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El significado de la guerra: Una perspectiva heterodoxa

Publie le Lunes 14 de marzo de 2005 par Open-Publishing

Por James Petras *

I. Introducción

Este documento tratará de las
causas sociales, políticas, económicas, psicológicas e ideológicas y
los impactos de la guerra sobre la historia contemporánea. Es obvio que
no podemos explorar todos estos campos al detalle; así pues nos
centraremos en lo que consideramos los aspectos más importantes de
estas categorías generales.

La primera pregunta que requiere clarificación
es "¿qué guerras?" Hay por lo menos
cuatro tipos de guerras que tienen importancia global. Las
primeras y más significativas en términos de la
presente y futura configuración de las relaciones
interestatales, son las guerras imperialistas - como las invasiones
estadounidenses de Yugoslavia, Afganistán e Irak, que han
conducido a la imposición forzada de gobierno colonial directo
o indirecto, al establecimiento de bases militares y a la apropiación
de recursos estratégicos, rutas terrestres y/o agua.

El segundo tipo de guerra son los "conflictos
étnico-separatistas" como la toma albanesa del yugoslavo
Kosovo, o la toma Kurda del norte de Irak. Aunque los conflictos
separatistas se libran en el seno de un marco estratégico
imperial más grande, los participantes locales le aportan sus
propias "demandas históricas" para justificar su
guerra contra el gobierno central existente.

El tercer tipo es el de las guerras
"coloniales-territoriales", mejor ejemplificado por la
expulsión israelí de los Palestinos, la apropiación
arbitraria de tierra y de recursos, su denegación de
autogobierno y el asentamiento de judíos en tierra Palestina
tomada por medio de la fuerza armada.

El cuarto tipo de guerras el de las "guerras regionales",
localizadas principalmente en África y en Asia, donde los
regímenes agresivos invaden países vecinos, sobre
todo los colindantes -que normalmente contienen metales preciosos-
Esto es lo que ocurre en Sudáfrica, donde Ruanda ha ocupado
una importante zona del Zaire Oriental.

Aunque cada una de estas guerras tiene sus especificidades; surge la
pregunta acerca de si estas guerras están vinculadas a los
proyectos de construcción imperial de EE.UU., la Unión
Europea (UE) u otros poderes imperiales emergentes. La respuesta es
compleja y depende del nivel de análisis al que el problema se
someta. Muchos de estos conflictos son anteriores a los esfuerzos
actuales de construcción imperial estadounidense; en muchos
casos, las élites locales visualizan la guerra como una fuente
de enriquecimiento de clase, personal o nacional. Podemos especular
con que los conflictos de este tipo continuarán en un futuro
(distante), en un periodo "post imperial", cuando los
sátrapas locales intenten hacerse con los ‘fragmentos’
de un imperio mundial en declive.

No obstante, cualesquiera que sean las
‘demandas históricas’ y los intereses locales implicados,
todas estas guerras contemporáneas están vinculadas de
modos específicos a la construcción imperial en curso
de EEUU y de la UE. EEUU ha apoyado de forma consistente a los
movimientos separatistas de base étnica, como el Ejército
de Liberación de Kosovo o los terroristas de Chechenia para
debilitar a los estados nacionales (Yugoslavia, Rusia) que eran el
objetivo de Washington. Como consecuencia Washington consigue un
nuevo régimen clientelar, importantes bases militares y
ventajas geopolíticas estratégicas mientras va minando
a un enemigo de sus pretensiones unipolares. EEUU proporciona armas y
ayuda financiera a la expansión colonial israelí y a la
guerra contra los Palestinos y los países árabes. Esto
ha debilitado a los estados árabes opuestos a la construcción
imperial norteamericana a la vez que ha provocado una mayor
resistencia popular de masas. La influencia ideológica y el
poder político y financiero de las organizaciones e individuos
pro israelíes de dentro y fuera del gobierno han reforzado el
ala más belicosa y militarista de los constructores del
imperio estadounidense, sobre todo en Oriente Medio, a menudo por
cuenta de corporaciones multinacionales americanas que buscan entrar
en acuerdos con regímenes locales.

El imperialismo americano tiene una relación
contradictoria con los separatistas y los estados coloniales: por
una parte mina a los nacionalistas anti imperialistas y por otro
lado, sus demandas territoriales amenazan con minar los lazos
imperiales con los regímenes clientelares (como en el caso de
Kurdistán Iraquí y la República de Turquía).
Es más, la estrategia imperial de apoyar a los nacionalistas
islámicos contra la izquierda secular (como en el caso de
Afganistán y Yugoslavia) ha llevado a nuevas
confrontaciones violentas entre el imperio y sus antiguos ‘aliados’
islámicos cuando Washington intentó usarlos y
desecharlos para sustituirlos por regímenes títere
neo-liberales más dóciles.

En
las condiciones en que la construcción imperial estadounidense
y europea está siendo conducida por una doctrina de guerras
permanentes, hay pocas guerras, si es que hay alguna, regionales,
locales o separatistas que sean puramente locales - tanto en sus
causas o como en sus consecuencias.

II: Fuerza Motriz de la
Guerra: Colaboración inter-imperial y Competición.

La clave del acelerado ritmo de construcción
imperial durante la última década son los "espacios
abiertos" resultantes de la caída de los estados
colectivistas (URSS, Europa Oriental y Asia) y sus dependencias
extranjeras y aliados en África y en otras partes. EEUU y la
UE incorporaron con éxito estos países
‘ex-colectivistas’ a su esfera de dominación; militar,
económica y culturalmente. Europa ganó el control
sobre recursos estratégicos, mano de obra experimentada
barata e importantes industrias, incorporando a estos
países, como subordinados, dentro de la Unión Europea.
EEUU logró ventajas económicas similares pero también
estableció bases militares y reclutó a fuerzas
mercenarias militares para sus invasiones imperiales (en Yugoslavia,
Afganistán e Irak) así como apoyos políticos
en las Naciones Unidas. Washington respaldó la ilegal toma de
poder de Yeltsin y así proveyó apoyo a su régimen
corrupto, destructivo, oligárquico que literalmente destrozó
la economía y la sociedad rusa. En el transcurso del
apoyo a Yeltsin, el sistema financiero estadounidense recibió
centenares de miles de millones de dólares en transferencias
ilegales efectuadas por los oligarcas apoyados por EEUU. Europa y
EEUU se asociaron a los oligarcas para el pillaje de los
recursos petrolíferos y del gas de Rusia. EEUU consiguió
la supremacía militar mundial y procedió a construir un
"un arco de cerco" alrededor del debilitado estado ruso,
por medio de sus nuevos estados clientelares incorporados a la OTAN.
Desde los Estados Bálticos a través de Europa Central y
Oriental hasta los Balcanes y desde el Cáucaso hasta Asia
Central y del Sur, Washington ha establecido ejércitos locales
y bases militares bajo mando estadounidense.

Europa, concentrándose en la dominación
económica, penetró estas mismas regiones, apoyándose
en la ayuda y financiación de sus multinacionales y a la
corrupción de los nuevos políticos capitalistas.

La conquista conjunta
‘cooperativa’ de la UE y EEUU de Europa del Este, los
Balcanes y los países Bálticos se basó en
"decisiones compartidas y reparto del botín de
conquista". Esta redivisión del mundo entre EEUU y la UE
se acabó, sin embargo, con la oleada de guerras imperiales más
recientes, que empieza con las invasiones estadounidenses de
Afganistán e Irak. Washington decidió actuar
unilateralmente para monopolizar la toma de decisiones y la
ocupación colonial de estos países, relegando a Europa
a un papel subordinado bajo mando estadounidense y con muy pocos
derechos al botín de conquista. Las dos principales potencias
de la Unión Europea, Francia y Alemania, concedieron a Estados
Unidos la supremacía en Afganistán pero se opusieron al
monopolio estadounidense sobre la riqueza petrolífera
Iraquí. El conflicto EEUU-UE sobre Irak ilustra la
competición inter imperialista por la redivisión de la
riqueza del mundo y las neocolonias. Los estados imperiales de
la UE, confiando en sus instrumentos económicos principalmente
 bancos, corporaciones multinacionales, comercio patrocinado por el
estado y acuerdos de inversión - estuvieron desafiando los
intentos estadounidenses del establecimiento de supremacía
regional y mundial y la subordinación de Europa a través
del monopolio de los recursos energéticos.

En Irán, Irak, Libia, Rusia, el Cáucaso
y América Latina, las multinacionales petroleras y gasísticas
de la UE habían conseguido suministros energéticos a
largo plazo a través de inversiones directas o acuerdos de
estado a estado. Los arquitectos del poder global estadounidense
decidieron socavar la tensa competición económica de la
UE apoyándose en la "ventaja comparativa" del poder
militar de Washington - para lanzar la invasión de Irak
unilateralmente, monopolizar la riqueza petrolera de Irak y
prepararse para futuras guerras por el petróleo en Oriente
Medio (Irán y otros) y en otras partes (Venezuela).

La doctrina de guerra permanente de Washington estaba en oposición
estratégica a la doctrina de la UE del "imperialismo
económico" e intervención militar selectiva y
limitada. A pesar de las significativas diferencias sobre Oriente
Medio, tanto la UE como EEUU todavía hallan espacio para la
cooperación en la imposición de esferas de influencia
conjunta en varios países y regiones, a saber, Afganistán,
Haití y África. La cooperación y el conflicto
entre los grandes poderes imperiales por redividir el mundo en
esferas de colonización, dominación e influencia son la
clave para entender el significado de la guerra a finales del siglo
XX y en el nuevo milenio.

III. Erosión e
Inversión de la Memoria Histórica.

La
reemergencia de guerras coloniales y gobernación colonial en
el siglo XXI y el crecimiento de los movimientos de liberación
nacionales y la resistencia anticolonial reflejan la erosión
de la memoria histórica en los países imperiales,
entre los intelectuales occidentales así como entre sectores
de las masas (sobre todo en EEUU) y de las elites.

"La
erosión de la memoria histórica" fue evidente en
Europa entre las dos guerras mundiales, cuando Alemania se rearmó
y se preparó para conquistar y colonizar Europa. La conciencia
pacifista de Alemania, incluso revolucionaria y antimilitar que
surgió inmediatamente después de la Primera Guerra
Mundial duró unos 15 años, tras los cuales los
nazis fueron capaces de lanzar a Alemania a un nuevo frenesí
de rearme y de conquista territorial. En el período posterior
a la Segunda Guerra Mundial, el sentimiento anti guerra de las masas
norteamericanas, que reflejaba los horrores de la muerte e invalidez
ha sido de corta duración. Un breve período de 5 años
tras la Segunda Guerra Mundial (1945-49) antes de lanzarse a
la guerra en la península Coreana (1950-53); a la que
siguió un sentimiento masivo “contra la guerra” desde 1953
a 1963; la invasión estadounidense de Indochina y la
guerra de 12 años (1963-1975) llevó a la reemergencia
de amplios sentimientos anti guerra de masas que continuó
durante 15 años hasta la Primera Guerra del Golfo. Durante los
noventa, el sentimiento anti guerra estadounidense resurgió
temporalmente justo antes de la Segunda Guerra del Golfo
(enero-febrero del 2003) y después virtualmente desapareció,
por lo menos de las calles. "La memoria histórica de las
masas", nos enseña la historia, que puede ser un
sentimiento temporalmente poderoso para imponer restricciones al lado
militarista de la expansión imperialista, pero la historia
también demuestra que la "memoria" puede ser
erosionada y vencida durante un período de tiempo (más
corto o más largo) por quienes toman las decisiones imperiales
y determinados propagandistas.

