Especulemos...

Por Omar Ospina García

En un artículo reciente que circula en la red, el conocido analista político norteamericano Noam Chomsky cita el último libro del experto en Derecho Internacional Michael Byers, La guerra legal: introducción a la ley internacional y al conflicto armado, en

el cual Byers se pregunta cómo podrá la humanidad sobrevivir a “la tensión

entre un mundo que desea un sistema legal sustentable y una superpotencia que poco parece inquietarse por ello”.

No es vana preocupación. A los Estados Unidos no les interesa un “sistema legal sustentable” en el planeta, sino la aplicación irrestricta del Destino Manifiesto que coloca a esa nación en el papel de redentor de la humanidad, a caballo de “virtudes morales exclusivas de los Estados Unidos” que reafirman su misión redentora gracias a “un destino ordenado por Dios”, como lo indica el historiador William Earl Weeks en su libro John Quincy Adams y el imperio global estadounidense.

Y, además, la ejecución sin reservas ni atenuantes de la Doctrina Clinton, consistente en que, de acuerdo con un informe del Pentágono al Congreso en 1997, los Estados Unidos tienen el derecho a usar la fuerza militar “de manera unilateral, en caso de ser necesario”, a fin de defender vitales intereses tales como “asegurar el acceso sin traba alguna a mercados esenciales, abastecimientos de energía y recursos estratégicos”.

Lo anterior, evidentemente, coloca el asunto en términos definitivos e inmodificables porque cuando las cosas se hacen en nombre de Dios, por perversas, absurdas e injustas que sean, ya están aprobadas y bendecidas. Como no tenemos acceso a Dios en forma directa como los presidentes norteamericanos, no hay ante quien apelar. Los ruegos del Papa, de varios Papas no solamente de Juan Pablo II, porque la política internacional sea más justa y equilibrada, desoídos siempre por la Casa Blanca, dan a entender que en la línea directa entre Dios y el ocasional inquilino de la Oficina Oval, no cabe influencia ni mediación ni siquiera del Vicario de Cristo.

Lo que no parece evidente es que la política exterior norteamericana quiera lograr un mundo mejor para todos, aunque sea bajo su vigilancia paternal y ...atómica. En la dura y cruda realidad, lo que pretende la superpotencia es asegurarse los recursos energéticos mundiales para su propio despilfarro -decir para su uso no sería lo correcto-, sin que le importe un comino la suerte del resto de la humanidad, prescindible sin duda para su autoproclamada condición de pueblo elegido por Dios, tal como también se proclama su socio en tan divina condición, Israel.

Preguntarse uno mismo si la religión y la fe le han traído a la humanidad más desgracias que beneficios, parecería irrelevante.

Queda una pregunta práctica: ¿Por qué el empeño de los Estados Unidos ya no solo en adueñarse de los recursos energéticos de Oriente Medio (y de algunos lugares más como Venezuela, por ejemplo), sino en impedir que otras naciones del planeta tengan acceso a la energía nuclear, incluso para fines pacíficos? Tal vez, especulando, sea porque ya tienen resuelto el tema de la energía para el futuro, no quieren compartir el secreto, pero esperan acabar con el petróleo antes de poner la nueva tecnología en el mercado para asegurarse el dominio mundial por toda la eternidad. Amén, porque el asunto es con permiso de Dios.

E-mail: oospina@hoy.net

Fuente: HOY Online
Ilustraciones bellaciao