades.

La expansión de la lógica del beneficio en la alimentación exige reducir el trabajo necesario en la agricultura. Para ello, incorpora los métodos de la producción industrial a gran escala en la producción de alimentos, porque con ello consigue aumentar la productividad del trabajo agrario mediante la especialización productiva y la incorporación masiva de tecnología. Esta dinámica coloca en el puesto de mando a la competitividad y el beneficio económico, desconsiderando todos los límites ecológicos, territoriales, humanos, sociales y culturales. La concentración creciente de la población en las ciudades y la expansión del modo de vida urbano (aunque se viva en el campo), están impulsadas por una lógica económica que fuerza a la población a abandonar las zonas rurales, a contratarse como asalariada y a depender del mercado para vender su fuerza de trabajo y comprar sus medios de subsistencia. Aunque la finalidad natural de los alimentos sea satisfacer una necesidad humana básica, también deben comportarse como una mercancía. Sólo son producidos en la medida en que generan beneficios para el capital. La globalización es la extensión y la consolidación del modo de producción capitalista, que no es sólo un modo de producción económico sino también social, es decir, político, cultural y psíquico. [3]
A partir de la II Guerra mundial se acelera la modernización capitalista de la agricultura y la alimentación. Este proceso se despliega, tanto en Europa como en EEUU, aunque en este último lo hace una década antes. Su extensión a escala planetaria, se inicia en los años setenta, a partir de lo que se conoce como la Revolución Verde [4] . Los rasgos de este modelo de producción, distribución y consumo de alimentos son: 1) la colocación de la eficiencia económica y la competitividad como la finalidad básica de la producción de alimentos; 2) la importación a la agricultura del paradigma productivista de la industria, el aumento constante de la escala de la producción y la orientación hacia la exportación; 3) el cambio cultural de la figura del campesino que produce alimentos sanos para las personas, al empresario agrícola que triunfa enriqueciéndose; 4) el empleo intenso de tecnología: maquinaria, irrigación, semillas híbridas, fertilización y lucha contra las plagas y enfermedades mediante productos químicos, etc.; 5) la desconsideración, por ineficientes, de las formas tradicionales de la agricultura de cada territorio, junto con los conocimientos asociados de manejo de suelos, agua, semillas, cultivos, etc.

Todos los problemas que pretendía resolver el modelo agroalimentario global se han agravado. La desnutrición no se reduce, pero sí aumenta la malnutrición y la contaminación del agua, la tierra y el aire [5] . Las tecnologías aplicadas por la modernización agro-ganadera, especialmente la ingeniería genética, producen una mayor dependencia económica y tecnológica de los campesinos, principalmente en los países empobrecidos [6] .
A pesar de sus consecuencias catastróficas, no se pone fin a este modelo porque es el más eficiente para generar beneficios económicos. La Revolución Verde es una de las principales causas del aumento de la deuda exterior de los países empobrecidos. Para pagar los intereses de esa deuda, los Gobiernos se ven obligados a producir industrialmente cultivos de exportación demandados por los países ricos y, simultáneamente, a importar alimentos básicos para su población o incluso recurrir a la ayuda alimentaria que sirve a los países ricos, a su vez, para dar salida a sus excedentes agrícolas [7] .
La mercantilización alimentaria a nivel mundial ha demostrado su incapacidad para proteger la seguridad alimentaria. Por el contrario, su despliegue aumenta la inseguridad en todo el planeta. Sus consecuencias y contradicciones son cada vez más evidentes: a) desnutrición, obesidad, y enfermedades achacables a la alimentación, es decir, hambre y comida basura; b) medicalización por falta de alimentos o por exceso; c) despoblamiento en el campo y hacinamiento en las ciudades; d) desarraigo, emigración, exclusión y nueva esclavitud en países del centro y de la periferia; e) destrucción ecológica, pérdida de suelo fértil y de biodiversidad agrícola, catástrofes “naturales” recurrentes, contaminación de aguas, suelos y atmósfera; f) intoxicación y envenenamiento de especies, enfermedades y trastornos hormonales derivados del uso de plaguicidas; g) riesgo de epidemias humanas activadas por la transferencia genética de enfermedades animales (gripe del pollo); h) riesgos de difícil evaluación futura por el uso imparable de OMGs [8] .

Es decir, se multiplican las consecuencias negativas sobre la salud de los seres vivos y el ecosistema. Este modelo alimentario se desentiende, tanto de las necesidades sociales y ecológicas, como de sus consecuencias actuales y futuras. Crece en abierta oposición a los derechos de la población a una alimentación suficiente, saludable y nutritiva, a una vida digna de los/as campesinos/as en su propia tierra y a su cultura tradicional. Lo único importante es que no se interrumpa el ciclo de producción y circulación de las mercancías, que no cese la producción de plusvalor. Se subordinan o quedan subsumidos a esta lógica, los tiempos de la naturaleza, el patrimonio biogenético, los ciclos ecológicos, el principio de precaución, los derechos humanos (derecho a la vida y a la salud), y en particular, la seguridad y soberanía alimentarias.
La OMC, el ALCA y la PAC [9]

La “Ronda del Desarrollo” de la OMC que se inició en Doha (nov. 2001) tras el fracaso de Seattle (Dic/1999), prometía reactivarse en la V Reunión Interministerial de Cancún (10-14/sep./2003), profundizando la orientación neoliberal que inició la Ronda de Uruguay, última Ronda del antecesor de la OMC, el GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio). En Cancún, tanto EEUU como la UE esperaban un avance en la liberalización del comercio mundial. El cálculo se basaba en presuponer que los países pobres tuvieran un mayor interés en mejorar su acceso a los mercados internacionales mediante un acuerdo multilateral de liberalización del comercio, en lugar de acuerdos bilaterales o regionales promovidos por EEUU. Aunque, de hecho, los acuerdos multilaterales legalizan e institucionalizan la dependencia de los países pobres, obtenida en acuerdos bilaterales previos.

