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Historia de una traición

Publie le Lunes 7 de marzo de 2005 par Open-Publishing
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Tres soldados infiltrados por la guerrilla fueron los causantes de la tragedia de Iscuandé, el ataque más brutal de las Farc en este gobierno.

 De los 58 uniformados que estaban en la base de Iscuandé, 16 murieron y 25 quedaron heridos.

Revista Semana
Bogotá 6 de marzo de 2005

La semana pasada se cumplió un mes del más cruento golpe que la guerrilla les ha dado a las Fuerzas Militares durante el gobierno del presidente Álvaro Uribe. En la madrugada del primero de febrero un grupo de cerca de más de 100 guerrilleros atacaron la base de infantería de marina ubicada en el municipio de Iscuandé, Nariño. Como resultado de esa acción de los 58 uniformados que prestaban su servicio en la base, 16 murieron y 25 más quedaron heridos. Durante las últimas semanas la forma como se efectuó el ataque fue objeto de múltiples especulaciones y conjeturas.

SEMANA tuvo acceso a los expedientes y a la investigación de la Fiscalía, la Justicia Penal Militar y los informes secretos de la inteligencia naval que revelan qué fue lo que pasó en el ataque a la base de Iscuandé. La investigación del caso tiene 466 páginas, a lo largo de las cuales hay más de 30 testimonios de infantes de marina, habitantes del pueblo, funcionarios públicos, guerrilleros y reinsertados, entre otros. El voluminoso expediente contiene también reveladores análisis y pruebas técnicas de los peritos del CTI y del Ejército. Los resultados de las investigaciones son tan estremecedores como sorprendentes.

Aunque ha pasado un mes desde el ataque, el tema seguirá dando mucho de qué hablar. El caso fue asumido por la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General y en los próximos días serán dictadas las medida de aseguramiento contra varios infantes de marina retenidos en instalaciones militares en Cali y Bogotá, e investigados por haber ayudado a los guerrilleros. La mayoría de las víctimas del ataque eran infantes de marina campesinos, al igual que los principales sospechosos de haber colaborado con la guerrilla. Esto cobra importancia ya que el martes de la semana pasada un fallo del Consejo de Estado les ordenó a las Fuerzas Militares y de Policía no enviar a zonas de conflicto soldados campesinos, bachilleres o auxiliares de policía debido a que no tienen la preparación necesaria para estar en ’zonas rojas’.

SEMANA revela los principales puntos de las investigaciones de la Fiscalía, la Justicia Penal Militar y la Armada Nacional.

Las inspecciones técnicas realizadas por miembros del CTI, la Fiscalía y expertos en explosivos del Grupo Marte de la III División del Ejército concluyeron que, a diferencia de lo que se dijo oficialmente, la base nunca fue atacada con cilindros. "En las inmediaciones de la base no se encontraron indicios de un ataque masivo con cilindros ni con morteros y granadas hechizas", afirma uno de los apartes de la investigación. El ataque comenzó desde el interior de la base y se utilizaron cuatro cargas explosivas que fueron ubicadas estratégicamente. Una en el alojamiento del comandante de la base, otra en el armerillo y dos cargas más en el dormitorio de los infantes. "En el área de construcción se encuentran cuatro cráteres distribuidos en forma estratégica...Las explosiones fueron simultáneas y crearon un efecto de destrucción de adentro hacia fuera...", dice el informe técnico.

Cuatro de los cuerpos de los infantes que murieron en el interior de la base tenían tiros de gracia. Los investigadores tienen claro que no fueron asesinados por los guerrilleros ya que éstos no ingresaron hasta los alojamientos en donde estaban los cuerpos.

El ataque a la base no fue ejecutado sólo por hombres del frente 29 de las Farc. Participaron también cerca de 40 guerrilleros del ELN pertenecientes a la columna Comuneros del Sur. Los miembros de las Farc llegaron por el río Iscuandé en ocho lanchas alrededor de la 1:30 de la mañana.

Según la investigación, los guerrilleros consiguieron información de elementos infiltrados, y de otro que meses atrás había desertado, sobre cuál era la mejor hora para el ataque. Sabían que tenía que ser en la madrugada ya que a esas horas la marea baja impedía que las embarcaciones de combate de las bases cercanas pudieran navegar por canales por los cuales podían llegar rápidamente.

Un mes antes del ataque ya había información confiable de concentración de guerrilleros. En los libros de registros de la base se anotó que, por ejemplo, a las 7 de la noche del 5 de enero llegaron hasta un campamento subversivo a pocos minutos de Iscuandé ocho lanchas cargadas con guerrilleros. También, que esa misma noche varios infantes de Marina, la Policía y los pobladores vieron movilizarse por la cabecera de la pista de aterrizaje a otro grupo de por lo menos 20 guerrilleros con brazaletes del ELN.

