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El graznido del halcón

Publie le Sábado 29 de enero de 2005 par Open-Publishing

Han vuelto el mundo un polvorín, y están acercando a ese polvorín un fuego al que llaman "la antorcha de la libertad"....

Por William Ospina



¿CÓMO SABER QUÉ es lo que realmente quieren? Primero hablaban del "Eje del mal", y pusieron en esa lista a Afganistán y a Iraq antes de lanzarse a la invasión. Habían sido atacados por los terroristas de Al Qaeda y por el experto en demoliciones Osama Bin Laden, que sin duda se ocultaba en el territorio de los talibanes. Aplastaron Afganistán, bombardearon minuciosamente el territorio, salvaron a las mujeres de sus horribles burkas, llevaron a los talibanes a las celdas infrahumanas de Guantánamo, escarbaron en los interminables túneles que hay desde hace siglos debajo de las montañas afganas, pero no encontraron al monstruo.

Entonces fueron por un antiguo enemigo de la dinastía Bush, el tirano abominable Sadam Hussein. No era por el petróleo, no: es que Iraq tenía armas de destrucción masiva, armas nucleares, armas químicas, podía prestárselas a sus amigos los terroristas, e incluso podía atacar a las naciones occidentales con ellas, en el plazo brevísimo de 45 minutos. Enviaron, pues, al grueso de las tropas norteamericanas, apoyadas por el fiel ejército inglés, a salvar al mundo de aquellas armas y de aquellas amistades insanas. El mundo entero dijo que esa guerra era ilegal, que no estaba probada la existencia de los arsenales, pero ellos insistieron: había evidencias, no se podía esperar más, si el resto del mundo no iba en masa con ellos a la invasión, ellos salvarían solos al mundo.

Aplastaron Iraq, declararon la victoria. La guerra quirúrgica, la guerra antiséptica, la guerra en que no muere el invasor, había sido un éxito. Desde un portaaviones, el jefe de ellos declaró que la misión estaba cumplida. Después se descubrió que no había alianza entre Sadam Hussein y Al Qaeda, y los arsenales, el principal argumento de la guerra, no existían. Peor aún, la guerra no había terminado, más bien, en realidad, comenzaba.

LOS ESTADOS UNIDOS PERDÍAN aliados por el mundo. Ni Francia, ni Alemania, ni Rusia, aceptaron acompañarlos en esa invasión ilegal. España, viendo en carne propia que la guerra no era un freno sino un estímulo para el terror, se retiró. Pero ellos insistieron. Todo lo que habían hecho era correcto. Si no se hacía la guerra el peligro de un ataque seguiría vivo. ¿No había armas de destrucción masiva? Al menos habían depuesto a un tirano que maltrataba a su pueblo, iban a llevarle la democracia a un país agobiado por la dictadura. La guerra ha sido costosísima: nadie ha visto jamás con sus ojos una fortuna como la que se ha gastado en Iraq. Pero tan desmesurada inversión no era por el petróleo, no. Era para llevar por fin la libertad a un pueblo maltratado.

SUEÑAN INVADIR A CUBA, ATACAR A IRÁN, AMENAZAR A COREA. CURIOSAMENTE NO HABLAN DE CHINA...

Los atentados costaron cuatro mil víctimas a los Estados Unidos y al mundo. A finales del 2004 se reveló que los muertos iraquíes por causa de la guerra habían superado los cien mil. Ese era hasta entonces el costo de la libertad para aquel pobre pueblo maltratado. Y los muertos del invasor en la guerra quirúrgica ya ascendían a más de mil. Una parte de la opinión norteamericana se movilizó contra la guerra. La campaña electoral de los demócratas se basó en la oposición a la guerra de Iraq, el Vietnam de George Bush, en la declaración de que esa guerra, además de injusta, era un lodazal de barro y sangre del que los Estados Unidos no sabrían cómo salir. Con todo, la mayoría de los electores aprobó al presidente, autorizó la guerra, y prácticamente perdonó los crímenes cometidos en el seno del crimen: las torturas de la cárcel de Abu Grahib, la parte visible y escandalosa de unas violaciones que siguen practicándose, porque forman parte del espíritu de la guerra, de su estilo.

Esa absolución tenía que agravar el delirio, y el delirio se ha agravado. El secretario Rumsfeld, jefe de los visibles ejércitos, y jefe también de los tenebrosos espías que por todo el mundo husmean y preparan las intervenciones, se ha fortalecido en su cargo. El moderado Colin Powell ha sido reemplazado por un halcón de garras más agudas: la eminente académica Condoleezza Rice, egresada de todas las universidades, asesora de todos los institutos, experta en todos los asuntos de seguridad, conocedora profunda de los ejércitos rusos y checos, de los arsenales de todos los adversarios. Un halcón que al parecer lo ha visto todo en la política mundial, y sabe cuál es el camino para que los Estados Unidos mantengan su hegemonía.

AQUÍ VIENEN DE NUEVO, empieza la segunda parte del delirio que les ha resecado el cerebro. Van a salvar al mundo, van a llevar a todas partes la libertad que han llevado a Iraq. Han vuelto el mundo un polvorín, y están acercando a ese polvorín un fuego al que llaman "la antorcha de la libertad". Ahora no hablan ya del "Eje del mal", porque eso sonaba tal vez a cruzada religiosa: ahora son las avanzadas de la tiranía. Sueñan invadir a Cuba, atacar a Irán, amenazar a Corea. Curiosamente no hablan de China: China es todavía un aliado. Tal vez no tenga elecciones libres, y tal vez no gobierne democráticamente, pero, como dijo Napoleón, ¿quién quiere pisarle el ala a un dragón en reposo? El resto del mundo tendrá la libertad que prodigan sus cañones, y además ahora poseen robots con un zoom poderoso en sus lentes, que disparan 350 proyectiles hacia cualquier blanco. Como dijo el diario Le Monde, esos guerreros de pila recargable brindan la ventaja de no tener que enviar cartas a familia alguna cuando caen en combate. Porque los virtuosos laboratorios de investigación bélica de los Estados Unidos y sus fábricas de armas, no cesan un instante de inventar objetos letales y mecanismos ingeniosos para la destrucción de los enemigos.

NO ES POR EL PETRÓLEO, claro, es por la libertad. Pero, ¿será que hay poderes cansados de cumplir ya 60 años sin guerra mundial? ¿Cómo saber qué es lo que realmente quieren? Ya sabíamos que los Bush son una dinastía de petroleros. Pero los consejeros del presidente son gente seria, que está allí por sus cualidades académicas, como la doctora Condoleezza Rice. Aunque sea extraño que alguien que lo sabe todo de los ejércitos del mundo ignorara que Iraq no poseía armas de destrucción masiva. ¿Es tan fácil equivocarse para los grandes expertos?

Y de pronto, nos enteramos de que Condoleezza es la ex directora de Chevron-Texaco, la tercera multinacional del petróleo, nacida de la fusión de Chevron, la Standard Oil of California, de John Rockefeller, con la Texaco, fusión que se dio un mes después de los atentados de Nueva York, el 9 de octubre de 2001. La ex directora era también accionista y administradora de la gran empresa.

La recia dama ha hablado con severidad del régimen de Hugo Chávez, y su gobierno está estimulando las fricciones entre Colombia y Venezuela.

Pero al parecer no es por el petróleo. Es por la libertad.

EL RESTO DEL MUNDO TENDRÁ LA LIBERTAD QUE PRODIGAN SUS CAÑONES...