En la estrategia de los países ricos en Cancún no estaba prevista una coalición entre los países medianos y pequeños. Pero el G-20, impulsado por Brasil y Argentina e integrado por las economías más débiles se convirtió, contra todo pronóstico, en el bloque opositor frente a Washington-Bruselas. Esta coalición modificó la agenda, al supeditar la reducción de aranceles sobre las mercancías no agrarias a la eliminación de los subsidios a la exportación y las ayudas internas a la agricultura. El G-20 impidió finalmente que la UE, pero también EEUU y Japón, introdujeran entre los compromisos dos elementos letales para las economías más débiles: la protección a las inversiones (libre acceso de las inversiones extranjeras) y garantías a la libre competencia en los mercados (es decir, impedir la protección de la actividad local frente a las multinacionales). Los países pobres prefirieron renunciar a lo conseguido en agricultura, a exponer sus economías, sin protección, al capital internacional.

Pero el fracaso de Cancún sólo ha supuesto un aplazamiento de la Ronda del Desarrollo. Casi un año después, a comienzos de agosto de 2004 y en la sede de la OMC en Ginebra, se llegó a un acuerdo para el desbloqueo de la liberalización del comercio, dando así continuidad a la Ronda del Desarrollo que pretende concluir satisfactoriamente en Hong Kong en julio de 2005. Dicho acuerdo en materia agrícola consiste en: a) la reducción en un 20% de los subsidios agrarios el primer año de su entrada en vigor, con mayor incidencia en los productos más subvencionados; b) la rebaja de las tasas de importación de mercancías agrarias, con mayor incidencia en los productos más protegidos. EEUU, la UE y Japón hay acordado esta transacción porque, a cambio, los países alienados en el G-20, asumen: c) la reducción de aranceles de importación en productos industriales y d) la entrada en el sector servicios de empresas y capitales extranjeros. Es decir, se ha acordado lo que no se pudo hacer en Cancún, con el consentimiento de los mismos que lideraron el bloqueo a dicho acuerdo. Sólo el G-90, los países más pobres del mundo, se quejaban por haber quedado excluidos. [10]
La alianza del G-20 podría haber sido un medio para frenar el despliegue del libre comercio. Pero su estrategia se ha limitado a la defensa de intereses compartidos y no a la reclamación de políticas específicas que partan de la realidad de cada país para proteger del hambre y las privaciones a su propia población y mantener a sus propios campesinos, defendiendo su derecho a ejercer la soberanía alimentaria. No impugna la doctrina política de la OMC, apoyada también por prestigiosas ONGs para el desarrollo y por la izquierda capitalista [11] que consideran a la liberalización del comercio como el único camino para el desarrollo de los países pobres, la seguridad alimentaria de su población y para alcanzar el nivel de consumo medio de los países desarrollados.
Considerar que haciendo más justas las reglas del comercio internacional y eliminando las subvenciones a la agricultura doméstica, se restablece el equilibrio y a partir de ahí, es posible que los productos del Sur puedan “competir” en los mercados del Norte, es quedarse en la superficie del problema. Es situar el problema únicamente en la circulación, el comercio. La dependencia de los países poco desarrollados no se debe tanto a las subvenciones que reciben los agricultores de los países ricos como a un modelo de agricultura y alimentación industrializada y productivista, orientada a la exportación. Al pedir la eliminación de esas subvenciones, los países pobres no ponen en cuestión su participación en el mismo modelo alimentario que, si en los países ricos, es causante de la inseguridad alimentaria por la comida basura, en su propio país es causante de los monocultivos, el hambre, el subdesarrollo y la perpetua dependencia. Lo que podrán conseguir los países pobres y, especialmente, los llamados “emergentes” con este acuerdo es, tan sólo, que sus propios capitales puedan competir en los mercados internacionales desde una posición más favorable, a costa incluso, de la seguridad alimentaria de su propia población, de la expulsión del agro de sus propios campesinos y del hambre y la muerte de sus propios niñ@s, como ocurre en Argentina con el milagro de la soja transgénica [12] . Se restablecería una mejor competencia de los capitales y la guerra entre ellos no sería tan desfavorable para los países del Sur. Pero la participación de los países más débiles en los mercados es a costa de su producción tradicional, comercio local, recursos naturales y soberanía alimentaria.