La
"memoria histórica" juega un papel positivo
limitando las guerras imperiales bajo ciertas condiciones y dentro de
un marco limitado en el tiempo. La memoria de muertes a gran
escala y de las bajas entre los soldados imperiales, de crisis
económicas profundas derivadas del gasto militar y la pérdida
de mercados comerciales, profundos conflictos políticos
internos e inestabilidad, desmoralización y descontento entre
los soldados imponen un grave, aunque limitado en el tiempo,
constreñimiento sobre la capacidad de ejecución de la
guerra imperial. El síndrome anti guerra de las masas es
anatema para los ideólogos del imperialismo, los que elaboran
las políticas y las corporaciones internacionales. Como
consecuencia, es puesto en marcha un proceso deliberado y consciente
de erosión. La "memoria histórica" es
modificada por un juego acumulativo de acontecimientos, declaraciones
ideológicas ambiguas y acciones militares a pequeña
escala que con el tiempo llevan al resurgimiento del sentimiento
masivo en pro de la guerra y al eclipse de la memoria histórica.

La
"memoria histórica" es más fuerte entre
aquellos que experimentaron y vivieron de modo más cercano las
consecuencias devastadoras de una "guerra imperialista
perdedora". El punto culminante de la "memoria" es el
momento inmediato que sigue a una guerra imperial destructiva y
costosa. A continuación, la memoria se erosiona con el tiempo,
cuando surge una nueva generación y la ideología supera
las experiencias y creencias transmitidas entre generaciones.

La
experiencia norteamericana que siguió a la derrota imperial en
la guerra Indochina es ilustrativa de los mecanismos de "erosión
de la memoria".

Los
primeros pasos hacia la erosión tuvieron lugar justo tras el
final de la Guerra de Vietnam durante la presidencia de James Carter
(1976-80). Carter desarrolló la doctrina de intervención
en los derechos humanos - aplicando selectivamente la retórica
"humanitaria" para intentar relegitimar la ‘intervención’
estadounidense en un momento en el que la conciencia de las masas
se oponía profundamente a nuevas guerras
imperialistas pero que era sensible a los llamamientos por los
derechos humanos. En segundo lugar, Carter financió y respaldó
una serie de movimientos y regímenes terroristas subrogados en
Centroamérica (Nicaragua, África del Sur y Afganistán)
que permitieron a Washington continuar su exigencia en la edificación
del imperio. En tercer lugar Carter provocó una
importante confrontación con Irán al proporcionar asilo
al depuesto y despreciado Shah; que llevó a la toma de la
embajada norteamericana. Carter usó el incidente para invertir
el declive del gasto militar. En cuarto lugar, la administración
Carter, con apoyo financiero de Arabia Saudita y logístico
de Pakistán reclutó y armó a decenas de miles de
fundamentalistas islámicos para que unieran fuerzas con
terratenientes, señores de la guerra y mullahs indígenas
Afganos, para un ataque al régimen afgano, secular, reformista
y pro soviético. El propósito del régimen de
Carter fue provocar la ayuda militar soviética a gran escala
al asediado régimen Afgano, como pretexto para relanzar una
"Segunda Guerra Fría" y acelerar la remilitarización
del imperio estadounidense. A través de movimientos de
propaganda y del compromiso militar indirecto, Carter empezó
el proceso gradual de ganar adherentes a la guerra imperial y
erosionar además la poderosa "memoria histórica"
opuesta a la guerra.

El
presidente Reagan extendió y ahondó este proceso
acelerando el rearmamento, implicándose en una guerra
mercenaria contra Nicaragua, y ahondando las guerras subrogadas de
Afganistán y África del Sur. Bajo Reagan y
seguidamente bajo Bush (padre) EEUU lanzó guerras imperiales
contra Granada y Panamá - países débiles
y pequeños - que Washington logró conquistar con un
mínimo de bajas. Dado el ‘bajo costo’ en vidas
estadounidenses perdidas y los resultados rápidos y exitosos,
la conciencia histórica de las masas fue "modificada"
para aceptar o consentir una vez más el uso de la guerra para
establecer el poder estadounidense, en circunstancias específicas.
La memoria histórica todavía era un sentimiento
mayoritario en vísperas de la primera Guerra del Golfo:
la mayoría del público estadounidense se opuso a la
Guerra del Golfo de 1990 hasta que empezó. Una vez más
el aplastante triunfo militar y la pérdida mínima de
vidas estadounidenses llevaron a un cambio dramático hacia el
apoyo de las masas a la guerra.

El
Presidente Clinton continuó la guerra aérea contra Irak
y la ocupación militar del norte del país. La
memoria histórica se estaba erosionando. Clinton no se
enfrentó a ninguna oposición a la guerra aérea
pero cuando envió tropas estadounidenses a Somalia y fueron
matados casi dos docenas de soldados estadounidenses, los "recuerdos"
resurgieron y Clinton retiró las tropas rápidamente.

Uno
de los golpes más grandes a la ‘memoria histórica’
y un hecho que despejó el camino para las subsecuentes guerras
imperiales contra Afganistán e Irak, fue la guerra de Clinton
contra Yugoslavia. Clinton, ayudado por una campaña de
propaganda de falsificación masiva, declaró que el
gobierno de Yugoslavia estaba llevando a cabo un genocidio contra los
musulmanes bosnios y los albaneses de Kosovo. La guerra
imperialista se transformó en una "guerra humanitaria".
Ciudades, hospitales, fábricas, emisoras de radio y
centros de población de civil fueron bombardeados y la alianza
de EEUU/OTAN rompió Yugoslavia en mini estados clientelares.
Una vez más hubo un apoyo masivo del público, porque el
imperialismo "humanitario", el escaso número de
bajas estadounidenses y una pronta y rápida victoria
erosionaron los últimos rastros de "memoria histórica".
La base ideológica y política para el respaldo masivo a
las políticas imperialistas estaba en su sitio - pero faltaba
un "hecho detonante".

Los
acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 proporcionaron a la
Segunda Administración Bush, integrada por extremistas
militaristas civiles y sionistas fanáticos, el pretexto para
lanzar las primeras de una serie de guerras en Afganistán y
Irak, y para enunciar las doctrinas totalitarias de guerras
permanentes, guerras preventivas y extra territorialidad de las leyes
imperiales estadounidenses. La mejor evidencia disponible sugiere que
la Administración Bush fue profundamente cómplice
de los hechos del 11-S que llevaron a la destrucción final de
la memoria histórica.

Sin
embargo al contrario de otras guerras imperialistas recientes, la
Guerra de Irak es una guerra popular prolongada (no existen las
victorias rápidas y fáciles) que está causando
muertes a gran escala y bajas de soldados estadounidenses y un gasto
fuera de control sin un final a la vista. Una nueva "memoria
histórica" puede estar forjándose basada en las
nuevas realidades de Irak.

IV. La Guerra:
Instituciones Políticas y Movimientos Sociales.

La
conciencia histórica está encarnada por activistas
apoyados por organizaciones políticas. Sobre la base de la
experiencia histórica, podemos decir que los movimientos
sociales tienen gran capacidad para ‘crear’ la memoria en el
curso de movilizaciones dinámicas y encuentros masivos
memorables, pero son las instituciones políticas las que
mantendrán o erosionaran esa "memoria histórica".

Las
principales instituciones políticas (particularmente en los
Estados Unidos), incluidos los medios de comunicación, han
trabajado de forma consistente para disolver la conciencia histórica
de la muerte y destrucción causadas por las guerras
imperialistas. Al tiempo que exigen "el honor a los soldados
muertos", tan sólo lo hacen en cuanto
sirvieron al imperio, su "heroismo" se alaba por haber
sacrificando sus vidas para llevar más allá el alcance
global de instituciones imperiales. El proceso electoral no se
usa para avanzar un plan anti militarista sinó para eliminar
las movilizaciones independientes de masas que actúan
directamente contra los instrumentos de las guerras imperiales.

Cuando
la actividad anti guerra se mueve hacia la política electoral,
es absorbida por los partidos electorales establecidos y por los
políticos, que oportunistamente se quitan el sombrero ante el
sentimiento anti guerra a cambio de diluir la conciencia anti guerra.
El proceso electoral implica que los movimientos sociales anti guerra
hagan profundos compromisos con los financieros pro guerra que
financian las campañas, con políticos que articulan
posiciones ambiguas e incoherentes y con partidos políticos
que tienen desde hace mucho, alianzas a gran escala con los
intereses y las políticas imperiales. Tal es la
experiencia en EEUU y en otras partes: Las instituciones políticas
establecidas se inclinan lo suficiente para cuestionar una guerra
impopular al objeto de atraer a las masas que se oponen, y una vez
que han capturado su obediencia, volver a reconstruir la capacidad
militar para las guerras imperiales. En el momento en el que los
movimientos se disuelven en el seno de los partidos políticos
establecidos y compiten en campañas electorales por medio de
"disidentes" políticos, la "conciencia
histórica" se erosiona severamente.

El
ímpetu original por organizar movimientos de masas anti
guerra pasó precisamente por el reconocimiento de que los
partidos políticos y ‘procesos políticos normales’
existentes están profundamente inmersos y corrompidos por sus
lazos estructurales a intereses imperiales. Al volver a estas
instituciones, con nuevas personalidades y lemas, la conciencia de
masas pierde de vista su visión histórica sobre la
naturaleza del poder imperial.

En
contraste la "conciencia histórica" surgió
con gran poder cuando las masas populares pasaron a la acción
colectiva directa, tomando iniciativas locales y vinculando las
instituciones económicas y políticas que dirigen las
guerras imperiales. La acción y el conocimiento crecieron en
conciencia colectiva anti militarista que con el tiempo evolucionó
del conocimiento de la actual destrucción cotidiana
("conciencia empírica") a la "conciencia
histórica", comprendiendo el pillaje sistemático
del imperialismo en tiempo y espacio.

Los
movimientos de acción directa circunvalan la influencia
distorsionada de los "guardianes políticos"
(políticos convencionales, ideólogos aceptados y
figuras de los medios de comunicación) y directamente
articulan las ideas anti guerra y los intereses anti militaristas de
las masas populares. Los movimientos actuaron directamente contra las
políticas militaristas que impactaron negativamente sobre las
poblaciones - reclutamiento, deberes de guerra forzosos y prolongados - y contra los políticos que enviaron a centenares de miles a
la muerte y a la invalidez.

En
este conflicto entre los movimientos anti guerra y las instituciones
políticas en pro de la guerra, la preeminencia de los primeros
fue muy evidente en tiempos de derrota imperial, descontento de
soldados, y líderes políticos en desgracia por mentiras
y promesas rotas. Estos son momentos cruciales, pero efímeros.
En pro de la guerra hay instituciones políticas que sobreviven
y/o superan la crisis de la guerra imperial, se reagrupan, absorben
lo ‘mejor’ de sus adversarios en la oposición anti guerra
y vuelven para seguir la política de guerra imperial -hasta la
próxima crisis- logrando finalmente una posición
dominante. La conciencia histórica se convierte en una "nota
a pie de página" para la historia convencional de
las "Grandes Guerras."

