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Entrevista a Noam Chomsky: Estados Unidos y Gran Bretaña no permitiran un Irak libre y soberano

Publie le Sábado 5 de febrero de 2005 par Open-Publishing

Por David McNeill
Jornalist of The Independent

Dada la increíble profusión de elogios que se le han dedicado -”una de las mentes más brillantes del siglo XX (The New Yorker), “Hay argumentos para considerarlo más importante de los intelectuales vivos” (The New York Times)-, es difícil precisar lo que se espera cuando Noam Chomsky entra a la habitación: tal vez un rayo de inmarcesible luz blanca o, al menos, un aire majestuoso de realeza académica. También se ha dicho que es un hombre “con profundo desprecio por la verdad” (The Anti-Chomsky Reader [1]) y un “defensor del fascismo islámico” (Christopher Hitchens [2]), entre algunas de las críticas más moderadas.

Así que resulta una sorpresa cuando un
hombre sonriente, ligeramente encorvado, llega a su privado del
Instituto Tecnológico de Massachussets, se sirve un café y se disculpa
por haber hecho esperar al reportero. Como se ha mencionado con
frecuencia, el profesor Chomsky es una persona modesta, de hablar suave
y generosa con su tiempo, que contesta con diligencia los miles de
mensajes electrónicos que recibe cada semana, tarea laboriosa que
consume siete horas al día, y por lo regular firma simplemente como
“Noam”. “No reconoce jeraquías”, señala Bev Stohl, su asistente desde
hace muchos años. “Es lo que quienes lo aman dicen que es, un hombre
con gran interés por los demás.”

Entre todo lo que se ha dicho de él,
esa ingeniosa definición de “rebelde sin pausa” que le encasquetó Bono
le viene a la medida. A los 76 años de edad, pese a su reciente lucha
contra el cáncer, Chomsky parece haber incrementado su prodigiosa
producción. En todo el mundo hay estantes que crujen bajo el peso de
sus escritos políticos, su voz puede escucharse en entrevistas por
radio cada semana y, aparte de su correspondencia electrónica y sus
extensas comunicaciones por la red, pronuncia cientos de discursos en
docenas de ciudades cada año.

“Así ha sido desde el 11/S”, comenta. “Ese
hecho tuvo un efecto complejo sobre Estados Unidos, el cual no me
parece que se haya apreciado en el extranjero. La impresión que se
tiene es que convirtió a todos los estadounidenses en maniáticos que
ondean banderas, lo cual es una tontería. Abrió la mente de las
personas y puso a muchos a pensar: “Tengo que entender cuál es nuestro
papel y por qué ocurren estas cosas”.

40 años de actividad política

Las opiniones de Chomsky sobre el papel
de Estados Unidos en el mundo son bien conocidas, gracias a cuatro
décadas de intensa actividad política marcadas por la demolición que
con minuciosidad propia de un médico forense ha hecho de la línea
oficial de Washington. Desde la guerra de Vietnam, que en su concepto
fue librada para detener la expansión del nacionalismo independiente,
no del comunismo, hasta los ataques a las Torres Gemelas, que para él
se originaron en la “rabia y desesperación” causadas por las políticas
estadounidenses, y su famosa afirmación de que todos los presidentes de
su país habrían sido colgados si se les hubiera sometido a las leyes de
Nüremberg, Chomsky ha sido el ácido en el vientre de la bestia
estadounidense, utilizando lo que Arundhati Roy llama su “anárquica
desconfianza del poder” para roer su insolente autosuficiencia.

Aun con esos antecedentes, señala, le
asombra el resultado que ha tenido la invasión a Irak, la cual “debió
haber sido una de las ocupaciones militares más fáciles de la historia.
Creí que la guerra acabaría en dos días y de inmediato vendría la
ocupación. Se sabía que Irak era el país más débil de la región; de
otro modo Estados Unidos jamás lo habría invadido. Las sanciones habían
matado a decenas de miles y orillado al pueblo a depender de Saddam
Hussein para su supervivencia, pues de no ser así probablemente lo
habría derrocado.

“Era obvio que el país
se desmoronaría de un empujón. Y que la resistencia no recibiría ningún
apoyo significativo del exterior. Pero, de hecho, está resultando mucho
más difícil que la ocupación de Europa por los alemanes durante la
Segunda Guerra Mundial. Los nazis no tuvieron mucho problema en Europa;
en cambio Estados Unidos se las ha arreglado para convertir la empresa
en una catástrofe increíble. Y eso obedece en parte a la forma en que
ha tratado a la gente, pues engendra resistencia, odio y miedo.”

El próximo domingo se celebrarán las
tan esperadas elecciones iraquíes, pero Chomsky expresa que los
discursos sobre un Irak soberano, independiente y democrático son “una
mala broma. No veo ninguna posibilidad de que Gran Bretaña y Estados
Unidos permitan un Irak soberano e independiente; es casi inconcebible.
Tendría mayoría chiíta, y es probable que uno de sus primeros pasos
fuera tratar de reconstruir relaciones con Irán. No es que los chiítas
iraquíes sean partidarios de Jameini (el líder supremo de Irán);
quieren ser independientes, pero es una relación natural e incluso en
el régimen de Saddam comenzaban a restablecer vínculos con Irán
".