En la Cumbre de las Américas de 1994 los gobiernos de los países americanos decidieron establecer un Área de Libre Comercio de las Américas. Durante la década de los noventa se habían creado las condiciones a través de las reformas del mercado, de un aumento significativo del comercio de bienes y servicios y de las inversiones extranjeras en América Latina y Caribe, facilitadas por acuerdos bilaterales de libre comercio. Estados Unidos y la Unión Europea se veían favorecidos por la penetración de sus productos, servicios y capitales a precios competitivos. Aunque las burguesías nacionales estaban de acuerdo, la consecuencia inevitable fue la caída de las industrias nacionales que desencadenaron recesiones económicas. Despidos masivos por privatizaciones, encarecimiento de los servicios públicos básicos (el agua potable en Bolivia) a precios prohibitivos para los pobres. El impacto sobre la población campesina e indígena ha sido enorme, al arruinarse sus ya escasos recursos de venta local ante la entrada de productos agrícolas a precio inferior a sus escasísimos costes. Esto ha generado enormes desplazamientos del campo a la ciudad y flujos migratorios internacionales. Pero también ha desencadenado la resistencia a la liberalización de los mercados. El movimiento zapatista se levantó al día siguiente de iniciarse el proceso de negociación de un ALCA para el 2005. Después le han sucedido múltiples levantamientos populares, destacando los iniciados por campesinos e indígenas ante la subida de los precios del agua y la privatización del gas en Bolivia, etc. Diez años después el ALCA no tiene futuro. Hay una situación explosiva, casi de conflicto abierto, en Bolivia, Ecuador, Paraguay, Venezuela y Colombia. Se ha producido un avance conjunto de la izquierda y una parte de la burguesía nacional en Brasil. Argentina continúa inmersa en una crisis financiera radical, fruto de una liberalización salvaje de su economía que ha quebrado la gobernabilidad. En toda América Latina y Centroamérica se articulan grandes bloques contra el ALCA, pero sordamente continúan haciéndose acuerdos bilaterales de liberalización del comercio.
En el ámbito de la Unión Europea, la PAC dice defender una agricultura propia que mantenga las rentas de los agricultores, respetando el medioambiente y la seguridad alimentaria, como quieren ciudadanos y contribuyentes. Pero, en sus hechos, habla el lenguaje de la circulación de las mercancías y no el lenguaje de la agricultura campesina, del territorio o del desarrollo rural. Si nos fijamos en su estructura central, acordada en el Tratado de Roma (1957), que en lo esencial no ha variado en las sucesivas reformas, s e articula mediante las Organizaciones Comunes de Mercado (OCMs) donde, a través de la regulación de la producción de las mercancías agrarias, se estructuran los sectores agrícolas y ganaderos, propiciando con ello el fraccionamiento y la contraposición de intereses de los distintos actores en la producción, distribución y consumo de alimentos. Esta regulación se dirige a favorecer la posición de los productos agrarios europeos tanto en el interior de la UE, como hacia el exterior: intervención en los mercados, para garantizar un precio mínimo; derechos de aduana, para proteger de la competencia a las mercancías propias en el mercado interior, y restituciones a la exportación, para mejorar la competitividad de las mercancías propias en el mercado exterior. La verdadera vocación de esta política agraria es la exportación (única política supraestatal aceptada y costeada con un presupuesto comunitario en el Tratado de Roma). El mercado único de la CEE elimina las fronteras internas y obliga a una homogeneización de las condiciones de producción-distribución-consumo. Es decir, la explotación agropecuaria que no da la talla, desaparece.

La Unión Europea abordó una nueva reforma de la PAC, supuestamente adaptándose a los dictados de la OMC bajo la batuta de EEUU. Pero el escenario que caracteriza a esta tercera reforma de la PAC (aprobada en junio de 2003) lo configuran, al menos, la ampliación de 15 a 25 países miembros, el cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (Cumbre de Ámsterdam, 1997) para posibilitar la moneda única y las rondas de negociaciones de la OMC. Además, la PAC persigue la misma lógica que preside la OMC: modernizar la agricultura para aumentar la productividad antes que cualquier otra razón (social, ecológica, territorial, de seguridad alimentaria y de solidaridad). Igualmente pone en segundo plano las “preocupaciones no comerciales”. La dinámica real consiste en: abaratar costes mediante la precarización de las condiciones laborales y el abatimiento de derechos sociales y ciudadanos; acelerar y subvertir los ciclos naturales con el uso creciente de fertilizantes y plaguicidas químicos, hormonas y antibióticos en los piensos y promoción de semillas y alimentos transgénicos, en un contexto de contaminación y riesgos sobre la salud humana cada vez mayores y más documentados científicamente. A pesar de las apariencias, la PAC no constituye una política social, sostenible, que defienda la seguridad alimentaria, que impulse un mundo rural vivo y que proteja un modelo de agricultura vinculado al territorio y cohesionado al interior de la UE. Más bien, la Unión Europea utiliza la PAC como instrumento de la globalización [13] para la liberalización del comercio de mercancías alimentarias. Sus reformas han secundado las políticas internacionales como si fuera una condición “inevitable”, impulsando la desaparición de las pequeñas explotaciones familiares y comunitarias de dentro y fuera de la UE. Pese a su retórica, no es una política distinta de la que, para la agricultura, promueve la OMC. No propicia la soberanía y seguridad alimentarias de las sociedades europeas, sino la competitividad del Bloque capitalista de la UE frente al de EEUU, aunque mantenga aún una cierta distancia con EEUU que ha aplicado un modelo de modernización mucho más agresivo. En definitiva, este modelo económico y social antepone las “necesidades” de la mercancía alimenticia en particular, y de las mercancías en general, a las necesidades de las personas que trabajan elaborando alimentos y/o se alimentan con ellos. La globalización económica supone una radicalización de este modelo, colonizando bajo la forma de mercancía todo lo que aún permanecía fuera, protegido bajo la forma de patrimonio común, o incluso, carente de valor comercial. Liberando todas las formas autosuficientes de vida, poniéndoles precio para que puedan ser intercambiadas, bajo las reglas democráticas del mercado.

Agroecología y consumo responsable desde el campo, desde la ciudad y desde el Movimiento Antiglobalización

¿Por qué Agroecología y Consumo Responsable?