La
"conciencia histórica" de las guerras
antiimperialistas retiene continuidad cuando lleva a una
transformación de gran alcance, a largo plazo, de las
instituciones políticas. El proceso continuado de lucha
enlaza generaciones y la transmisión de ideas anti
militaristas. Esta renovación incesante de la conciencia
histórica depende, en parte, del papel activo de los
intelectuales antiimperialistas.

V. Guerra e
Intelectuales.

Los
intelectuales de izquierdas han sido, en general, críticos
fervientes de la guerra, hasta que se enfrentan a la realidad de que
su país se implica en la guerra y entonces la oposición
da paso a declaraciones evasivas, ambiguas contemporizaciones morales
y, entre los más "valientes", una condena de la
violencia del agresor así como de la víctima. Y lo que
es incluso peor, muchos intelectuales y progresistas de
izquierdas han defendido, propagado y argumentado a favor de la
doctrina de "intervención humanitaria (imperialismo)".
Esta traición moral fue evidente durante la invasión y
destrucción estadounidense de Yugoslavia, el apoyo
al terrorista Ejército de Liberación (sic) de Kosovo y
la "limpieza étnica" de centenares de miles de
Serbios de Kosovo, Croacia y de otras partes. Los intelectuales
progresistas estadounidenses estuvieron visiblemente callados. Los
"intelectuales progresistas" repitieron su
actuación: proporcionando tendenciosas justificaciones
políticas para la invasión de Afganistán e Irak
 aunque en el último caso, hasta el inicio de la guerra, una
minoría de intelectuales condenó la guerra y el
victimizado régimen. Incluso esos intelectuales progresistas
que criticaron las guerras imperialistas, rehusaron apoyar la
resistencia anti-colonial y muchos se opusieron a la retirada
inmediata de los ejércitos coloniales.

La
cuestión de la guerra y la paz es un problema importante. En
los acaecimientos que llevan a una guerra
imperialista, toda la maquinaria de propaganda es puesta en
movimiento, los medios de comunicación dramatizan sobre la
rectitud de la causa imperial y la depravación del país
que será invadido. Una legislación represiva ("medidas
de seguridad") es promulgada por amplias mayorías del
congreso. Publicistas, notables religiosos, demagogos,
estadistas, y líderes respetables de la sociedad civil hallan
propósitos morales elevados para loar "esta guerra".
Los latentes instintos chauvinistas de las masas se despiertan. Los
intelectuales progresistas se vuelven temerosos; la legislación
represiva puede arruinar una carrera y minar rutinas cotidianas - sus
clases, seminarios y la terminación de su último
artículo o libro. Sus colegas profesionales los miran con
suspicacia a menos que muestren abiertamente obediencia - "más
allá de cualquier crítica en otros tiempos, en tiempo
de nuestra supervivencia, debemos unir fuerzas" - a los
invasores militares. No es meramente el miedo a
pérdidas materiales o la ruptura de rutinas cotidianas lo que
causa que nuestros intelectuales progresistas abracen la guerra o
permanezcan callados o (en el caso de la minoría más
valerosa) condenen a ambas partes, sinó el sentido de ser
omitido de la historia nacional, de ser evitado por vecinos y
colegas, de tener que aceptar las consecuencias de vivir en una
civilización imperial salvaje que medra con la guerra, sobre
todo con una guerra victoriosa. Los intelectuales progresistas
responden a menudo mucho más a las presiones de su entorno que
al sufrimiento del pueblo colonizado.

El
compromiso del intelectual progresista no está grabado en
piedra - cambia con las condiciones de su entorno y con la fuerza y
fortuna del gobierno imperial. Con la ocupación colonial, y
los gráficos visuales de muerte y destrucción de los
países colonizados, los intelectuales progresistas defienden
una misión humanitaria para corregir los excesos de la
guerra. Incluso alzan sus voces unos decibelios ante el abuso y
tortura de ciertos de prisioneros en determinadas prisiones. Pero
raramente se atreven los intelectuales progresistas a
transgredir las fronteras coloniales para apoyar a la resistencia
anti colonial públicamente. Afirman que comprometerse con la
resistencia pondría en cuestión sus "credenciales
morales" con los sectores moderados del poder institucional en
ejercicio.

Desde
el final de la Guerra de Vietnam, los intelectuales occidentales no
han expresado solidaridad con la resistencia popular en ninguna de
las invasiones imperialistas. Granada, Panamá, Somalia,
Yugoslavia, Afganistán, Irak, Palestina y Líbano, las
guerras imperiales son numerosas, pero la lista de intelectuales
comprometidos es corta.

La
razón principal por la que muchos intelectuales se oponen a
las guerras imperialistas prolongadas se debe a las bajas entre los
soldados estadounidenses y el coste para el tesoro estadounidense.
Hay una especie de narcisismo político en el eslogan "Traed
a casa a nuestros muchachos" en el que el centro de atención
no está en las tropas invasoras, ni en la resistencia
anti colonial. Incluso en la "oposición", los
intelectuales occidentales derivan su política desde una
visión etnocéntrica del mundo.

En
un nivel más profundo este narcisismo político es
también una manera de hacer concesiones a la fiebre
chauvinista que infesta a muchos de sus compatriotas: "Nosotros
también compartimos su preocupación, por nuestro país
imperialista - pero no nos permitamos gastar las vidas de nuestros
muchachos
en esto”. Por supuesto siempre y cuando los
gobernantes imperiales recluten a mercenarios, regímenes
clientelares y colaboradores locales para que maten a los
combatientes de la resistencia, nada se dirá sobre ninguna
consecuencia porque "nuestros muchachos" estarán
seguros en casa...

El
cambio histórico de los intelectuales desde la oposición
a las políticas pro guerra y al apoyo a los candidatos
imperiales no es simplemente una "opción pragmática"
de lo menos malo contra el mal mayor. La transformación
es el resultado del miedo, miedo de los que están en el poder;
aunque no se enfrentan a ninguna amenaza real contra sus vidas,
carreras o nivel de vida. Pero los intelectuales se imaginan una
amenaza, e inventan salvajes guiones de represión "fascista"
para esconder su cobardía moral. Este miedo imaginario es
magnificado por la posible amenaza a la seguridad personal, y a
la propiedad si la fuerza imperial resulta derrotada y los
gobernantes "toman venganza" contra los críticos
internos. Apoyar la guerra u "oponerse a ambos bandos" como
prefieren los hipócritas morales, es un seguro para el
futuro. En el negro mundo de la fantasía de los
intelectuales, cuando la investigación estatal imaginada tiene
lugar, siempre pueden presentar como prueba a su favor, sus artículos
y disertaciones condenando a los "bárbaros morales"
que atacaron a "nuestros muchachos".

Pero
si hay una verdad universal sobre nuestros intelectuales progresistas
es que no "permanecen en un lugar", se mueven con los
tiempos, calibrando los vientos cambiantes de la fortuna política.

Cuando
aquellos que sufren la guerra, "la gente común"
se vuelven en contra de la guerra, cuando el régimen imperial
está dividido por conflictos de élite, cuando los
soldados cuestionan las órdenes, sus oficiales la guerra, el
presidente y los generales, entonces nuestros intelectuales morales
preparan un nuevo juego de imperativos morales y agregan sus voces a
la de las multitudes que cuestionan la guerra. Una vez que se está
seguro, una vez que las ruinas de una guerra imperial perdedora han
rasgado las vestiduras de las mentiras oficiales, nuestros intrépidos
intelectuales progresistas salen a la palestra, toman el centro de la
escena y proclaman su oposición a la guerra. Los intelectuales
nunca se venden, se alquilan al partido más fuerte, a la nueva
configuración política emergente. A medida que crece
la oposición a la guerra imperial, nuestros intelectuales
progresistas se vuelven más osados.

En
la guerra de palabras, la guerra ideológica en la esfera
cultural, nuestros intelectuales progresistas se enfrentan a los
neoconservadores, exponen las mentiras de los medios de comunicación,
se convierten en la auto-promocionada "cara de la oposición"
para el mundo exterior, aun cuando sus declaraciones tengan poco
mérito.

Incluso
cuando los intelectuales diagnostican las fuentes de las guerras,
pasan por alto las configuraciones específicas y concretas del
poder en favor de centrarse sobre blancos fáciles,
aquellos que no ofrecen ninguna amenaza a sus carreras profesionales
ni a su aceptación intelectual.

VI. Guerra y Petróleo.

Volvamos a una
guerra imperialista concreta; la invasión estadounidense y su
ocupación colonial de Irak para ilustrar cómo la
oposición intelectual progresista a la guerra está
profundamente influenciada por un único conjunto de lealtades
políticas.

El
saber convencional entre los intelectuales progresistas defiende que
la invasión estadounidense de Irak esta dirigida por las
multinacionales petroleras estadounidenses que buscan controlar los
recursos petroleros de ese país. Una versión más
sofisticada de esta hipótesis defiende que la guerra
está dirigida por una política estratégica
para monopolizar el petróleo como un arma y, consecuentemente,
dominar a sus rivales imperiales de Europa y Asia. En ambos casos,
las hipótesis económica y estratégica, no tienen
en cuenta las lealtades políticas de los estrategas políticos
específicos que diseñaron la guerra, hicieron
propaganda a favor de la guerra y se convirtieron en sus ejecutores
más fanáticos e influyentes. Pocos, si es que hay
alguno, de los intelectuales progresistas examinó las
lealtades políticas de estrategas militaristas clave.

La
hipótesis de que el "petróleo" y las
multinacionales petroleras estadounidenses fueron la fuerza principal
que estaba tras la guerra de Irak falla con cada prueba empírica.
Si examinamos las declaraciones políticas de las principales
compañías petroleras y sus portavoces públicos
durante los cinco años anteriores a la guerra no
encontramos ninguna campaña sistemática política
y de propaganda a favor de la guerra. Uno busca en vano en todas las
principales publicaciones financieras y especializadas en petróleo
la evidencia de una política organizada en pro de la guerra.
La razón es que a las empresas petroleras más
importantes les iba bastante bien con el status quo: Los
precios y beneficios eran razonablemente altos, las inversiones eran
relativamente seguras, el sentimiento anti imperialista era extenso
pero no intenso y, lo más importante, las oportunidades para
importantes inversiones nuevas se estaban abriendo en Arabia Saudita,
Irán, Libia y posiblemente (por medio de terceros) en Irak.

La
guerra estadounidense contra Irak y Afganistán invirtió
el escenario creando un ambiente muy hostil, aumentando los peligros
de ataques destructivos, inseguridad para el personal occidental y
aumentando el poder de la OPEP contra las principales compañías
privadas estadounidenses. Sólo muy pocas compañías
relacionadas con el petróleo puede decirse que se han
beneficiado de la guerra -Halliburton, por ejemplo-, la mayoría
de las cuales tuvo vínculos directos con el vicepresidente
Cheney. Son la excepción que confirma la regla. La
industria petrolera como inversora, productora y vendedora
realmente no se ha beneficiado de la guerra. Incluso después
de la ocupación colonial de Irak, (y aun después de la
ilegal privatización de las compañías petroleras
estatales Iraquíes) el sentimiento predominante entre las
compañías petroleras es, en el mejor de los casos,
ambivalente: Aunque las oportunidades futuras puedan haber aumentado
también lo han hecho las amenazas actuales al abastecimiento y
al transporte.