De acuerdo con los testimonios de los habitantes y de los infantes sobrevivientes, ocho días antes del ataque vieron en repetidas oportunidades numerosos grupos de guerrilleros, los cuales se dirigían a un lugar conocido como Morongo, a pocos minutos de Iscuandé. Varios pobladores, incluidos familiares de algunos de los infantes campesinos que estaban en la base, informaron que se estaba reuniendo un gran número de guerrilleros para efectuar un ataque.

La base no fue destruida por un ataque con cilindros. Los únicos que había en el lugar eran los de la cocina, que a pesar del fuego, no explotaron
Los búnkeres de defensa de la base eran precarias construcciones de bultos de arena cubiertos con un plástico negro
La noche anterior al ataque, 31 de enero, varios infantes de marina reconocieron en Iscuandé a guerrilleros del ELN y Farc que estaban ultimando los detalles y las labores de inteligencia para el ataque en un bar y un billar del pueblo. Algunos habitantes también informaron a la base lo que estaba ocurriendo, y que con los guerrilleros estaban los infantes Obando y Vélez. Esa información fue corroborada por otros infantes, quienes le advirtieron al comandante de la base.

Según los testimonios de los suboficiales y de los infantes, a pesar de la contundencia de las informaciones que señalaban la inminencia del ataque, el comandante de la base no las valoró ya que si reportaba esa ’novedad’ le ordenarían quedarse en la base y no podría salir de permiso al día siguiente, como lo tenía planeado.

Una semana antes del ataque había sido capturado un guerrillero de las Farc infiltrado. El infante, que tenía una orden de captura del juzgado penal militar del batallón de infantería de marina # 70 con sede en Tumaco, confesó detalles y contó sobre la inminencia del ataque. Esa información nunca se utilizó.

No existían estudios de seguridad, información personal o familiar de la mayoría de los infantes de Marina campesinos. Después del ataque, y como desarrollo de la investigación de la Fiscalía y la justicia penal militar, se ha logrado determinar que algunos infantes pertenecían desde hacía varios años a estructuras guerrilleras. Por lo menos tres de ellos eran miembros reconocidos de los ’Comuneros del Sur’, una facción del ELN que actúa en la zona de Iscuandé. La investigación demostró que por lo menos dos infantes más fueron parte del frente 29 de la Farc. La selección de los infantes fue poco rigurosa, al extremo que, por ejemplo, el infante Raúl Obando confesó haber cometido un homicidio y aun así fue incorporado a las filas.

Siete testigos afirman que la noche del ataque un concejal de Iscuandé hizo parte de la columna guerrillera y disparó contra los uniformados. Las investigaciones establecieron que en el pueblo y la base tenían, desde noviembre pasado, información confiable según la cual ese funcionario compraba material de intendencia a los infantes para llevarlo a un campamento guerrillero. Al final del ataque, sobre las 5:30 de la mañana, el funcionario utilizó una lancha oficial para trasportar a los guerrilleros en la retirada.

El ataque se planeó, como mínimo, desde noviembre del año pasado. Un comerciante que duró un mes secuestrado por el ELN y quien fue liberado a comienzos de diciembre de 2004 le había informado al comandante de la base y otras autoridades que en el campamento en donde estaba retenido, cerca de Iscuandé, fue testigo de las reuniones entre miembros del ELN y el frente 29 de las Farc en las que se diseñó el plan de ataque. El testigo advirtió que vio al infante Cardenio Estupiñán, quien desertó de la base, y otros infantes activos cuando acudieron en varias oportunidades a la planeación del ataque.

Las cargas explosivas fueron ubicadas en lugares estratégicos dentro de la base. El objetivo era derrumbar toda la estructura
Las investigaciones de la Fiscalía y la justicia demostraron que cerca de 10 infantes de marina no estuvieron en la base durante el ataque. Algunos estaban evadidos y otros, sin explicaciones, nunca llegaron a la base.

Los búnkeres principales de vigilancia de la base, los que están sobre el río Iscuandé, estaban abandonados cuando desembarcó la guerrilla, lo que facilitó el ataque. El encargado de custodiar el búnker clave, conocido como la Bonga, era el infante Raúl Obando, quien abandonó su posición entre 20 y 30 minutos antes del ataque.

En la billetera del infante Raúl Obando, los miembros de inteligencia de la Armada encontraron dos hojas, escritas de su puño y letra, con lo que se conoce como ’oración del guerrillero’. Es una especie de plegaria utilizada por algunos subversivos para pedir protección contra las balas y la Fuerza Pública antes de realizar un ataque. "Llama la atención que (Obando) porte este tipo de oraciones contra la Fuerza Pública cuando él pertenece a una institución militar...", dice uno de los apartes del informe confidencial de inteligencia naval.

Las investigaciones determinaron que el Infante Obando, sospechoso de haber colaborado en el ataque, había sido miembro de las Farc. De acuerdo con el testimonio de un primo hermano de Obando (que fue militante del frente 29 durante varios años) cuando fue reclutado por las Farc, Raúl Obando ya estaba en la subversión y tenía bajo su mando un grupo de 25 combatientes.

Siete de los infantes sobrevivientes, la mayoría compañeros de infancia de Raúl Obando, confirmaron en sus declaraciones a la Fiscalía que en la base se sabía que Obando era miembro del frente 29 desde el año 2000 y había delinquido en el sector de Sanabria, Nariño. Contaron también que Obando llegó a Iscuandé porque tuvo que abandonar la zona en donde actuó durante años debido a que asesinó a una persona y sus comandantes en la guerrilla lo trasladaron. Allí, según las investigaciones, recibió la misión de infiltrarse.

"...Yo sí tuve problemas en Sanabria, al tipo que maté se llama Silvio, de eso hace unos ocho años. Él mató al marido de una prima mía y yo lo miré (sic)como a los dos o tres meses, estábamos tomando y yo le pegué un tiro y de allí yo me vine para Iscuandé", reconoció el infante Raúl Obando ante la Fiscalía.

Pocos días antes del ataque los infantes de la base vieron que Raúl Obando se reunió e ingresó a las instalaciones militares a una mujer que era la compañera del infante de Marina Cardenio Estupiñán, quien en junio de 2004 robó fusiles y material de dotación de la base y desertó para ingresar al frente 29 de las Farc.

Las investigaciones de la Fiscalía y la Justicia Penal Militar establecieron que desde varias semanas antes del ataque los infantes Raúl Obando e Ignacio Garcés acudían a reuniones en una casa del pueblo con reconocidos militantes del frente 29. Los infantes iban a ser investigados porque había conocimiento de que robaban y vendían material de intendencia de la base para entregarlo a los guerrilleros. Por lo menos 12 testimonios de los compañeros de Obando y Garcés, ante la Fiscalía y la Justicia Penal Militar, coincidieron en afirmar que Obando, Garcés y otros infantes no sólo hurtaban y robaban material de guerra sino que además mantenían una amistad cercana con miembros de la guerrilla.

Las investigaciones corroboraron que Obando abandonó la base con rumbo desconocido desde las primeras horas de la mañana del día del ataque. El infante apareció nuevamente en el pueblo cerca de las 8 de la noche, cuando lo vieron en un bar con dos milicianos de las Farc. Obando regresó a la base hacia las 10 de la noche y dos horas después se fue hasta el búnker, el principal, en el cual debía prestar guardia. Treinta minutos antes del ataque abandonó su puesto. El búnker de Obando, por el que comenzó el ataque e ingresaron la mayoría de guerrilleros, no tenía pruebas de haber sido atacado. "Ese búnker no presenta huellas de violencia alguna", concluyó el fiscal del caso durante una inspección al lugar.

Según la investigación de la Fiscalía y la Justicia Penal Militar, poco después de haber finalizado el ataque los infantes Raúl Obando, Ignacio Garcés y Jorge Vélez llegaron hasta la base con sus uniformes impecables y sin ningún signo evidente de haber participado en el combate.

La noche del ataque el infante Vélez, encargado de suministrar las linternas a los guardias de todos los búnkeres, nunca entregó estas a sus compañeros, lo que imposibilitó que pudieran ver en medio de la oscuridad. Vélez jamás había incumplido con esa labor que desempeñaba desde hacía varias semanas. Para la Fiscalía y la Justicia Penal militar es sospechoso que justamente la noche que más se necesitaron las linternas Vélez no apareció, y no tiene una explicación lógica para explicar el hecho.

"Estábamos en el búnker del armerillo y llegó Obando. Estábamos disparando hacia el puente porque se estaban metiendo. Obando me decía que no les disparáramos, que eran de los nuestros. Yo me di cuenta que no eran de los nuestros y seguí disparando. De repente sentí un quemonazo por detrás de la pierna, voltee a mirar y estaba sólo Obando. Me miró, me tiró el fusil, me pegó en el pecho y salió corriendo. El fusil ya no tenía tiros. Este testimonio, ante la Fiscalía y la Justicia Penal Militar, de uno de los infantes sobrevivientes, es otro de los indicios más fuertes en contra de Obando el cual indica, en concepto de los investigadores, que el infante pudo ayudar desde adentro a la guerrilla.

"¿Qué comentarios había en el pueblo acerca de cómo se hizo la toma?", pregunta el fiscal. "Que hubo cargas puestas y todos los campesinos (infantes) tenían sospechas que fue Obando; sospechaban que le dieron plata, que el tipo fue quien las puso o ayudó a a ponerlas. Anoche (Obando) me hizo el comentario que si me meten en esto, que me metan, que él tenía plata para pagar un abogado...", le contó el infante Garcés a la Fiscalía al día siguiente del ataque.

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