La generalización de la comida basura tiene que ver con la proliferación de trabajos basura y de una vida basura para mucha gente. Mientras crece el despilfarro de recursos naturales y la contaminación, también crece la pobreza y la falta de condiciones de vida digna para muchas personas. Nuestras formas de consumir tienen mucho que ver con estos problemas.

Las personas no sólo producen, también son producidas. En lugar de cooperar para una vida más segura para todos, compiten entre sí en el mercado de trabajo y se desentienden de las consecuencias de un consumismo irresponsable. Competir en el mercado para consumir vorazmente es un indicador de inclusión y éxito social, aunque eso genere individuos rotos y deshumanizados.

La crítica al modelo globalizado de producción, distribución y consumo de alimentos no se puede reducir a la crítica de las multinacionales y las empresas del Agrobusiness. No hay alternativa al hambre y la comida basura sin oponerse al capitalismo global. Pero la crítica a un hecho, exige otro hecho. Es preciso crear las condiciones para que el derecho a la soberanía alimentaria sea una realidad para todos los pueblos del planeta. Se necesita un mejor reparto de la tierra, de los alimentos y de la riqueza como solución a la inseguridad alimentaria y sus correlatos de pobreza, enfermedad, desnutrición y muerte evitable de seres humanos. Las causas de estas calamidades están en el modelo global de producción, distribución y consumo de alimentos cuya lógica es el beneficio económico y la competitividad. Construir alternativas que den respuesta a todos estos problemas supone interrumpir, aunque sea parcialmente, la lógica del beneficio como motor de la sociabilidad y cuestionar la modernización competitiva como modelo de progreso.

La industrialización y mercantilización de la agricultura y la alimentación no es capaz de alimentar a toda la población. El nivel de consumo de las sociedades desarrolladas, suponiendo que fuera deseable, no es generalizable a toda la población. El consumismo desaforado de mil millones de incluidos supone la desigualdad y la exclusión de la mayoría de la humanidad. Este consumo irracional sólo puede generalizarse, a golpe de competitividad, si se liquidan los salarios y derechos de l@s trabajador@s que producen las mercancías. La contradicción trabajo/consumo se resuelve en una conducta individualista o esquizoide: “trabajar como un animal pretendiendo vivir como un señor”.

Es necesaria una crítica teórica al paradigma de la modernización capitalista, a la producción y distribución globalizada de alimentos, pero también interrumpirla en la práctica. Recuperar la autonomía de los pueblos exige asumir la responsabilidad de la propia forma de alimentación y una alianza entre ciudadan@s del campo y la ciudad. Conseguir la soberanía alimentaria supone dialogar con las necesidades de los otros y en múltiples direcciones: campo-ciudad; campesin@s-consumidor@s; autócton@s-inmigrantes; Norte-Sur. Promover formas alternativas de producir y consumir desde el campo y desde la ciudad, construyendo en común una seguridad alimentaria en los márgenes del mercado global y con otro modelo de relación con la naturaleza y entre las personas.
Nuestro convencimiento proviene de nuestra práctica. Desde hace 8 años venimos cultivando una relación equivalente entre el campo y la ciudad, desde redes de consumo autogestionado y responsable que defienden su derecho a una alimentación sana y suficiente para todas las personas y apoyan, como condición para ello, a pequeñas explotaciones agroecológicas en peligro de extinción, que se resisten a la emigración forzada por la agricultura industrial, la PAC y la globalización.
¿Qué es “Agroecología y Consumo Responsables”?

La agroecología es una forma de producir alimentos contando con la naturaleza y no contra ella; un conocimiento secular anclado en una sabiduría campesina que la modernización capitalista ha desterrado del ámbito de la producción porque no es competitivo en términos de mercado. El consumo responsable es la contraparte necesaria que, construyendo redes de consumidores en las ciudades en legítima defensa de su seguridad alimentaria, se comprometen directamente con l@s productor@s agroecológic@s. Este compromiso implica un diálogo sobre las necesidades que ambas partes tienen, buscando la reciprocidad y la equivalencia, promoviendo el apoyo mutuo para producir y consumir alimentos sanos, con un precio justo que remunere de forma suficiente la actividad de los productores rurales en lugar de ser resultado de las oscilaciones de los precios de los productos en el mercado, inasequible a comienzos de temporada e insuficientes para los productores cuando la oferta es abundante. El consumo responsable se interroga sobre lo necesario y lo superfluo, promueve el consumo de alimentos de temporada, la proximidad, la reutilización de envases. Es decir, mira más allá de la calidad del producto y del precio.
Por un lado, la producción de alimentos sanos, a precios justos, respetuosa con la naturaleza y primando la salud de las personas. Por otro, la construcción de redes de consumidor@s en las ciudades que garantizan a los productor@s agroecológic@s la compra de su producción, consiguiendo con ello una alimentación sana, colectiva, participativa y al margen de las multinacionales de la alimentación. Construcción de sociabilidad en estado puro. Infraestructura de un mundo más humano e integrado en la naturaleza.

Desde el campo, desde la ciudad y desde el Movimiento Antiglobalización

Frente a la OMC y todos sus Acuerdos de Libre Comercio, y frente a la Europa del Capital y la Constitución que la legitima, es necesario que se muestren y crezcan experiencias prácticas de respuesta alternativa al interior de las propias relaciones sociales, desde el campo y desde la ciudad, persiguiendo conectar con otras redes agroecológicas pero también con otras áreas temáticas del movimiento antiglobalización.

