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Un periodismo acorralado

Publie le Viernes 20 de mayo de 2005 par Open-Publishing

Adios a Claude Julien

Por Gabriel Molina

Claude Julien, maestro de periodismo moderno que fuera durante casi 18 años (1973-1990) redactor Jefe y después director del prestigioso mensuario Le Monde Diplomatique, falleció el 5 de mayo último, a punto de cumplir sus 80 años.

Su sucesor, Ignacio Ramonet, lo retrata plausiblemente: "Personalidad excepcional por el poder de sus convicciones, la singularidad de su talento y la extensión de su cultura, Claude Julien ha marcado definitivamente la historia del Le Monde Diplomatique. Ha ejercido una influencia decisiva sobre varias generaciones de jóvenes periodistas, que han admirado en él la fuerza de su carácter, la firmeza de sus ideas, la calidad de sus escritos, la generosidad de su compromiso y la pasión de sus combates en favor de un periodismo irreverente, de un mundo más justo, más pacífico, menos inigualitario y más solidario... una pérdida irreemplazable, pues nos enseñó un camino fundamental indispensable en estos tiempos en que los medios se doblegan.”

Ramonet no exagera. Esa firmeza de ideas acompañó dignamente siempre su paso por la vida. No se doblegó. La beca que obtuvo en 1949 para estudiar Ciencias Políticas en EE.UU., en la Universidad Católica de Notre Dame, Indiana, lejos de deslumbrarlo por el esplendor y prestigio que la II Guerra Mundial trajo a Norteamérica, le sirvió para conocer las entrañas del monstruo, como a nuestro José Martí. Su obra en este tema, que incluye La Amerique en Revolution (1956) y Le Nouveau Nouveau Monde (1960), se vio coronada con El Imperio Americano (1968), el cual le valió ser reputado como uno de los mejores conocedores del poderoso país.

Nacido hace 80 años, el 17 de mayo de 1925, Claude Julien participó en la resistencia francesa contra la ocupación nazi. A los 19 años fundó el periódico De Pie, ligado a las Juventudes Obreras Católicas. A su regreso de Estados Unidos trabajó como periodista y a los 26 años es nombrado Redactor Jefe de La Depêche de Tánger, ciudad entonces bajo protectorado francés. Pero sus posiciones en favor de la independencia de Marruecos, hicieron que fuese rápidamente expulsado, con lo que demostraba, para la época, una muy inusual madurez política.

De nuevo en París, Hubert Beuve-Méry, fundador de Le Monde, le asigna la responsabilidad de las páginas internacionales del diario que mantuvo durante 20 años.

Julien fue uno de los primeros en interesarse seriamente por la lucha guerrillera en Cuba, país que visitó poco antes de la caída del tirano Batista, para describirlo como “acontecimiento mayor que cambiará la percepción geopolítica de la América Latina”. En 1961 escribió la primera obra en Francia sobre este proceso, con el título La Révolution cubaine,

Junto a sus dotes intelectuales descubrrí en él una sencillez de trato, una amable bondad. Yo me había aficionado a leer Le Monde en Argelia, sobre todo las páginas internacionales pues la información que Julien ofecía resultaba imprescindible. Recuerdo que en 1964, en presencia del embajador Jorge Papito Serguera, le pregunté a Che Guevara cuáles eran a su juicio los mejores periódicos del mundo. Para mi sorpresa me contestó sin vacilar que Le Monde y el New York Times.

A Julien lo conocí en La Habana, lo encontré en el hotel Habana Riviera donde sostuvimos una animada conversación mientras lo acompañaba hasta el apartamento del pintor Portocarrero. Cuando, en 1966, el diario me envió a Africa y el Medio Oriente para reportar y pulsar el ambiente hacia una Conferencia y Organización Tricontinental, debí comenzar por Siria, donde entonces los cubanos no teníamos la menor relación. Con algo más de 24 horas en París y en domingo, busqué su teléfono en la guía y lo llamé a la casa. De inmediato organizó un almuerzo para el día siguiente con él y Eric Rouleau, su especialista en la zona. Me hicieron un resumen certero de la situación en el país, y Rouleau me dio las señas de varios personajes clave. Esa ayuda me facilitó mucho la tarea y así nació una sólida amistad.

En enero de 1973, Jacques Fauvet, quien sucedió al fundador Hubert Beuve-Méry en la direccion de Le Monde, le nombró Redactor en Jefe de Le Monde diplomatique. El periódico estaba dirigido sobre todo al universo de las embajadas dentro de la línea editorial del diario.

Julien cambió completamente el mensuario, independizó la redacción del diario, lo impregnó de su manera de hacer y lo hizo crecer en influencia y tiraje. Ramonet lo resume: “Nuestro periódico le debe, por así decirlo, todo lo que constituye su identidad, su línea editorial a la cual nos hemos mantenido fieles desde que partió (del periódico en 1990); su doctrina periodística hecha de exigencia, de imaginación, de rigor y de precisión, su ética de austeridad y de modestia; y sus ideas principales de rehusar todo hegemonismo político, de todo dogma económico que refuerce el poder del dinero o la pretensión de una cultura, sea cual sea, que se pretenda imponer en el mundo”.

Estos éxitos en el mensuario hicieron que la Sociedad de Redactores de Le Monde lo eligiese, en 1980, como sucesor de Jacques Fauvet en la dirección del diario. Pero antes de entrar en funciones, fue víctima de una intriga que se lo impidió. Se produjo un impasse hasta mayo de 1982 en que Fauvet lo nombró director completo de Le Monde diplomatique. En esa misma década, de paso por París, lo fui a ver y me contó que la intriga la desarrolló “la prensa anglosajona, la cual no le perdonaba sus criterios sobre Cuba y otras posiciones políticas”. A pesar de que su entusiasmo hacia el socialismo caribeño se había moderado desde 1968.

Ese espíritu de insumisión se mantiene en Le Monde diplomatique. Pero desgraciadamente no ocurre así en el diario Le Monde, ni con Liberation, donde sus respondsables abrazan las malandronadas de Robert Ménard como la de las campañas contra Cuba que financia el National Endowment for Democracy, de la CIA, mientras enmascaran los crímenes del Gobierno de Bush en Iraq, incluso, en casos escandalosos como el asesinato del camarógrafo José Couso en Bagdad.

El señor Ménard finge denunciar que en el 2004 han muerto 53 periodistas. A 19 de ellos los mataron en Iraq, pero no señala siquiera cómo el ejército de EE.UU. es responsable de la mayoría de los casos. A nadie en Europa le llama la atención el hecho de que RSF hace feroces campañas contra Cuba, donde no ha muerto ningún periodista. Poderoso caballero don dinero.

Claude Julien es paradigma de un periodismo con vergüenza. Un periodismo hoy acorralado.


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