La
guerra ha creado mayor volatilidad, favoreciendo a los especuladores
respecto a los inversores petroleros a largo plazo. Es más, el
alza de los precios perjudica de parte a parte el desempeño de
las economías imperialistas, añadiendo costes,
aumentando los desequilibrios comerciales y convirtiendo a las
compañías petroleras en un blanco destacado de la ira
pública. Además el apoyo incondicional a Israel dentro
de la Administración Bush en el contexto de la guerra contra
Irak, ha creado un clima difícil para las negociaciones de
alto nivel entre los altos ejecutivos petroleros y los líderes
árabes ricos en petróleo.

En
resumen, no hay ninguna evidencia empírica de que las
petroleras más importantes dirigieran la política
bélica estadounidense, ni antes ni después de la
ocupación colonial.

La
segunda hipótesis sostiene que la guerra fue parte de una
política estratégica para monopolizar el suministro de
petróleo de cara a asentar a EEUU como la indiscutible
potencia mundial, subordinando a Europa y Asia a sus órdenes.
Un corolario a este argumento es que, en el pasado reciente, los
triunfos políticos y militares de EEUU habían ido
acompañados por una política de compartir los botines
de las victorias imperiales con sus aliados Europeos y Japoneses. La
nueva doctrina militar estadounidense de guerras ofensivas
unilaterales (eufemísticamente llamadas "guerras
preventivas") fue diseñada para tomar ventaja estratégica
y exigir el control exclusivo sobre el botín de guerra:
Petróleo, bases militares y rutas comerciales. Los estrategas
imperialistas calcularon mal, presumiendo una victoria militar fácil
sobre "los Arabes" y una rápida toma y privatización
de las empresas públicas y explotación sin impedimentos
de la riqueza petrolífera.

Esta
hipótesis tiene mucho mérito al explicar algunas de las
motivaciones - sobre todo al destacar la importancia de quienes toman
las decisiones políticas dentro del aparato estatal
imperial. No obstante hay varios puntos débiles
importantes en esta hipótesis. Para empezar, había y
hay marcadas diferencias entre los diferentes centros de poder en el
aparato estatal imperial e incluso dentro de cada "centro".
Por ejemplo, muchos de los altos mandos militares profesionales se
opusieron a la guerra, como lo hicieron también miembros del
departamento de Estado. Analistas de la CIA no compartieron las
asunciones de que el pueblo colonizado daría la bienvenida a
los ejércitos imperiales. Numerosos antiguos mandos
militares, funcionarios de la CIA, e inspectores de armamento de las
Naciones Unidas desafiaron el pretexto expuesto por los sectores pro
guerra del estado imperial estadounidense, de que Irak poseía
armas de destrucción masiva y suponía una amenaza para
Estados Unidos.

Si el
propio estado imperial estaba dividido y algunos sectores no estaban
convencidos de la necesidad de ir a la guerra, ¿qué
grupo pudo superar esa resistencia, circunvalar los canales de
inteligencia establecidos (y crear su propio circuito), fabricar su
propia "inteligencia" y, con éxito, llevar a
EEUU a la guerra? Si la guerra no fue promovida por y en interés
de las compañías petroleras estadounidenses, y en
contra de la doctrina militar de luchar en dos guerras
simultáneamente, ¿se libró la guerra para
favorecer los intereses geopolíticos de quiénes?

VII. La Guerra y la
Hipótesis Sionista-Israelí.

La
hipótesis que más se ajusta a los datos es la hipótesis
Israelí, específicamente que los
principales arquitectos y teóricos de la supremacía
mundial estadounidense y los principales promotores de guerras
secuenciales, particularmente en Oriente Medio, eran influyentes
sionistas en las escalas más altas del Pentágono, en el
Consejo de Seguridad Nacional y en los bien conectados centros de
investigación, "consejeros" del gobierno, al tiempo
que actuaban por cuenta de los intereses expansionistas del Estado de
Israel.

El
autor clave de la doctrina estratégica de EEUU como potencia
indiscutible mundial, fue Wolfowitz, ya en la primera Administración
Bush (1991). Se unió a otros influyentes sionistas como
Richard Perle, Douglas Feith y una hueste de extremistas pro
israelíes para preparar un documento estratégico para
el estado de Israel (1996) en el que los Palestinos serían
sacados físicamente de toda Palestina e Israel se convertiría
en la potencia regional de todo el Oriente Medio. Tanto Feith como
Wolfowitz, ya al principio de sus carreras públicas, fueron
acusados y castigados por entrega documentos del gobierno
estadounidense al gobierno israelí. Durante por lo menos
veinte años han estado colaborando activamente en la política
israelí y, dentro y fuera de gobierno, han trabajado
estrechamente con funcionarios israelíes en los Estados Unidos
y en Israel.

Los
influyentes Sionistas, incluso antes de alcanzar altos puestos en el
Pentágono y el Departamento de Estado, eran acérrimos
defensores de los ataques militares estadounidenses contra los
adversarios de Israel en Oriente Medio, que incluían a Líbano,
Siria, Irán, Arabia Saudita y, por supuesto, Irak. Su abogacía
militarista era independiente de cómo tales guerras afectarían
a los intereses petrolíferos estadounidenses, a la estabilidad
regional, a las relaciones con Europa, con los países
Musulmanes o con el resto del mundo. Los sionistas del Pentágono
fueron los primeros en vincular a Irak con los sucesos del 11-S en un
intento de manipular la ira del público estadounidense contra
el secular estado Iraquí. Fueron los responsables de fabricar
la historia de que Irak estaba importando uranio de Níger con
el propósito de desarrollar armas nucleares. Wolfowitz admitió
que fue él el que promovió el falso pretexto de que
Irak poseía armas de destrucción masiva para crear un
"consenso" para ir a la guerra y todos los escritores
sionistas importantes y "expertos" empujaron en la
misma dirección.

El
principal lobby pro israelí en EEUU, el AIPEC, trabajó
intensa y estrechamente con el Estado de Israel, con los principales
sionistas del Pentágono y con sus grupos
asesores, presionando en pro de la invasión
estadounidense de Irak. Las mayores organizaciones judías
y los propagandistas influyentes de los medios de comunicación,
promovieron la guerra, demonizaron a Irak y fabricaron las
historias de amenazas inminentes.

El
único beneficiario importante de la guerra estadounidense
contra Irak es el Estado de Israel: La guerra destruyó a un
importante partidario de la Intifada Palestina e Israel consiguió
tener las manos libres en su terror y en la colonización
territorial de tierra Palestina.

Los
EEUU, aislados de casi todas las principales potencias europeas
y de los países islámicos, a causa de su agenda en pro
de Israel, asumió el estatus de paria del régimen
colonial clerical israelí. Todas las predicciones y asunciones
de los sionistas pro guerra y anti-árabes se probó que
eran falsas. Los árabes iraquíes no se sometieron a la
ocupación norteamericana; formaron una potente resistencia que
compromete a EEUU en una guerra de desgaste cada vez más
prolongada. La intervención estadounidense no logró el
monopolio de petróleo; ha arriesgado su propio suministro de
petróleo en Oriente Medio al intensificar la inestabilidad en
Arabia Saudita. La guerra ha agriado acuerdos petrolíferos
estadounidenses en el Cáucaso y ha provocado aumentos
especulativos del precio del crudo, incrementando el déficit
comercial estadounidense. Es igualmente significativo que, mientras
EEUU está inmerso en la guerra de Irak, China, India y Japón
consiguen estratégicos contratos de petróleo y gas en
Asia e Iberoamérica.

Los
sionistas se equivocaron previendo que EEUU procedería a una
serie de guerras exitosas contra los otros enemigos de Israel en
Oriente Medio - Irán, Siria, Líbano y Arabia Saudita.
La invasión de Irak ha atado a la inmensa mayoría de
las tropas terrestres activas estadounidenses en una guerra perdedora
con numerosas bajas, limitando, así al menos, temporalmente su
capacidad para empezar nuevas guerras por cuenta del imperio o de
Israel. Esto no ha impedido que los sionistas del Pentágono y
sus aliados de AIPEC presionen a favor de un nuevo ataque militar
contra Irán y Siria.

Aparte
de Inglaterra, Israel ha sido el mayor partidario y aliado en la
conquista estadounidense de Irak por una buena razón: Son los
principales beneficiarios.

Los
sionistas del Pentágono y sus celosos aliados
ideológicos han debilitado la economía estadounidense
ensanchando el déficit comercial (por precios del crudo más
altos) y aumentado el déficit del presupuesto (debido a los
gastos de guerra). Israel no ha sufrido en absoluto; al
contrario, las ventas militares a EEUU aumentaron así como los
ingresos procedentes del Pentágono por asesoramiento y
entrenamiento militar, misiones en Irak y en otras partes.

La
guerra estadounidense contra Irak tiene varias particularidades así
como características comunes con otras guerras. En
primer lugar demuestra cómo una minoría muy organizada,
ideológicamente coherente, financieramente poderosa, con
co-pensadores muy bien situados en la cima de las instituciones
creadoras de la estrategia política del estado imperial pueden
torcer las políticas de modo que satisfagan las necesidades de
una potencia extranjera por encima y en contra de intereses
económicos establecidos. En segundo lugar, las decisiones
sobre guerras imperialistas, aunque normalmente sirven a intereses a
largo plazo de los sectores dominantes de la clase capitalista, son
"hechas" por políticos que tienen sus propias
agendas, lealtades ideológicas y políticas que pueden o
no pueden beneficiar (o perjudicar) a la clase gobernante.

La
guerra contra Irak es un caso claro en el que las lealtades de los
principales arquitectos de la guerra eran distintas de las de
la clase gobernante, que apenas fue tenida en cuenta, y mucho menos
se la consultó. La ideología que rige a los arquitectos
de la guerra era “Israel primero, último y siempre”. Para
encubrir los planes de guerra centrados en Israel, los sionistas
fabricaron una serie de "amenazas" contra los
intereses estadounidenses, que fueron hechas parangonando aquéllas
a las que se enfrenta Israel: Amenazas por armas de destrucción
masiva, terrorismo y fundamentalismo Musulmán. La literatura
del odio anti-Arabe y anti-Musulmán circuló en medios
de comunicación, en influyentes periódicos y tertulias
como si un ejército de ideólogos sionistas entrara en
un frenesí ideológico, infectando el cuerpo político
estadounidense - y haciendo sobresalir una ola secundaria de
espuma vituperiosa de cristianos fundamentalistas, aliados
neoconservadores y congresistas liberales.

El
ataque generalizado de los sionistas contra los pueblos y estados
Arabes se dirigió hacia la meta estratégica de extender
la dominación israelí más allá de
Palestina ("Gran Israel") no a través de la
colonización directa sino por medio de una serie de regímenes
clientelares obligados a EEUU; unos EEUU cuyas principales
instituciones de política exterior estarían sujetas a
la influencia sionista. La formulación ideológica
adoptada para promover la dominación de EEUU-Israel en el
mundo Arabe era "Un Mercado Común para Oriente
Medio" basado en una campaña de "democratizar la
región." Ambas formulaciones sirvieron como base
ideológica para la guerra permanente en Oriente Medio, la
instalación de regímenes títeres con voluntades
duales dispuestos a servir tanto a los intereses energéticos
estadounidenses como a la penetración comercial de Israel.