El conocimiento, la actitud y la responsabilidad ante la propia alimentación es un acto político, de soberanía alimentaria. Educar-nos para alimentar-nos con dignidad y de forma saludable, teniendo en cuenta las consecuencias de nuestra elección, es una tarea necesaria.

Las múltiples experiencias que existen son pequeños diques contra las prácticas globalizadoras y excluyentes. Para que la alimentación sana no sea individualista e indiferente a los derechos de los campesinos ni contraria a la naturaleza, es importante desarrollar espacios comunes de cooperación entre proyectos de producción y consumo agroecológicos para superar nuestras limitaciones y, si es posible, ayudarnos a resolver algunos de los problemas vinculados a nuestra pequeña escala y al esfuerzo para que estos proyectos de economía social sobrevivan y se desarrollen. Para poder comprender los daños de la globalización, es necesario que la lucha por la agroecología y el consumo responsable atraviese y se vea atravesada y fortalecida por otras luchas: contra la precariedad, la exclusión y la subordinación de las mujeres, por el derecho a la salud, a la educación, contra el racismo y la defensa de los derechos humanos, las garantías jurídicas y los derechos civiles.

Al poner en relación nuestra práctica con otras prácticas, estamos luchando contra la OMC, la PAC y la Europa del Capital allí donde se manifiestan sus daños, en la vida cotidiana, facilitando así la comprensión de lo que nos pasa y promoviendo el apoyo entre los que sufren los perjudicados y no el aislamiento y la competencia entre ellos.

La apuesta por un Área de Agroecología y Consumo Responsable.

Los Grupos Autogestionados de Consumo (GAKs) hemos impulsado, desde 1997, un proyecto recíproco y solidario de intercambio directo y soberanía alimentaria entre familias consumidoras urbanas y producto@s campesin@s, al margen de las reglas del mercado global. La necesidad de articular un Área de Agroecología y Consumo responsable desde dentro del Movimiento Antiglobalización, es el resultado de todo un proceso.

En julio de 2001, los GAKs llevábamos 5 años volcados casi exclusivamente en la articulación de vínculos campo-ciudad, entre grupos de consumo y familias campesinas. Aunque los grupos estaban integrados por personas pertenecientes a los movimientos sociales y una parte importante éramos elementos activos del Movimiento Antiglobalización, fue con la preparación de la Campaña contra la Presidencia Española de la Unión Europea en el primer semestre de 2002, cuando intentamos articular un área temática que aportase los contenidos de soberanía alimentaria desde nuestra práctica.

Hubo varias asambleas preparatorias. Diversos colectivos que impulsaban la agroecología desde la producción y/o el consumo, de otras partes del Estado (Extremadura, Cataluña y Andalucía, básicamente) participaron en el Área de Agroecología y Consumo responsable. Compartíamos la necesidad de fortalecer un espacio autónomo de agroecología que sirviera tanto para sensibilizar y atravesar otras áreas del movimiento antiglobalización con los problemas de la agricultura y la alimentación global, como para buscar alternativas de viabilidad a nuestros proyectos, abriéndolos a las personas conscientes de los daños de la globalización desde otras perspectivas (educativa, sanitaria, sindical, feminista, etc). Esperábamos con ello fortalecer los grupos con nuevos miembros conscientes de la importancia política de la alimentación. La aspiración más ambiciosa era involucrar a asociaciones de consumidores ecológicos que en la práctica llevaban muchos años impulsando proyectos reales y llegar a asociaciones de productores ecológicos y no ecológicos. El objetivo era que se sumasen a nosotros en la lucha contra la globalización alimentaria, o al menos, que estuvieran dispuestos a apoyar actividades con objetivos compartidos, en la defensa de la alimentación sana, la agricultura familiar y el mundo rural.

Durante los meses que duró la campaña (enero a junio de 2002), se desplegaron múltiples actividades que mostraban la verdadera naturaleza del modelo de construcción europea, con la moneda única recién inaugurada. El acuerdo fue participar de forma descentralizada, pero bajo una referencia común: “Contra la Europa del Capital y la Guerra. Globalicemos las resistencias. Otro mundo es posible”. Las aportaciones del Área de Agroecología y Consumo Responsable al Movimiento Antiglobalización en ese periodo fueron: 1) contenidos de agroecología y consumo responsable en las asambleas estatales preparatorias de Orcasitas (sep-01), Zaragoza (nov-02) y Marinaleda (feb-02); 2) un espacio propio de debate y acción de colectivos de agroecología, incorporándose en la Contracumbre de Sevilla en Junio-02 iniciativas de comercio justo; 3) participación en debates sobre soberanía alimentaria con redes y organizaciones como Plataforma Rural, Vía Campesina, (Murcia, abril-02; Sevilla, mayo-02; 4) organización del Taller de Soberanía Alimentaria (Foro Social Trasatlántico de Madrid en junio de 2002) en un intento de acercar la realidad agroecológica de Europa y Latino América, con la participación de organizaciones indígenas y campesinas; 5) espacios de debate y cooperación entre: movimientos sociales Antiglobalización, redes y organizaciones activas en la defensa de la soberanía alimentaria, movimiento campesino mundial, movimiento rural y experiencias de producción y consumo agroecológico organizado; 6) Participación en la huelga general del 20-Jun-2002 con contenidos propios denunciando la inseguridad alimentaria; 7) Participación en curso itinerante del Área de “Educación, exclusión, menores” del Movimiento Antiglobalización, exponiendo experiencias propias de producción y consumo agroecológico; 8) Impulso y contenidos de soberanía alimentaria en la conmemoración del día de las luchas campesinas (17 de abril); 9) Colaboración en coordinación y contenidos de una publicación monográfica sobre salud (Rescoldos núm.6) en la que participaron todas las experiencias agroecológicas de producción y consumo de Madrid.