“Eso podría instigar cierto grado de
autonomía en las regiones mayoritariamente chiítas de Saudiarabia, en
las cuales, por cierto, es donde hay más petróleo. Se podría proyectar
en un futuro no muy lejano una posible región dominada por los chiítas,
con inclusión de Irán, Irak y las regiones petroleras de Saudiarabia,
que de hecho monopolizaría las principales fuentes de petróleo del
mundo. ¿Va Estados Unidos a permitir eso? Por supuesto que no.

“Además, un Irak
independiente restauraría su posición como gran potencia, tal vez
dominante en el mundo árabe, lo cual significa que trataría de
rearmarse y confrontar al enemigo regional, que es Israel. Bien podría
desarrollar armas de destrucción masiva para enfrentar las de Israel.
Es inconcebible que Washington y Londres lo permitan.”

Chomsky cree que las comparaciones de
Irak con Vietnam son desacertadas, sobre todo porque Vietnam no fue al
final de cuentas una derrota para los objetivos estratégicos
estadounidenses. “Los recursos vietnamitas no tenían
tanta significación. Irak es diferente: es el último rincón del mundo
en el que quedan enormes yacimientos petroleros, tal vez los mayores
del mundo, o casi. Se trata de que los ingresos provenientes de esa
riqueza lleguen a los bolsillos debidos, es decir, los de las
corporaciones de Estados Unidos, en primer lugar, y después las de Gran
Bretaña. Y el control de esos recursos coloca a Washington en posición
muy poderosa para ejercer influencia sobre el mundo.”

Se distancian antiguos colegas

Uno de los acontecimientos más
sorprendentes posteriores al 11-S ha sido el distanciamiento entre
Chomsky y antiguos colegas de izquierda, sobre todo el escritor
Christopher Hitchens, quien lo acusa de “fabricar excusas para el
fascismo teocrático” y de ejercer “la equivalencia moral” en sus
análisis del 11-S y del imperialismo estadounidense. “Es estremecedora la forma en que Chomsky ha transformado su apoyo a los de abajo en respaldo a los perros rabiosos”, declaró HItchens.

Al respecto Chomsky comenta: “No
me interesan los desplantes y berrinches de las personas. ¿Qué
significa eso, equiparar el 11-S a los crímenes estadounidenses? Ni
siquiera se puede comparar el 11-S con lo que llaman el otro 11-S al
sur de la frontera".

El 11 de septiembre de 1973, en Chile,
el presidente fue asesinado, la democracia más antigua de América
Latina fue destruida, el número oficial de muertos llegó a 3 mil, y el
número real probablemente sea el doble. En proporción a Estados Unidos
serían 100 mil. El golpe instauró una dictadura brutal y despiadada, un
virus que se propagó a buena parte del resto de América Latina y ayudó
a inducir una tremenda ola de terror. ¿Cómo se compara eso con el 11 de
septiembre de 2001? Si se cuentan números y consecuencias, es mucho
peor. Pero no tiene sentido la comparación. Cada una por sí misma es
una atrocidad. Y las atrocidades que nos interesan son las que podemos
detener.

“Cuando Gran Bretaña y
Estados Unidos invadieron Irak, era razonable prever que incrementarían
la amenaza de terror, y así ha ocurrido. Están contribuyendo de nuevo
al terror de la variedad del 11-S, que probablemente se dirija contra
Estados Unidos, lo cual sería terrible. Tarde o temprano el terrorismo
estilo jihad y las armas de destrucción masiva se unirán, y las
consecuencias podrían ser horrendas. Así pues, si nos importa el
terrorismo estilo jihad, no debemos contribuir a alentarlo.”

Enfrentar el terrorismo, en opinión de
Chomsky, requiere de un “programa dual” en la línea del que “Gran
Bretaña aplicó en Irlanda del Norte”. Explica: “los
actos terroristas son crímenes; así pues, se captura a los culpables,
se emplea la fuerza si es necesario y se les somete a un juicio justo.
Ellos desean apelar a la reserva de comprensión existente hacia sus
actividades, incluso por parte de personas que los detestan y les
temen. Si pueden movilizar esa reserva, ganan. Podemos ayudarlos a
movilizar esa reserva mediante la violencia, o reducirla mediante la
atención a demandas legítimas".

Cada vez que se recurre a la violencia
se hace un obsequio a los jihadistas. Responder con una violencia que
golpea a civiles es un regalo a Osama Bin Laden: se le otorga la
propaganda que desea para decir: “Tenemos que defender el Islam contra los infieles de Occidente que intentan destruirlo. La nuestra es una lucha de defensa”.

“Si queremos movilizar
esa fuerza, ésa es la manera de intervenir. Pero existe otra forma, que
es poner atención a los reclamos legítimos. Y eso también es
intervención.”


[1] Colección de textos contrarios a Chomsky, compilada por Peter Collier y David Horowitz

[2] Columnista de Vanity Fair. (N. del T.)