La
retórica manipulación ideológica sionista de
"mercado libre" y "democrático" resonó
ampliamente entre los liberales y los imperialistas conservadores, al
tiempo que el estado imperial estadounidense e Israel estaban negando
a Iraquíes y Palestinos sus derechos democráticos
elementales y los mercados domésticos. Las tácticas de
los sionistas influyentes y sus extensas redes en los EEUU se
dirigieron a fundir los intereses expansionistas israelíes con
las metas imperialistas norteamericanas para legitimar sus objetivos
de políticas de estado israelíes; una posición
de la que se hizo eco el electo presidente Bush.

En
el mundo real sin embargo, conforme EEUU continuó sufriendo
numerosas bajas en Irak y la deuda de la guerra creció por
miles de millones de dólares al día, y sus “compañeros
de coalición" iban abandonado la guerra, los influyentes
sionistas de dentro y de fuera del gobierno intensificaron su presión
sobre EEUU para escalar el compromiso de sus tropas en Irak e
involucrarse en nuevas guerras en Oriente Medio. La prueba decisiva
de las lealtades sionistas a los intereses israelíes se
encuentra en el hecho de que siguieron la política de guerra
aún cuando ésta debilitaba la posición global
estratégica de EEUU, aumentaba el descontento en el ejército
y los círculos civiles de élite e incrementaba la
probabilidad de una crisis económica resultante de los
déficits de la guerra y la debilidad del dólar. Los
sionistas en el poder están tan adscritos a la matriz israelí,
que son totalmente impenetrables a los efectos que sus políticas
tienen sobre el imperio estadounidense, sobre la economía
doméstica o sobre la sociedad civil.

En
efecto el ataque imperial estadounidense contra Irak puede entenderse
como una guerra subrogada a favor de una potencia regional, diseñada
y ejecutada por estrategas políticos influyentes cuya
obediencia primaria es defender los intereses de la potencia
regional. Los sionistas fanáticos han incorporado a EEUU el
mismo estilo patológico de políticas paranoicas de
masas prevaleciente en Israel: la política de amenazas
terroristas permanentes, de miedo penetrante, de un mundo hostil, de
aliados no fiables... Los sionistas fanáticos han dirigido la
acusación ideológica envenenando las relaciones con
Francia y otros países Europeos que no responden
favorablemente a la represión sangrienta de los pueblos
ocupados. Ningún grupo de la política ha hecho más
por debilitar el mantenimiento del imperio estadounidense que estos
sionistas fanáticos en el gobierno y las numerosas y bien
financiadas redes en pro de Israel por todo EEUU. El Congreso,
la rama ejecutiva, el gobierno estatal, los gobiernos locales y los
medios de comunicación nacionales y locales se han rendido a
la influencia de la agenda
en pro de Israel del "lobby" judío
hasta el punto de que ninguno o pocos se atreven a
criticar a Israel o a sus representantes estadounidenses.

La
ostentosa fuerza del poder de la configuración en pro de
Israel ha provocado una inevitable oposición, principalmente
de los funcionarios no electos. El FBI (Oficina Federal de
Investigación) está preparando una acusación
contra varios altos funcionarios de AIPEC, la institución más
poderosa representante de los intereses de Israel en EEUU, por espiar
a EEUU para Israel. Casi todas las organizaciones judías
importantes se están preparando para defender a AIPEC y
su práctica de retorcer la agenda política
estadounidense hacia la de "Israel Primero". A principios
del 2005, estaba claro que la estructura del poder sionista había
paralizado la investigación. Numerosos oficiales del ejército
retirados y funcionarios de la CIA han denunciado que el poder
sionista está diseñando y promoviendo los intereses de
Israel por encima de los intereses imperiales estadounidenses. Entre
tanto los sionistas junto a los neoconservadores han purgado o
"neutralizado" con éxito a analistas independientes
de la CIA, el Departamento de Defensa y el Departamento de Estado que
cuestionaron la doctrina de guerras secuenciales contra los
adversarios de Israel en Oriente Medio. La segunda administración
Bush está completamente controlada por los extremistas
neo-conservadores-sionistas.

La sabiduría
convencional que percibe a las potencias imperiales mundiales
dictando la política a las potencias regionales menores
fracasa claramente en lo que atañe a las guerras
estadounidenses en Oriente Medio. La razón por la cual esta
noción del sentido común es inadecuada es porque no
trata con una serie de únicos (por lo menos en la historia
moderna) fenómenos que afecten a la estructura de la
formulación política del imperio estadounidense - el
papel activo de una minoría privilegiada e influyente
profundamente empotrada en la estructura de decisión-elaboración
y cuya lealtad primaria se debe a otro estado. Es como si el
Estado de Israel tuviera ‘colonizadas’ las esferas principales
del poder político del estado imperial. Estos ‘colonos’
sin embargo no son exactamente trasplantados o emigrantes de su
"madre patria". Más bien han crecido y han sido
educados en el centro imperial, han seguido carreras lucrativas en
EEUU y han sido, en la mayoría de los casos, firmes
partidarios de la expansión imperial y del militarismo
estadounidense. Han ascendido e influido en las esferas más
altas del poder político. No han sufrido discriminación,
ni han sufrido exclusión económica, social o política
alguna. No han sido marginados: están integrados en los
centros de poder. Incluso ellos mismos se han apartado del resto de
los ciudadanos estadounidenses y se consideran portadores de una
misión especial - la de ser primero judíos que
incondicionalmente apoyan al Estado de Israel y a todas sus
proyecciones internacionales de poder. ¿Cómo
podemos explicar este abrazo irracional de un estado militarista por
un grupo de individuos que sólo indirectamente comparten su
vida y destino?

VIII. La Guerra en el
Siglo XXI: Conducta Atávica.

Schumpeter
en su libro, Imperialismo y Clase Social, escrito poco después
de la Primera Guerra Mundial, intentó cuadrar su argumento de
que el capitalismo se opone a la guerra citando la reaparición
de trazas "atávicas" residuales, incrustadas en
sociedades guerreras feudales anteriores, como la causa de la guerra.
Aunque no comparto el punto de vista de Schumpeter sobre la evolución
pacífica del capitalismo, particularmente ante una serie de
guerras imperialistas en Asia, África, Ibero América y
Europa, su concepto de la conducta atávica es útil
para explicar la adherencia irracional a Israel por parte de unos
judíos ricos, educados y altamente influyentes. Su abrazo
a Israel no es, ciertamente, por razones de remuneración
monetaria, aunque Israel premió financieramente a espías
judeo-americanos como Jonathan Pollard. ¿Qué hace que
un grupo de la élite moderna o post-moderna exhiba patrones de
lealtad fanática hacia una potencia colonial militarista
extranjera comprometida en la limpieza étnica?

El
movimiento sionista financiado y dirigido por líderes
judíos y sus partidarios influyentes y adinerados es un grupo
muy cohesionado y disciplinado que exhibe tolerancia cero contra
cualquier disidente judío, u otros críticos, al estado
guerrero o a sus partidarios en cualquier parte del mundo. ¿Qué
considerarían anómalo profesores muy cultos, doctores,
abogados, banqueros de inversiones, moguls de los medios
de comunicación y magnates multimillonarios de bienes
inmobiliarios que dan su apoyo incondicional a un estado implicado en
primitivos actos vengativos, de tortura masiva de prisioneros, de
castigo colectivo y culpable (destruyendo casas familiares de
sospechosos de la guerrilla, tomando como rehenes a los miembros de
la familia), destruyendo campos de cultivo agrícola de
forma sistemática y desarraigando a centenares de miles de
campesinos, a comunidades enteras, durante casi seis décadas?

Sostienen reclamaciones antiguas
sobre la tierra y la venganza y humillación gratuita del
pueblo subyugado, fundamentadas en creencias religiosas mitológicas.
La creencia primitiva en un pueblo "superior" o especial
usada para justificar sangrientos crímenes vuelve al punto de
partida de las barbaridades rituales de la antigua justicia tribal.
Esta conducta atávica está, sin embargo, ligada a la
tecnología militar más moderna en manos de técnicos
expertos muy entrenados. La combinación de cohesión
tribal, mitología religiosa, armamento de alta tecnología
y un deseo impetuoso de ejercer el poder por cuenta de un estado
militar basado en la exclusividad ‘racial-religiosa’, es un
potente brebaje para que lo inhalen los sionistas
estadounidenses. Pero hay inmensas satisfacciones psicológicas
por ser parte de un grupo cerrado poderoso, con la visión o
fantasía de restaurar un ‘reino’ perdido, un sentido de
ser parte de un pueblo superior, miembros de una cultura de
supervivientes que ha soportado un sufrimiento único, y por
consiguiente posee la rectitud para perpetrar violencia y usar el
poder para golpear a los adversarios en cualquier parte y no estar
sujeto a leyes internacionales convencionales que sólo
sirven para limitar las prerrogativas de un ‘pueblo virtuoso’.

Las
lealtades tribales tienen reglas firmes de conducta para todos los
que son considerados miembros, tanto si son practicantes activos
de la política sionista o incluso si son críticos del
Estado de Israel - patria del pueblo elegido. Se interpretan las
reglas tribales de maneras diferentes por los diferentes segmentos de
la diáspora judía. Para los Presidentes de las
Principales Organizaciones Judías y sus funcionarios hay
Cinco Mandamientos: (1) ‘no criticarás ninguna acción
de ningún líder israelí en ningún
momento, no importa cuán odioso sea el crimen, ni cuán
a menudo se repita, prescindiendo de cuán inmenso o
intenso sea el oprobio mundial’, (2) ‘no permitirás que
otros critiquen o actúen contrariamente a los intereses del
Estado judío o de las organizaciones que abracen el ideal
sionista’ (3) ‘Cualquier arma, financiera, física,
psicológica, ideológica o económica puede ser
empleada legítimamente para debilitar, aislar, desacreditar o
estigmatizar a los críticos de la Patria Tribal o de
cualquiera de las Organizaciones Tribales exteriores’, (4)
‘Recabarás fondos de todas las fuentes (legales o ilegales),
públicas, sociales o privadas para financiar la máquina
militar de los líderes Tribales - el tributo obtenido de los
"otros" inferiores debe reforzar la seguridad y el nivel de
vida del pueblo elegido’ y (5) ‘Declararás lealtad por
encima de todo a la identidad tribal, luego a las potencias que
apoyan a "nuestra tribu" y por último a los "valores
universales"’.