Paralelamente y fomentada por este proceso de confluencia y cooperación, nació en diciembre de 2001, en Madrid, la Coordinadora de Grupos de Consumo Agroecológico. Participamos en ello distintos proyectos agroecológicos [14] que compartíamos preocupaciones y necesidades en lo cotidiano como colectivos de consumidores. Éramos diferentes pero teníamos los mismos problemas: ser pocas personas y menos las más implicadas; preocupación por sensibilizar a más personas y mantener la actividad de nuestros grupos; el transporte a la ciudad y su distribución interna; poner palabras cotidianas al concepto agroecológico; la contradicción práctica entre ampliar la variedad de alimentos y respetar la cercanía, etc. Este espacio nuevo, multiforme y de cooperación, se sumó a las iniciativas del Área de Agroecología y Consumo Responsable durante la Campaña del 2002, participando activamente algunos de los grupos en contenidos y debates, especialmente en la Contracumbre de Sevilla. Hoy la Coordinadora ha crecido en miembros y en volumen de actividad, siendo un referente de cooperación desde la diversidad, para otros colectivos en el Estado.
En Cataluña, se creó la Xarxa de Consum, en la que colectivos y organizaciones de consumidores, productores, de comercio justo, colaboran desde entonces en campañas de sensibilización. Se incorporó a esta red la Asamblea Pagesa, escisión del sindicato de agricultores Unió de Pagesos, miembro a su vez, del sindicato estatal COAG que aglutina a las organizaciones de pequeños y medianos agricultores y ganaderos familiares en el Estado Español.

Las diferencias que motivaron su escisión son indicativas de la situación del sindicalismo agrario europeo, salvo excepciones muy singulares (CPE). Derivan del escaso nivel de respuesta que tienen, en Europa, las burocracias sindicales de las organizaciones de agricultores y ganaderos frente a la globalización y a las políticas agrarias comunitarias, dejando a sus bases inermes para enfrentar las consecuencias de tales políticas. Modernizarse para competir es una ilusión irracional para las explotaciones familiares agrarias. La consecuencia es el endeudamiento y la dependencia de las subvenciones para poder pagar los créditos, en un contexto de reducción progresiva de las ayudas y de los precios, justificados ambos por la lógica de la globalización, mientras crece la desconfianza ciudadana por los mecanismos de seguridad, insuficientes ante cada nuevo escándalo alimentario. Sin embargo, modernizarse, adaptarse y competir es lo que aconsejan las organizaciones agrarias a sus afiliados. Hay un déficit en estas organizaciones, si no de voluntad, sí al menos de herramientas teóricas adecuadas para analizar primero y combatir después, las consecuencias de la globalización en sus resultados, de crítica teórica y práctica al modelo de modernización agraria que está expulsando familias agricultoras de las zonas rurales, a la vez que se degrada la seguridad de los alimentos producidos y pone en peligro la salud de las personas y el medio ambiente. La modernización lleva ineludiblemente, a la desaparición de más y más agricultores. Criticar las consecuencias de la PAC y de la OMC, por separado, sin vincular su conexión, y luego seguir abrazando un modelo modernizador y competitivo que salve individual y “milagrosamente” a cada explotación, es aceptar la condena a una sigilosa desaparición de la vida rural, en todas sus dimensiones, como un destino inapelable. En Cataluña se ha abierto en principio, una fisura en esta contradicción que ha permitido, aparentemente, un nuevo dinamismo en las alianzas con organizaciones de los movimientos sociales, lo que no ha sucedido en otras partes del Estado. Por el contrario, las organizaciones agrarias mayoritarias y ante la reunión informal de Ministros de Agricultura de la UE de mayo de 2002 en Murcia, después de múltiples presiones por los contenidos, decidieron no involucrarse con los movimientos sociales en el Foro de Agricultura. En este espacio nos dimos cita las distintas sensibilidades en apoyo del mundo rural y a la alimentación, incluida la agroecología y el consumo responsable. Las organizaciones agrarias no sólo se mantuvieron al margen, sino que hicieron una manifestación de agricultores en Cartagena, mientras el Foro Social en Murcia acompañaba y daba acogida a una marcha de inmigrantes y trabajadores agrícolas reclamando derechos elementales de ciudadanía.

A lo largo de la Campaña, el Área de Agroecología no consiguió su objetivo de estimular un área que tuviera continuidad. Tuvimos poco tiempo, insuficiente experiencia y diversas dificultades superiores a nuestra voluntad. Además de la escasa sensibilidad de muchos sectores agrarios y sociales a los problemas ecológicos y sociales de la alimentación, no conseguimos calar suficientemente en los sectores teóricamente afines de consumidores y agricultores agroecológicos para algo más duradero que una campaña puntual. El enorme esfuerzo para mantener los colectivos desanimaba a muchos en cooperar en tareas que fueran más allá de mantener su propia organización. También descubrimos dolorosamente, que algunos colectivos que tenían entre sus fines explícitos el anticapitalismo, la cooperación y el apoyo mutuo, no estaban dispuestos a cooperar para la construcción de un espacio en el que su sigla no se viera fortalecida sino que fuera una más entre otras, perdiendo una representación exclusiva y abusiva de la quintaesencia de la agroecología y la autonomía.

