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Así en la paz como en la guerra: fórmulas fatídicas para guerras perpetuas

Publie le Lunes 4 de abril de 2005 par Open-Publishing

Por Mario Lamo Jiménez*

El conflicto colombiano no es nada nuevo; Colombia lleva 500 años en guerra. Desde que el primer español decidió que el oro y las esmeraldas se las podía ganar con el sudor de la frente, la espalda y los pies de los demás, empezó un conflicto que aún no termina, y lo peor de todo es que al paso que vamos no va a terminar nunca. Los españoles modernos o sea las compañías multinacionales, amangualadas con un grupo selecto de vendepatrias, se han encargado de empobrecer a los colombianos. En Colombia la paz de la oligarquía es la guerra perpetua contra el pueblo colombiano. Los oligarcas quieren paz para poder seguir explotando al pueblo y las riquezas de la tierra. El único problema, es que para alcanzar la paz, la oligarquía se inventó la guerra. Guerra contra el comunismo, guerra contra las drogas, guerra contra los pobres. En otras palabras guerra contra todo aquel que no se humille ante el capitalismo. Y la guerra que ahora estamos viendo es una guerra no para acabar contra el narcotráfico, sino para ver quién lo controla.

Nadie puede negar que Colombia está desbaratada por el problema de la droga. Sin embargo para resolver la ecuación del problema no se necesita ser un Einstein. La masa de droga producida es directamente proporcional al consumo gringo elevado al cuadrado de la ganancia. La raíz de la igualdad es muy simple: los gringos han creado el problema que dicen querer resolver, sin embargo su economía mueve miles de millones de dólares gracias al consumo de droga y en Estados Unidos no hay voluntad moral ni política para matar a la gallina de los huevos de oro. El resultado es una guerra de doble faz, donde con una mano se dice combatir, pero con la otra en verdad se fomenta el problema. Colombia, como el bobo del cuento, está peleando una guerra ajena que nunca va a ganar. Sin embargo, la solución más obvia al problema es la que no se aplica: la legalización.

Legalizada la droga se caen al piso las ganancias y la producción. Por eso es que el conflicto número uno de Colombia no tiene fin. Luego viene el conflicto de fondo, que también se remonta a hace 500 años: la distribución de la riqueza. Cuando los españoles se adueñaron del país, crearon las grandes haciendas, las encomiendas y las clases sociales. Instalaron los apellidos y sembraron la semilla de la guerra de clases que hoy vive Colombia. Sin igualdad social no habrá paz que valga. A menos que el gobierno de Uribe o el del que le siga, esté dispuesto a acabar con la injusticia social, la paz en Colombia será tan sólo una palabra de tres letras terminada en zeta. Pero no nos hagamos ilusiones, Uribe no es un revolucionario sino todo lo contrario, representa un retroceso al oscurantismo de la Edad Media. Entonces, ¿de qué paz estamos hablando? En Colombia no se vive una guerra sino muchas guerras y la raíz de todas ellas es la injusticia y la pobreza. Nadie está hablando de cómo acabar con la pobreza sino de cómo ganar la guerra. Si estuviéramos apagando un incendio, eso sería como tratar de sofocar las llamas arrojándoles leños. La gente muere en Colombia de hambre, de enfermedades, de guerra y de pobreza. La pobreza genera violencia. ¿Cómo se puede pactar la paz sin acabar con la pobreza, cuando la pobreza misma es la causante de la guerra?

Entonces los norteamericanos nos traen sus “soluciones” MADE IN USA. Contra el hambre: bala, contra la pobreza: bala, contra la droga: bala, contra el desempleo: bala. La CIA, como en Vietnam, se ha encargado de crear, armar, fomentar y encubrir a los escuadrones de la muerte que en Colombia bautizaron como “autodefensas”, que es el equivalente de llamar al cianuro “descongestionante estomacal”. El mal llamado “Plan Colombia” ha sido propuesto como "solución" a nuestros problemas. Su nombre apropiado debería ser “Plan para acabar de destruir a Colombia”. Pastrana pidió un “Plan Marshall” como el que reconstruyera a Europa después de la Segunda Guerra Mundial y le embutieron un “Plan Hiroshima”, o sea una verdadera bomba atómica económica y militarista para empeorar la situación.

Los Estados Unidos sabe que el negocio de la droga les genera más de 500 mil millones de dólares al año. Los bancos norteamericanos son los principales lavadores de dinero del mundo, ¿pero a quién están fumigando? ¡A los campesinos colombianos! Si hay que fumigar a alguien es a los bancos norteamericanos, fuente de toda la podredumbre del negocio de droga. Mil millones de dólares invertidos en Colombia para "erradicar la coca" son un pelo arrancado al elefante del narcotráfico, un sofisma de distracción más para que la gente no se entere de una verdad de paquidérmico tamaño: el problema de la droga es un problema de los gringos, que como todos sus problemas, se los exporta a los demás.

Estados Unidos con el 4% de la población mundial genera el 25% del dióxido de carbono que amenaza con convertir el planeta en un desierto. Los Estados Unidos EXPORTA polución e IMPORTA aire fresco de la Amazonía. Los Estados Unidos EXPORTA armas e IMPORTA criminales de todas las latitudes para pelear sus guerras sucias. Los Estados Unidos EXPORTA un modo de vida decadente y excesivo e IMPORTA seres deslumbrados con falsos espejismos de progreso.

El gobierno conservador de George Bush ha demostrado a nivel mundial el irrespeto total de los Estados Unidos por el resto del planeta: Se niega a cortar las emisiones de dióxido de carbono porque “su costo es excesivo” para la industria norteamericana, o sea que las ganancias económicas de un 1% de la población de este país es más importante que el futuro de la humanidad misma. El problema de la droga es paralelo a este otro, ya que los Estados Unidos están imponiendo su visión del mundo acerca de la legalidad de la producción y el consumo de droga, mientras se beneficia por debajo de la mesa con sus ganancias. En otras palabras, actúa como el político que condena de día la prostitución y se acuesta de noche con cuanta puta aparezca.

Colombia está peleando una guerra que nunca va a ganar y donde el único perdedor es el país mismo. Los Estados Unidos está usando esta mal llamada guerra contra la droga como mecanismo para destruir cada día más la soberanía y la economía colombianas. En últimas cuentas lo que a los Estados Unidos le interesa es fortalecer al ejército y a los paramilitares para tratar de destruir a la guerrilla y volver a Colombia un paraíso para las compañías multinacionales. Sin embargo, el tiro les está saliendo por la culata, porque con cada soldado norteamericano que entra al país, con cada nuevo helicóptero que envían, con cada día de fumigación aérea en zonas de cultivo de coca, lo que hacen es agravar más el problema. Los españoles ya intentaron subyugarnos hace 500 años y aunque quedamos hablando español, hoy los españoles son tan sólo un recuerdo ingrato en nuestra historia. En 500 años más no hablaremos inglés y los gringos blancos se habrán convertido en una minoría más en su propio país; un recuerdo ingrato en la historia de la humanidad.


* Coeditor de La Hojarasca