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El inventor del "Jazz"-Bambuco

Publie le Sábado 29 de enero de 2005 par Open-Publishing
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Con una novedosa propuesta, el colombiano Orlando Sandoval sorprendió a un jurado liderado por el legendario Chucho Valdés, y se metió entre los finalistas del festival de jazz más importante de Latinoamérica, en La Habana, Cuba. Historia de una fusión.

Sólo faltaban tres días para que el músico bogotano Orlando Sandoval mandara su canción al Premio de Composición de Jazz Latino de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Llevaba dos meses afinando un jazz sanjuanero. Una obra compleja, pero innovadora.

Sin embargo, a Sandoval no le acababa de convencer. Por eso rebuscó en sus archivos las fusiones que había hecho de jazz con cumbia, con bullerengue, con joropo... hasta que encontró un jazz-bambuco.

Entonces lo tocó en su estudio de Fort Lauderdale, Florida, una y otra vez. Cogió el lápiz para hacerle unos rayones. Ensayó todos sus instrumentos. Pasó dos días encerrado solo con su computador y su piano. Hasta que la grabó tal como pedía el concurso: bajo, piano, batería, percusión, flauta y voz.

Sabía que la convocatoria era importante pues si pasaba a la final, su melodía, Nostalgia, podría ser grabada por Irakere, grupo institución dentro del mundo de la música cubana, fundado por el mito viviente del jazz latino y jurado del concurso, Chucho Valdés. Ahora, el jazz-bambuco tenía que vencer a concursantes de 13 países iberoamericanos, sobre todo a los cubanos.

La sorpresa llegó en agosto del año pasado, cuando Sandoval recibió la noticia de que era finalista. Saltó, gritó, abrazó a su esposa, se sintió ganador. Estuvo en La Habana, dirigió a Irakere y quedó segundo por encima de cientos de concursantes.

De todas maneras, esta no es la primera vez que Sandoval consigue un reconocimiento internacional. Hace tres años estuvo nominado a los Premios Grammy Latinos, al mejor álbum de música infantil por su trabajo Carta al niño Dios. Esa vez perdió contra la brasileña Xuxa.

Lleva el ritmo en la sangre, con él nació hace 41 años y con él creció. Tiene cuatro hermanos y dos son músicos profesionales. Justamente uno de ellos, Luis Fernando, le regaló un piano cuando Orlando tenía 12 años. Entonces empezó a improvisar. Tocaba sin esquemas, sin partituras, sin guías. Tal vez por eso luego fusionó el jazz y el folclor colombiano, géneros diferentes pero que él hace parecer naturales, "orgánicos", con una estética y un gusto personal.

A los 18 se le metió de lleno a la música. A los 20 compuso la banda sonora para la película colombiana

El embajador de la India. Su nombre no salió en los créditos, pero no le importa. Su nombre es prácticamente desconocido en Colombia y eso le tiene sin cuidado. No quiere ser actor, ni modelo, ni famoso. Tampoco ser un producto de músicas repetidas, como muchas de las de moda. Quiere, por el contrario, seguir componiendo, interpretando y produciendo su jazz -fusionado con folclor colombiano, hindú y hasta norteamericano-, su música infantil y su pop. Finalmente, eso es lo que lo desconecta de la rutina y lo lleva a otros mundos.

Así lo ha hecho durante más de 20 años en los que ha trabajado con toda clase de músicos. Desde los nacionales Amparo Sandino, Alejandro Martínez y Café Moreno, hasta la española Rossana y Snowy White -el guitarrista de Pink Floyd.

Hoy, Orlando vuelve a Colombia después de una larga temporada en España y Estados Unidos. Afirma que le gustaría quedarse porque quiere tocar en bares, bibliotecas y universidades del país, pero que aquí no hay un mercado que le permita vivir del jazz. Por lo pronto, tiene un proyecto para mostrar su música en Los Ángeles, apoyado por una productora norteamericana.


Fuente: Cromos

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