Una vez pasada la Campaña contra la Presidencia Española de la Unión Europea, en la que la iniciativa procedía de la cooperación de multitud de colectivos, estimulados por el trabajo en común en las áreas temáticas aportando contenidos y experiencias de resistencia, el centro de gravedad del Movimiento Antiglobalización cambió. El protagonismo lo tienen ahora organizaciones del entorno socialdemócrata, debilitándose con ello, tanto la visualización de montones de luchas que pasan desapercibidas o se han desconectado de los espacios comunes, como la oportunidad de articular una cooperación regular entre las áreas, única forma en la que creemos que puede darse la continuidad y experiencia suficiente para comprender que la fuerza de la resistencia social antiglobalización reside en la cooperación desde abajo.

Cuándo acaban las Campañas, la actividad social sigue

Los colectivos que impulsamos el Área de Agroecología y Consumo Responsable en Madrid seguimos desarrollando nuestros proyectos de cooperación campo-ciudad. Pero también continuamos empujando en concienciación, sensibilización y construcción de redes de apoyo entre campo y ciudad y apoyando la cooperación entre las diversas áreas temáticas, aunque sea más puntualmente y los resultados no sean tan visibles. De hecho la simultaneidad de ambos planos de intervención social ha atraído a nuevas personas a querer participar en un consumo responsable.

Desde octubre de 2002 hemos realizado diversas actividades para seguir impulsando un Área de Agroecología y Consumo Responsable [15] . Destacamos: 1) “La OMC, la PAC y el Movimiento antiglobalización”, documento del Área en la Campaña contra la reunión de la OMC en Cancún (sep. 2003), responsabilizando de la inseguridad alimentaria no sólo a la OMC, también a la PAC y su modelo modernizador; 2) Taller “una escuela que no se lo come todo” en cooperación con el Área de Educación, Exclusión, Menores (5 marzo 2004); 3) Taller de Agroecología y Consumo Responsable en el IV Foro de la Plataformal Rural, organización estatal que impulsa la soberanía alimentaria (19-21 marzo 2004); 4) participación campesino-urbana en el Área de Ecología política de las IX Jornadas de Economía Crítica (marzo 2004); 5) Recogida de firmas entre colectivos de Agroecología contra el Real Decreto del Gobierno español de coexistencia de cultivos transgénicos (marzo 2004); 6) Participación en el Encuentro Internacional Semillas Norte-Sur. Patrimonio de la Humanidad (Siero, Asturias, abril de 2004); 7) Participación en el Encuentro internacional ”la Humanidad frente al Imperialismo”, en la mesa de Agricultura con la Plataforma Rural y Evo Morales (Oviedo, Asturias, abril de 2004); 8) Impulso de la Marcha a la base americana de Torrejón (Madrid), junto con otras áreas temáticas del Movimiento Antiglobalización (abril 2004); 9) Participación en las movilización contra el FMI y el BM que se reunieron en Madrid el 14-Jun-2004 para festejar su 60º Aniversario. 10) Participación con contenidos propios (de Política Agraria Común, y Agroecología y Consumo Responsable), en la Consulta Social Europea (13-jun-04), junto con otras Áreas del Movimiento contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra [16] . 11) Talleres y charlas de agroecología y consumo responsable para impulsar la creación de grupos de consumo en relación directa con campesinos agroecológicos o apoyar la actividad de grupos ya creados, en Madrid, Oviedo, Salamanca y Plasencia; 12) Elaboración, desde marzo de 2004 de un boletín mensual “Agricultura y Consumo responsables”, coeditado por colectivos rurales y urbanos que expresan su experiencia y actividad cotidiana; 13) Impulso desde septiembre de 2004, de una sección de Agroecología y Consumo Responsable en un programa de radio de mujeres “Nosotras en el mundo” en Radio Vallecas, una radio local; 14) Apoyo a EducArteSano, pan (eco) lógico, proyecto para la producción de pan agroecológico e integral para su consumo en redes sociales, la sensibilización a favor de una alimentación agroecológica y responsable partiendo del pan y el autoempleo.

Los objetivos que nos empujaron a constituir el área con la vocación de transcrecer los límites actuales, siguen vigentes: Impulsar la agroecología y el consumo responsable como alternativa frente a la globalización de la agricultura y la alimentación. Desde la articulación de vínculos entre colectivos de productor@s y de consumidor@s como forma de superar la marginalidad. Impulsando experiencias y relaciones de cooperación y apoyo mutuo entre los diversos colectivos. Desenmascarar los daños de la globalización, contribuir a la cultura política del consumo y establecer vínculos con otros movimientos sociales. Solo desde muchas experiencias locales agroecológicas que se enfrentan en la práctica, a los daños de la globalización económica, puede haber fuerza para detener la lógica económica global de la agricultura y la alimentación. Por el contrario, y mientras se profundice la interiorización de la lógica de la competitividad en cada individuo, otro mundo es imposible.

P. Galindo, GAK CAES, diciembre 2004 [17]


[1] Este artículo es el resultado de unos materiales elaborados inicialmente para una ponencia compartida con Eduardo Sevilla Guzmán, Joan Martinez-Alier: “Resistencia Agroecológica a la Globalización de la agricultura y la alimentación en Latinoamérica y en España” y que presentamos en el Symposium de Nuevos Movimientos Sociales del XI Congreso Mundial de Sociología Rural, 25-30 de julio de 2004. Trondheim. Noruega.
[2] Karl Polanyi (1989) La Gran Transformación. Barcelona,. Ed. La Piqueta

[3] A. Morán. (2003) “Globalización, moneda única, consecuencias”. En A. Morán, P. Galindo y otros. El movimiento antiglobalización en su laberinto. Entre la nube de mosquitos y la izquierda parlamentaria Madrid,. Ed. La Catarata-CAES

[4] Se denomina así, al fenómeno propiciado por la FAO, de extensión de la agricultura moderna (industrial y mercantil) a los países empobrecidos bajo el argumento de que era la única forma de resolver el problema de las necesidades alimenticias de una población creciente.