A
pesar de la marcada crítica de una minoría de judíos
disidentes, tanto en Israel, como en EEUU y en otras partes, hay
ciertos códigos no declarados que incluso son seguidos por los
comentaristas más críticos. Uno es no criticar nunca ni
identificar el poder de las organizaciones judías en EEUU y su
influencia en el gobierno. La denegación de facto de los
progresistas judíos, de que el poder judío
conforme la política bélica estadounidense en Oriente
Medio, restringe gravemente la efectividad del movimiento anti guerra
al exonerar a uno de los sostenes ideológicos principales de
la maquinaria de guerra imperial. El segundo código no
declarado seguido por los intelectuales judíos
progresistas "observantes" es rechazar que Israel tenga una
influencia importante sobre la política estadounidense global
y de Oriente Medio a través de sus leales tribales en EEUU.
Los progresistas judíos deliberada y sistemáticamente
excluyen cualquier mención al poder e influencia judíos
en la conformación de la política estadounidense en
Oriente Medio, centrándose exclusivamente en los "intereses
petrolíferos" o en los "ideólogos
neoconservadores" (quiénes coincidentemente son
mayormente tribalistas y del campo de sus seguidores). En deferencia
a, o más exactamente porque comparten una identidad
subyacente profunda con la tribu, se niegan a incluir cualquier
estudio sistemático del ejercicio, muy obvio y evidente, del
poder en cada rama del gobierno, en los procesos electorales y en los
informes de los medios de comunicación. Del mismo modo que
Oriente Medio, Israel es considerado por los judíos
progresistas como un "instrumento" del imperialismo
estadounidense, incluso cuando juega a dos bandas - porque Israel usa
a los EEUU para atacar a sus adversarios, construir su maquinaria
militar y fabricar sus sistemas de comercio de armas para
venderlas incluso a los competidores de EEUU (por ejemplo,
China).

La
emergencia del comportamiento atávico y su extensión
entre la élite sionista es un desarrollo relativamente
reciente (durante las últimas dos décadas) y va en
contra de los valores universalistas, seculares y los valores y
prácticas socialistas así como los valores religiosos
tradicionales y las prácticas y creencias comunales de muchas
comunidades judías durante siglos anteriores. El abrazo del
poder imperial, el giro desde valores comunitarios religiosos a la
adherencia al estado militarista de Israel, el cambio desde el
internacionalismo y el socialismo hacia una adhesión
incondicional a una ideología exclusivista y estrecha, ha
activado la conducta atávica latente asociada a las matanzas
vengativas de adversarios y una singular y ciega lealtad a la idea de
la supremacía israelí en Oriente Medio. Traducido
al contexto estadounidense, significa propaganda virulenta a
favor de la guerra, abogacía en pro de campos de concentración
para los creyentes islámicos (como propusieron Daniel Pipes y
otros) y colaboración con los agentes del Mossad para promover
la estrategia militar israelí y sus metas económicas y
políticas, utilizando todos los instrumentos de poder dentro
de EEUU y con sus clientes extranjeros (regiones Kurdas de Irak, por
ejemplo).

La
conducta atávica logra sus metas a través de la
manipulación sutil y la inflación artificial de los
"miedos" que emanan de los enemigos de Israel. El propósito
es crear el apoyo de las masas en EEUU a las guerras por cuenta de
Israel. Los ideólogos sionistas estadounidenses,
incidiendo fuertemente respecto al aislamiento político
autoinducido que el Estado de Israel ha atraído sobre sí
mismo a través de la destrucción salvaje de la
Palestina árabe, han elaborado y predicado una visión
paranoica del mundo, en la que todas las organizaciones
internacionales (la ONU, la Corte Internacional de Justicia etc.), y
los foros, los estudios internacionales de opinión, Europa,
Asia, Ibero América y África son acusadas de
"antisemitismo" porque reconocen y condenan la
violación de Israel de los derechos humanos y políticos
de los Palestinos.

Cuando
mayor es la “justificable” violencia de Israel, más amplia
es la condena por su actuación, más histérico y
estridente es el vituperio que emana de los principales centros
sionistas, mayores son los esfuerzos concentrados para desacreditar a
los cuerpos internacionales y suscitar un incremento del apoyo
estadounidense. Lo mismo que un Neandertal imaginario podría
bramar ruidosamente y agarrar un potente garrote cuando otros
protestaran por haber traspasado su territorio, así también
lo hacen los sionistas al alcanzar el garrote del poder militar
estadounidense para aporrear a quienes desafíen las
transgresiones de Israel.

La
“conducta atávica” no se reduce a los influyentes
sionistas, también se da entre los militaristas civiles,
los cristianos sionistas y otros fundamentalistas religiosos que son
defensores y practicantes de la violencia sin restricciones y de las
guerras imperiales permanentes. Bajo la capa de un discurso
civilizado y de tonalidades moderadas, está la lujuria apenas
refrenada por el poder ilimitado, la guerra total y la tortura
salvaje sin concesiones. La conducta atávica amenaza cada vez
más con aplastar los fundamentos del cálculo
económico racional. Los militaristas civiles que originalmente
pueden haber sido vistos por muchos capitalistas como una herramienta
útil entre otras cosas para conquistar mercados y apoderarse
de recursos estratégicos ha ido tomando gradualmente vida
propia, subordinando los intereses capitalistas a su exigencia
rabiosa de poder ilimitado. La conducta atávica es a la vez el
apogeo del poder imperial estadounidense y su último retroceso
a la edad de piedra.

Las
guerras contemporáneas y futuras en Oriente Medio no pueden
ser explicadas meramente recitando un inventario de recursos
económicos y emparejándolos con planes estratégicos
imperiales. Este reduccionismo racionalista-económico falla al
no tener en cuenta específicos determinantes ideológicos,
políticos irracionales que han demostrado un mayor poder
explicativo.

XIX. Privatización
y Guerra.

Una
de las metas estratégicas de los políticos
imperialistas es la privatización de los recursos públicos
como un "fin" en sí misma y como un medio de lograr
el control político, social, económico y cultural sobre
un país para reforzar la construcción imperial.

Las
estrategias de la privatización se siguen por medios políticos
así como militares, ya sea a través de invasiones
militares o mediante golpes de estado por juntas militares
subrogadas. La privatización es un primer paso hacia la
desnacionalización y recolonización de la economía
y el estado.

La
desnacionalización de la economía normalmente sigue la
imposición de las agencias prestamistas imperiales de una
estrategia macropolítica disfrazada de políticas
de ajuste estructural que incluyen entre otras medidas las
privatizaciones de las empresas públicas - sobre
todo en sectores estratégicos como energía, petróleo,
metales, telecomunicaciones, finanzas y banca. Para acometer la
desnacionalización se siguen uno de estos dos caminos: O la
compra directa por compañías extranjeras de activos
nacionales, o un proceso en dos pasos por el cual los capitalistas
nacionales compran primero la empresa pública y luego la
revenden al capital extranjero.

Tanto directa como
indirectamente, la privatización significa control extranjero
sobre decisiones económicas esenciales (inversión,
mercado, transferencia de beneficios etc.) en sectores estratégicos
de la economía. El control extranjero sobre industrias
estratégicas significa poder de decisión sobre
las industrias locales y explotación de los recursos
naturales.

Más
allá de las consecuencias económicas de la
privatización/desnacionalización (P/D), ésta es
un instrumento político de las estrategias de construcción
imperial:

  1. La P/D implica la contratación
    de ‘ejecutivos nacionales’, funcionarios financieros,
    publicistas, gerentes, economistas que se convierten en una base
    política activa para respaldar y promover una colonización
    más profunda y extensiva así como la sumisión
    política al poder imperial.
  1. Los principales
    ejecutivos de las empresas de P/D juegan un papel destacado para
    influenciar y dirigir organizaciones sectoriales (fabricantes de
    coches y repuestos, asociaciones de banca, propietarios de minas,
    consorcios etc.), así "hegemonizan” a los capitalistas
    nacionales dentro de las asociaciones y logran su aquiescencia a los
    proyectos imperial-coloniales.
  1. Las empresas de P/D
    pueden trabajar en tándem con el estado imperial para
    presionar a un régimen para que siga las políticas
    imperiales disminuyendo la producción económica

    o desinvirtiendo. Por ejemplo, en los años sesenta el
    departamento de Estado ordenó a las refinerías de
    petróleo de propiedad estadounidense que se negaran a refinar
    las importaciones cubanas de crudo de Rusia para derrocar al
    gobierno de Castro.

  1. El
    gobierno estadounidense frecuentemente pone ‘agentes’ (CIA y
    FBI) en corporaciones multinacionales (CMN) de propiedad
    estadounidense. Las CMN proporcionan “cobertura legal” a
    los agentes de la inteligencia dedicados a campañas de
    desestabilización, espionaje y reclutamiento de negocios
    locales y de líderes sindicales para que sirvan a los
    intereses imperiales.
  1. Las
    empresas de P/D proporcionan una influencia adicional a los
    políticos imperialistas para presionar a un régimen
    para que se someta a las políticas de FMI y apoye el gobierno
    colonial por medio del ALCA.
  1. La P/D
    proporciona un pretexto para la intervención y conquista
    imperial, utilizando la excusa de que los invasores están
    “protegiendo” los derechos de propiedad de los ciudadanos
    estadounidenses.
  1. La P/D
    proporciona una “cabeza de playa” para multiplicar las
    privatizaciones usando aliados locales y la influencia política
    que sigue a las tomas iniciales. La P/D tiene un “efecto dominó”
    que lleva a un poder acumulativo, de empresa en empresa, de sector
    en sector, de la economía a los medios de comunicación
    y de la economía y los medios de comunicación al
    control político. La P/D tiene un efecto catalizador
    fortaleciendo a los políticos imperiales y doblegando a
    cualquier régimen reticente.

X. Dialéctica de las Privatizaciones/
Desnacionalizaciones y Guerra.

Las
guerras están motivadas por, y tienen como consecuencia, la
privatización y desnacionalización de propiedades
estatales. Igualmente, las privatizaciones llevan a la guerra
para proteger y evitar la renacionalización de industrias
estratégicas. Las privatizaciones van acompañadas
frecuentemente de la autorización de bases militares,
fortaleciendo así la presencia colonial y debilitando la
soberanía de los países del Tercer Mundo. Como mínimo,
las privatizaciones casi siempre van acompañadas de "acuerdos
de cooperación" militar y de "acuerdos de
defensa mutua" que, en efecto, permiten la presencia militar de
consejeros militares estadounidenses en los Ministerios de Defensa,
el adoctrinamiento y entrenamiento de oficiales del ejército y
una "fórmula legal" que permite la intervención
militar estadounidense siempre que un régimen cliente sea
amenazado. En otras palabras, la privatización y la
desnacionalización debilitan a los estados del Tercer Mundo al
privar al estado de los recursos económicos, rentas públicas
y resortes de poder al tiempo que restringen gravemente su soberanía.
Los clientes debilitados proporcionan a menudo soldados
mercenarios para las guerras imperiales futuras y para la ocupación
colonial, como en Irak, Afganistán y Haití.

XI: Guerras coloniales
en el siglo XXI.

En
el siglo XXI, las guerras imperiales, especialmente las múltiples
guerras coloniales que requieren la ocupación militar de un
país colonizado, solo podrán ser sostenidas reclutando
soldados mercenarios de los regímenes clientelares. Las
fuerzas armadas imperiales estadounidenses son incapaces de mantener
una ocupación colonial frente a una guerra popular prolongada
sin un apoyo mercenario a gran escala de los regímenes
clientelares. Esto es muy evidente hoy en Irak (y en
Afganistán), donde los funcionarios coloniales estadounidenses
y su régimen títere están tratando de montar
desesperadamente un ejército de mercenarios iraquíes
y afganos que asuma el peso de los "deberes de
seguridad" (represión del pueblo colonizado). El
ejército colonial estadounidense, particularmente los
reservistas militares, está desmoralizado y ha experimentado
un marcado descenso en el realistamiento.

Dada
la implicación imperialista en dos países (Irak y
Afganistán), Washington volvió a reclutar mercenarios
militares de sus regímenes clientes iberoamericanos que
proporcionaron varios miles de soldados y oficiales para sostener al
régimen títere estadounidense en Haití.
Desde que los estrategas imperiales, particularmente los
neo-conservadores y sionistas han hecho de la conquista militar la
pieza central de la expansión imperial, es el ejército
el que paradójicamente se ha convertido en el "eslabón
más débil" de la cadena imperial que se
extiende desde la guerra imperial a la ocupación y control
colonial, de la P/D al pillaje económico.

En
el pasado el estado imperial estadounidense libró guerras
internas y externas para P/D industrias estratégicas. EEUU
derrocó al régimen de Arbenz en Guatemala (1954), al
régimen de Mossadegh en Irán en 1953, el fallido
intento de invadir Cuba en 1961, el golpe de estado en Chile
maquinado por la CIA (1973), la guerra de la Contra estadounidense en
Nicaragua (en los años ochenta) todas ellas estuvieron
dirigidas hacia la P/D de las economías así como a
servir las estrategias geopolíticas imperiales.

En
los últimos años sin embargo, el estado imperial ha
utilizado cada vez más la financiación de políticos
electorales civiles y presionar desde las instituciones financieras
internacionales para implementar la P/D. Sólo en Oriente
Medio donde está implantado el poder sionista-israelí
la invasión militar se ha convertido en la opción
política. La dependencia de la guerra para privatizar y
colonizar continúa operando donde las estrategias imperiales
de financiación electoral a civiles han fallado. Dos
casos recientes vienen a la mente.

La
guerra‘interna’estadounidenseenVenezuela,donde un golpe
financiado y dirigido por EEUU brevemente (48 horas) derrocó
al Presidente electo Chávez elegido, es un caso destacado. En
ese breve periodo de tiempo, el régimen títere de
Carmona inmediatamente rompió relaciones con Cuba, se retiró
de la OPEP y empezó a preparar los planes para privatizar la
compañía de petróleo estatal antes de que el
poder popular restaurara a Chávez y rescindiera los decretos.
El golpe patrocinado por Estados Unidos y el subsecuente ‘cierre
empresarial de los jefes’ de la industria petrolera fueron parte de
una estrategia de guerra interior diseñada para
circunvalar una puesta en escena desfavorable de cara a un resultado
electoral manipulado.

Igualmente
en Yugoslavia, EEUU, en alianza con el imperialismo Europeo,
lanzó una invasión militar sin provocación
alguna, usando a terroristas croatas y kosovares para destruir la
nación yugoslava y montar mini estados en los que las empresas
anteriormente autogestionadas fueran P/D, se establecieron
importantes bases militares y se reclutaron tropas mercenarias
para las guerras coloniales de Oriente Medio.

La
privatización y desnacionalización tanto si ocurren a
través de guerras imperiales, como mediante subvenciones a
clientes políticos electorales, implican sin embargo,
competición inter-imperialista y conflictos a raíz de
los cuales los estados imperiales se apoderarán de las que
antes eran empresas públicas más lucrativas. La
experiencia en Europa Oriental e Ibero América sugiere que los
éxitos políticos estadounidenses tuvieron como
resultado que las potencias Europeas consiguieron la mayoría
de las empresas privatizadas y las más lucrativas empresas
petroleras, de telecomunicaciones y financieras. Similarmente en
la ruptura Yugoslava, los Europeos afianzaron la influencia y el
control sobre los mini estados más ricos, Croacia y Eslovenia,
mientras que EEUU colonizó los más pobres, los
estados-mafia (Kosovo, Macedonia, Montenegro y Bosnia).

La
vuelta a las guerras imperialistas unilaterales reflejó esta
realidad de beneficios desiguales de las guerras
imperiales cooperativas EEUU-EU. La invasión unilateral
estadounidense de Irak fue diseñada para aumentar al máximo
el control estadounidense de la privatización subsiguiente y
la desnacionalización de la industria petrolífera
Iraquí y socavar los beneficios Europeos de la
"reconstrucción" posguerra así como
para privilegiar los intereses israelíes en Oriente Medio.

Si
la expansión imperialista está vinculada a la P/D, la

competición y conflicto entre los imperialismos de EEUU
y de la UE moldea las formas y métodos a través de los
que esa expansión tiene lugar. El recurso estadounidense a lo
unilateral (formas) y al militar (medios) está relacionado con
su "ventaja comparativa" en armamento militar y en el
predominio estrategas militaristas civiles. Las doctrinas de "guerra
total", "guerras ofensivas", y supremacía
unipolar mundial fueron todas diseñadas y llevadas a cabo por
una élite especial de ideólogos políticos, con
un conjunto específico de atributos políticos -
carecen de lazos directos con la jerarquía militar tradicional
y han demostrado desprecio por los mandos del ejército y del
espionaje. Estos militaristas civiles se consideran una
élite escogida para llevar a cabo la misión de
aterrorizar a enemigos exteriores reales o imaginarios y castigar,
expulsar o silenciar al ejército y agencias de espionaje
tradicionales rivales dentro del estado. Su militarismo extremista se
relaciona directamente con su distancia real a la "sangre
e intestinos" de las masacres de civiles y las bajas militares
sobre el terreno, y a su proximidad al Estado Israel.

Su
arrogancia ejerciendo el poder se empareja con su abyecta
ignorancia de las condiciones políticas y económicas y
consecuencias de sus decisiones. Su ciega subordinación a
servir los intereses de Israel les lleva a "calcular mal"
el grado masivo de oposición Iraquí a la guerra y la
ocupación. Su búsqueda de la dominación
mundial llevó a invasiones militares insostenibles y múltiples
y conduce al debilitamiento del imperio estadounidense. Su lógica
militarista revela su ignorancia abismal de la enorme destrucción
de lucrativos recursos Iraquíes y el coste de la guerra para
la economía estadounidense. Estas políticas forzaron
divisiones agudas en el seno del estado imperial. En contestación,
los extremistas del Pentágono han tomado el control de las
funciones de espionaje y fuerzas operativas especiales, que implican
operaciones clandestinas. La segunda administración Bush
es más extremista y aun más agresiva que la primera. El
conflicto político dentro del Estado está extendiéndose
a la sociedad civil donde más de la mitad de la población
se opone a los planes para nuevas guerras. En lugar de adoptar una
estrategia de construcción imperial mezclando presiones
económicas, políticas y diplomáticas con guerras
selectivas, los militaristas civiles han recurrido, en Oriente Medio,
exclusivamente a estrategias militares. Incluso dentro de esta
aproximación unilateral militarista, han escogido las medidas
más extremas, guerras permanentes unilaterales, en oposición
a las coaliciones (y botines de guerra conjuntos) y guerras limitadas
(en tiempo y lugar). El extremismo militar que busca una guerra
colonial insostenible no es una virtud.

La
pequeña y sucia guerra colonial de Israel, a pesar de sus
asesinatos diarios de civiles, bombardeos de terror y tortura ritual
y humillación de los palestinos no ha tenido éxito
en 60 años de guerra contra 3 millones de Palestinos aun
con alistamiento universal forzoso y soldados reservistas durante
toda su vida. Los militaristas civiles del estado imperial no han
aprendido nada de los fracasos de Israel: Para ellos Israel no puede
cometer ningún error, nunca puede fallar, es su modelo
ideológico viviente de voluntad militar para
conquistar. Nuestros propios militaristas civiles, en su
arrogancia exaltada creen que 150.000 efectivos coloniales podrían
derrotar a 200.000 combatientes de la resistencia armados y
respaldados por más de 20 millones de compatriotas.

XII. La Mente de los
Militaristas Civiles.

Uno de los
aspectos clave del ascenso al poder de los militaristas civiles
ha sido su habilidad para aplicar principios orgánicos que van
más allá de sus programas políticos. Sus
procedimientos, aunque no aparecen habitualmente especificados en un
documento escrito, pueden deducirse de su conducta organizativa. Para
resumirlo brevemente, podemos explicar su modus operandi:

  1. Precipitar la guerra evitando así
    el debate público y el análisis sistemático de
    a quien beneficia y quien pierde, y los logros tácticos
    y costes estratégicos. Dado que los militaristas civiles
    llegaron al poder con una doctrina ya fijada y una corte
    disciplinada, no les fue difícil imponer sus puntos de
    vista a sus fragmentados y dispersos rivales y antagonistas
    dentro de la burocracia militar y gubernamental. Tomando ventaja de
    la noción de "supremacía civil", pudieron
    imponer sus doctrinas militaristas bélicas extremas a sus
    críticos dentro de la jerarquía militar tradicional, a
    quiénes atacaron por ser "demasiado burocráticos
    y cautos". En efecto sus doctrinas militares
    ultra-voluntaristas chocaban con las políticas más
    calculadas y racionales de los estrategas militares establecidos.
  1. Facilitar un hecho apocalíptico
    fue un elemento esencial en el ascenso del militarismo civil a
    puestos de estrategia política imperial y la toma de poderes
    para hacer la guerra. Numerosa documentación y análisis
    críticos deducidos de las fuentes de inteligencia oficiales
    revelan que los militaristas civiles eran conocedores y
    estuvieron activamente implicados en facilitar el ataque terrorista
    del 11 de septiembre de 2001. Los militaristas civiles, el día
    del acto terrorista, pusieron en marcha su plan de guerra para
    Oriente Medio y procedieron a proponer y llevar a cabo su plan
    extremista de "guerra ofensiva". Indujeron
    deliberadamente y magnificaron un estilo paranoico de política
    que se centró en una amenaza terrorista mundial inmediata
    para millones de civiles indefensos basada en la guerra nuclear,
    biológica y química (a pesar de que los hechos del
    ataque terrorista del 11-S se llevaron a cabo con cuchillos de
    plástico baratos). Esta rara e inaudita "campaña
    de terror" ideológica orquestada por los militaristas
    civiles resonó fuertemente con la política paranoica
    del régimen israelí que urgió a una Cruzada
    judeo-cristiana contra una amenaza terrorista islámica
    mundial.
  1. Las
    misiones mesiánicas son una componente constante de la
    mentalidad de los militaristas civiles. Éstas son
    en parte ejercicios cínicos de manipulación de los
    ideales democráticos universales y en parte son resultado de
    un fervor por la supremacía mundial estadounidense. El
    celo misionero mesiánico tiene la consecuencia intencionada
    de proporcionar una auto justificación para las graves
    violaciones de derechos humanos y leyes internacionales y
    domésticas. Los militaristas civiles saben que sus
    invasiones militares destruyen intencionadamente los derechos
    democráticos de autodeterminación, que su abogacía
    por la ocupación militar conduce a la denegación de
    los derechos de autogobierno democrático, aunque proclamen
    que su meta es "democratizar Oriente Medio", una
    afirmación de la que se hace eco en los medios de
    comunicación. Cinismo aparte, la misión mesiánica
    alimenta los ataques vituperiosos contra críticos reales o
    imaginados que se acompaña de medidas represivas autoritarias
    destinadas a intimidar a los críticos, incitando a arrestos
    arbitrarios, encarcelamiento indefinidos y el uso de tortura contra
    sospechosos.
  1. Las
    campañas militares moralistas tienen la virtud de no tener
    que proporcionar hechos para justificar los ataques violentos contra
    pueblos y naciones. La cuestión para los militaristas
    civiles no es si un ataque o una amenaza militar existe
    realmente. El elemento esencial para ellos es que hay un mundo
    autodefinido como "bueno" y otro como "malo" —
    una potencia mundial virtuosa (EEUU) unida a su cómplice
    regional (Israel) contra un diabólico "otro"
    (Musulmán, Tercer Mundo, estado independiente) hostil a la
    construcción imperial estadounidense y a la colonización
    israelí. Los cruzados morales que hay entre los
    militaristas civiles creen que es necesario engañar a las
    masas con una "Mentira Noble", porque las masas son
    incapaces de comprender la "verdad más alta", de
    las virtudes de la guerra permanente para lograr la supremacía
    mundial de EEUU y un mini imperio regional, el "Gran Israel".
    Muchos críticos progresistas han derramado litros de tinta
    refutando las mentiras de los militaristas civiles respecto a
    las armas de destrucción masiva de Irak y la relación
    de Saddam con Al Qaeda. Es un empeño meritorio pero resulta
    irrelevante para los militaristas civiles, porque, para ellos la
    "verdad" esta encarnada en sus acciones (militares) y no
    en el pretexto (mentiras) que expusieron. En la medida en
    que las mentiras "funcionaron", es decir, en la
    medida en que lograron lanzar una guerra, preparar otras guerras,
    aterrorizar a la población para que apoye la guerra, y
    tomar el control de los resortes del poder, una "verdad
    más alta" se ha convertido en realidad: El comienzo de
    la guerra ofensiva permanente.
  1. La
    doctrina del "espacio vital" está íntimamente
    relacionada con la práctica militarista civil de guerra
    permanente. En su visión paranoica voluntarista, ningún
    lugar ni ningún tiempo son seguros. Las amenazas existen
    en una serie de círculos concéntricos desde los
    pueblos islámicos de Oriente Medio (que rodean a Israel)
    hasta Asia, África Norte, y Europa Occidental... Las
    amenazas a la seguridad están presentes entre los "Estados
    de la vieja Europa" y países del tercer Mundo que
    se niegan a subordinarse a las fuerzas de seguridad
    estadounidenses. Para lograr "espacio vital" en EEUU
    y en donde quiera que sus intereses comerciales, bases y
    operaciones militares puedan (o deban) tener una presencia
    dominante, el tema de la "seguridad" se convierte en una
    palabra clave para la guerra abierta o clandestina, militar,
    política e ideológica. Finalmente, para los
    militaristas civiles, sólo un mundo en el que EEUU ejerza un
    poder imperial absoluto y supremo resultará en un espacio
    vital seguro.

Para reforzar su poder en el
estado imperial, los militaristas civiles han seguido varias reformas
orgánicas. Con propósitos ilustrativos, podemos citar
al menos tres tipos de "reformas", su razón
declarada y su intención real:

  1. Descentralización orgánica:
    Los militaristas civiles sostienen que hay demasiados
    constreñimientos burocráticos y políticos para
    la toma de decisiones oportunas y eficaces en un tiempo de
    amenazas terroristas inminentes. En tiempos de emergencia
    nacional, la "burocracia" establecida se convierte en
    parte de la amenaza en vez de en parte de la solución. Este
    es el razonamiento formal para enmascarar el propósito real
    que es concentrar el poder en las manos de los militaristas civiles
    en la élite del Pentágono y entre los neoconservadores
    del Consejo de Seguridad Nacional. La "reforma" está
    diseñada para puentear las líneas de mando existentes
    hasta que puedan purgarse y ser reemplazadas por leales a los
    militaristas civiles.
  1. El
    establecimiento de fuentes no tradicionales de información
    (inteligencia): Los militaristas civiles defienden que las
    agencias tradicionales de espionaje existentes son ineficaces,
    inexactas y embarazosas. Defienden "ensanchar" la base de
    recopilación de inteligencia, "diversificar" las
    fuentes y circunvalar las burocracias embarazosas afianzando "líneas
    directas" desde el terreno para tomar una acción firme
    de modo. El propósito real de los militaristas civiles es
    crear sus propias "fuentes" paralelas para fabricar una
    inteligencia en pos de su doctrina de guerra permanente.
  1. Mayor ‘cooperación’
    con reconocidos estados amigos con experiencia antigua y amplia
    en el área de la guerra terrorista: El razonamiento formal
    para esta "reforma" que invoca "relaciones
    especiales" con expertos extranjeros es que el estado
    imperialista pueda ahorrar tiempo, aprovechar la experiencia
    existente, evitar cometer errores actuando a boleo y duplicación
    creando nuevas burocracias. Además los militaristas civiles,
    sobre todo los sionistas, ven el aparato "antiterrorista"
    israelí como un modelo exitoso, a pesar del hecho de que
    Israel es probablemente el principal lugar donde se dan acciones
    terroristas. El propósito real es fortalecer lazos con el
    Estado de Israel, para aumentar el flujo de información
    tendenciosa y desinformación al objeto de amoldar las
    políticas imperiales estadounidenses en torno a los intereses
    de Israel en Oriente Medio. Puesto que los sionistas del Pentágono
    tienen la mejor y más intensa relación con Israel,
    ¿quiénes están mejor posicionados para
    facilitar la cooperación conjunta que estos mismos ideólogos?

XIII. Conclusión.

La
doctrina de guerra, específicamente de la guerra imperialista
estadounidense, se compone de varias subpruebas e
importantes conceptos como el de "mundo unipolar",
guerras ofensivas, permanentes, y jurisdicción extra
territorial. La doctrina está basada en la creencia en la
invencibilidad imperial - apoyada por la imaginería de los
medios de comunicación, de victoriosos
guerreros-superhombres estadounidenses que representan a una
virtuosa superpotencia.

La
clave para entender el origen y a los practicantes de estas doctrinas
se encuentra en el ascenso de una "nueva clase" de
militaristas civiles (MC) y sus auxiliares de los centros de
pensamiento y partidarios de la sociedad civil que han activado actos
catastróficos para facilitar su posición dominante en
el estado imperial. La ascensión de los militaristas civiles
no ha sido incontestada, tanto desde dentro del estado imperial como
desde fuera, sobre todo por el anterior ejército
tradicional y líderes del espionaje.

En
el nuevo milenio una combinación de circunstancia y
oportunidad así como el calculado posicionamiento a largo
plazo, ha permitido que un grupo determinado de militaristas civiles
logre posiciones estratégicas en el estado imperial -
principalmente ideólogos sionistas íntimamente
implicados en relaciones con el estado de Israel desde hace tiempo.

Estos
ideólogos y su corte de militaristas civiles han presionado al
límite su guerra psicológica diseñada para
aterrorizar a la masa de la población para que siga su
doctrina extremista y haga sacrificios financieros y humanos para las
guerras en curso.

Este
papel demuestra que las decisiones de lanzar guerras imperiales hoy
no son simplemente el resultado de los intereses económicos de
las multinacionales de EEUU (petroleras o de otra clase). En el caso
de Oriente Medio, muchos de que toman las de decisiones no
consultaron ni fueron influenciados por intereses petroleros u otros
intereses económicos - la mayoría de las
multinacionales tenían en marcha operaciones lucrativas
estables y relaciones con las élites árabes productoras
de petróleo. A lo sumo, a algunas compañías
petroleras se les prometieron futuros beneficios a través
de la privatización de infraestructuras petroleras públicas.

La
guerra imperial fue diseñada y dirigida por un puñado
de estrategas políticos con escaso interés o ninguna
noción sobre los costes económicos de la guerra. La
fuerza motriz de la guerra se halla entre los militaristas
civiles que favorecieron y capitalizaron un hecho
catastrófico (11-S) que les permitió circunvalar al
ejército tradicional y a las jerarquías de las agencias
de espionaje. El consentimiento interno para el militarismo
extremista fue inducido a través de propaganda masiva, intensa
y continua propaganda del miedo, fomentada por los militaristas
civiles para consolidar su poder. La campaña
psicológica-ideológica permitió inmensos gastos
de recursos y el monopolio de los militaristas civiles sobre la
política imperial. La guerra asumió un significado
especial para el componente sionista de los militaristas civiles -
sirviendo de sostén para reforzar el poder regional de Israel.

Aunque
la dominación ideológica y el control psicológico
ejercidos por los militaristas civiles sobre las masas son
formidables, también son profundamente vulnerables. Las
derrotas constantes e irreversibles sufridas por el ejército
colonial estadounidense en Irak han demostrado que las tropas
imperiales estadounidenses no son invencibles. La incapacidad de
EEUU para continuar con nuevas guerras ha desafiado
temporalmente la doctrina de guerras ofensivas permanentes. El
descontento masivo dentro del ejército colonial ha socavado y
dejado al descubierto la irracionalidad de los militaristas
civiles. Sus propuestas para incrementar el nivel de tropas
en Irak, aumentando el reclutamiento de soldados, es decir, ahondando
la implicación estadounidense en un una guerra inganable está
llevando a mayores bajas, un más profundo descontento
doméstico, una mayor resistencia en Irak, y agotando
gravemente la economía estadounidense a caballo de una crisis.
La escalada bélica contra Irán basada en un
voluntarismo irracional acarreará a los militaristas civiles
un conflicto mayor con los centros de poder económicos y
militares tradicionales. Es probable que la racionalidad capitalista,
basada en cálculos de coste-beneficio, desafíe el
comportamiento atávico de los señores de la guerra
civiles y lleve a mayores divisiones internas dentro y fuera del
imperio.

Los
conflictos internos de la élite pueden servir para activar
sectores de la clase media ‘racional’ preocupados por los
antiguos y vastos intereses del imperio contra los militaristas
civiles y sus asociados devotos en el poder. Las doctrinas
de seguridad del "espacio vital" continuarán siendo
utilizadas pero en situaciones más selectas y dentro de los
límites de la capacidad imperial para reclutar clientes y
aliados imperiales. Las guerras, que ponen en peligro el estatus
militar del estado imperial, serán reasignadas en
términos de esferas de influencia - en las que los intereses
de las grandes potencias marginarán el papel exagerado e
inflado de Israel en el mundo y en la política regional. Hoy
el futuro del Imperio estadounidense y particularmente el futuro de
sus militaristas civiles depende de lo decisivamente que sea
derrotado el imperio en Oriente Medio. Según vaya la guerra
en Oriente Medio, así irán los futuros métodos
de expansión imperial.

El
desastre militar total de los militaristas civiles y de su
núcleo sionista en Oriente Medio probablemente dé
como resultado volver a pensar el significado, propósitos
y metas de las guerras imperiales. Probablemente, los costos
económicos y beneficios de las guerras imperiales volverán
al centro del debate de la élite, sin el sesgo de los
intereses de países terceros. Estos debates de la élite
intentarán forjar un nuevo modelo de imperio mundial, más
limitado y ‘racional’.

El
asunto de llevar el imperio hacia un estilo de políticas
más "republicano" solo puede ser planteado en
otro escenario, en el seno de los movimientos anti imperialistas de
base popular que empezarán entre los sujetos coloniales de los
centros imperiales pero que pueden incluir a los excluidos y
explotados de dentro de las capitales imperiales.


* Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis y revisado por Marina Trillo