[5] En el ultimo informe de FAO “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2004”, se ha vuelto a repuntar la cifra de personas hambrientas, en el periodo 2000 y 2002, a 852 millones de personas, el 54% en India y Africa. Además, se reconoce que los países en desarrollo empiezan a incluir entre sus problemas de inseguridad alimentaria los derivados de la obesidad por sobrenutrición de mala calidad, es decir, comida basura, abundancia de grasas y escasez de frutas, verduras y cereales. La obesidad hasta ahora se circunscribía a los países ricos. Como el hambre, también lleva asociadas enfermedades mortales o crónicas (enfermedades cardiovasculares, diabetes, etc) que se extienden en la población más pobre de las ciudades.

[6] Collins J., Moore Lappé F., y Rosset P. (1998) World Hunger: Twelves Myths. 2ª ed. Updated. New York Ed. Institute for Food and Development Policy

[7] Véase el uso de la ayuda alimentaria como arma de guerra en Luis Portillo (1987) ¿Alimentos para la paz? La “ayuda” de Estados Unidos. Madrid. Ed. IEPALA

[8] OGMs: Organismos Modificados Genéticamente.

[9] Un análisis más detallado puede encontrarse en P. Galindo “OMC, PAC y Movimiento Antiglobalización”. En Viejo Topo. Oct. 2003

[10] La liberalización del comercio ha aumentado de 25 a 49 el número de los países más pobres, denominados Países Menos Adelantados, (el 10 % de la población mundial). A partir de 1970 y sobre todo, de 1990, aumenta la participación de los países en desarrollo en el comercio internacional bajo la presión del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la OMC. Entre tanto, son desplazados los países más pobres que participan con el 0.3 % del comercio mundial, la mitad de su cuota de hace 20 años. Para más detalle. Galindo, P. (2003): “OMC y PAC. La seguridad alimentaria en manos del libre comercio” en www.nodo50.org/caes

[11] El reciente impulso en el Foro Mundial contra el Hambre y la Pobreza de una Cruzada mundial contra el Hambre, orquestada, entre otros, por el Gobierno socialdemócrata Español muestra que las medidas para su “solución” descansan en el desarrollo del comercio mundial, al que se resta una pequeña cuota (incluso del comercio de armas) para “devolver” en ayuda alimentaria lo que ha sido robado por la “libre competencia” del mercado. “Además de lo grotesco que resulta pagar la ayuda alimentaria de los desplazados por una guerra, con el impuesto sobre el comercio de armas que les sacaron de sus tierras y les dejaron sin recursos para alimentarse, tales medidas no enfrentan el origen del problema, que obligaría a impugnar la lógica de un sistema social que basa el crecimiento de la riqueza, en la guerra, el hambre, la explotación y la miseria de la mayoría.” Editorial de Agricultura y Consumo responsables, boletín de GAK CAES-Colectivo Agroecológico Cefares, dic 04 en www.nodo50.org/caes

[12] W. Pengue “Producción agro-exportadora e (in)seguridad alimentaria. El caso de la soja en Argentina” en www.biodiversidadla.org

[13] Para más detalle sobre la PAC y sus consecuencias: P. Galindo (2003) “Globalización de la agricultura y la alimentación,”. En A. Morán, P. Galindo y otros. El movimiento antiglobalización en su laberinto. Entre la nube de mosquitos y la izquierda parlamentaria Madrid,. Ed. La Catarata-CAES

[14] La Coordinadora de Grupos de Consumo Agroecológico de Madrid integra a los siguientes grupos: Asalto de Mata, Ecosol, El Cantueso, La Dragona, el GAK de Hortaleza y del CAES, Redes, Red Autogestionada de consumo (RAC) y Subiendo al Sur. En diciembre de 2001 fundamos esta Coordinadora para cooperar en la compra y distribución conjunta de alimentos ecológicos producidos por pequeños productores y cooperativas del Estado Español.

[15] Puede encontrarse información de las actividades del Área de Agroecología y del Movimiento Antiglobalización en la página www.nodo50.org/caes/soberania_alimentaria

[16] El informe sobre contenidos, metodología y resultados de esta consulta ha sido publicado en la Revista de Diálogo Social, Rescoldos Núm 10, 2º semestre 2004

[17] El GAK del CAES cuenta actualmente con 25 familias. Es una de las experiencias pioneras de consumo agroecológico autogestionado, los GAKs en Madrid. Forma parte de la Coordinadora de Grupos de Consumo Agroecológico de Madrid que integra, además del GAK del CAES, a los siguientes grupos: Asalto de Mata, Ecosol, El Cantueso, La Dragona, el GAK de Hortaleza, Redes, Red Autogestionada de consumo (RAC) y Subiendo al Sur. En diciembre de 2001 fundamos esta Coordinadora para cooperar en la compra y distribución conjunta de alimentos ecológicos producidos por pequeños productores y cooperativas del Estado Español. Junto a otros colectivos, el GAK del CAES impulsa el Área de Agroecología y consumo Responsable del Movimiento contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra.