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Hace 70 años, el 2 de febrero de 1943: victoria de la URSS en Stalingrado.

par Lutte Ouvrière

Publie le Domingo 24 de febrero de 2013 par Lutte Ouvrière - Open-Publishing

El momento crucial de la Segunda Guerra Mundial

Hace 70 años, la rendición del general alemán von Paulus el 2 de febrero de 1943 en Stalingrado fue considerada con toda la razón el momento crucial de de la Segunda Guerra Mundial. Hitler había creído poder someter a la URSS militarmente, pero no había contado con las inmensas ventajas que conferían a este país la extensión del territorio, así como un sistema económico y una organización social herederos de la revolución de Octubre de 1917, que le permitieron construir en poco tiempo una fuerza militar superior a la de su adversario. Pero la derrota alemana en Stalingrado y después en toda la Unión Soviética, fue ante todo debida a la movilización de todo un pueblo, a pesar de la política suicida y criminal de la camarilla estaliniana en el poder.

Los primeros meses de la guerra en la URSS habían parecido confortar al régimen nazi. Durante el verano de 1941, los ejércitos alemanes habían alcanzado Leningrado y Moscú en pocas semanas. En otoño, ocupaban un territorio donde vivía el 40% de la población y que producía el 60% de las materias agrícolas, mineras et industriales del país. En junio de 1942, alcanzaban Stalingrado.

El respiro ganado por el régimen estaliniano con la firma del pacto germano-soviético en septiembre de 1939 ni siquiera había beneficiado a Stalin y su camarilla en el poder, él había sido perfectamente advertido de las intenciones de Hitler con respecto a la URSS: saquear sus riquezas y someter a sus habitantes, considerados por los nazis como subhumanos. Por otro lado, el nazismo se declaraba enemigo mortal de la esperanza que la revolución de Octubre había levantado en el proletariado mundial y de la que la Unión Soviética, a pesar del régimen estaliniano, era todavía portadora.

La URSS moviliza sus fuerzas

Tras los desastres militares de los primeros meses, en los que la dirección estaliniana tuvo una enorme responsabilidad, los dirigentes soviéticos habían tenido que recuperarse. Comenzaron reemplazando a los suboficiales considerados responsables de la derrota, una purga que, aun siendo menos brutal, estaba en la línea de la efectuada entre 1937-1938, que había decapitado al estado mayor. Stalin había ejecutado o deportado al 90% de los cuadros militares formados durante la revolución de Octubre y la guerra civil. Los suboficiales cesados de sus funciones fueron reemplazados por jóvenes oficiales que habían probado su capacidad en el curso de los combates contra el ejército alemán.

El poder procedió también a desplazamientos masivos de población hacia el este del país, para la reconstrucción de las industrias de guerra. Uno de los elementos del renacimiento del aparato productivo fue el modo de producción soviético, la planificación y la nacionalización de la economía. Otro fue la energía sin límites desplegada por los obreros, que aceptaron sacrificios y condiciones de vida y de trabajo muy duras, con resultados que sobrepasaban incluso las normas de producción impuestas. Sabían que los nazis no les dejaban otra elección que morir o se reducidos a la esclavitud, las matanzas de poblaciones y las deportaciones hacia los campos de trabajo alemanes en las regiones ocupadas estaban en las mentes de todos.

Stalin supo apoyarse en esta reacción de la población, pero se fue alejando todavía más de las ideas comunistas e internacionalistas. Desarrolló una propaganda nacionalista de unión sagrada: el enemigo no era el imperialismo alemán sino “Alemania”, lo que incluía al proletariado de este país, juzgado por el régimen estaliniano responsable de la victoria de los nazis debido ¡a su pasividad! Promovió la exaltación del patriotismo ruso, apeló a la religión y a la jerarquía religiosa para sostener el régimen, restableció en el ejercito los títulos y las condecoraciones abolidos en 1917 y, dando la espalda todavía más al internacionalismo, multiplicó los gestos hacia las potencias imperialistas occidentales que pasaron a ser “los grandes aliados”.

Sin embargo, más que la propaganda patriótica o las bagatelas militares, fue el profundo apego a las conquistas de la revolución de Octubre lo que movilizó a los trabajadores soviéticos, estuvieran en las fábricas, en los koljoses o en uniforme. Cuando al principio de la guerra el aparato del partido se reveló desfallecido, dejando a la población abandonada, la resistencia partió de las fabricas, donde los obreros (y entre ellos muchas mujeres) tomaron en sus manos su defensa así como la de las ciudades. Y esta vanguardia obrera arrastró tras ella al conjunto de la población, que combatió sin cejar para defender cada metro cuadrado de terreno.

La batalla de Stalingrado

La resistencia de Stalingrado no fue un caso aislado, ya que Leningrado y Moscú habían hecho frente a los ejércitos hitlerianos. Pero por su amplitud, y al forzar por primera vez a un ejército a la rendición, ilustró el heroísmo desplegado por la población en la lucha contra el retroceso social y la servidumbre que habría supuesto una victoria de los nazis.

Hitler creía en una guerra relámpago en Stalingrado, donde una victoria le abriría las puertas a las reservas de petróleo del Cáucaso. Los inicios de la campaña fueron efectivamente favorables a los ejércitos alemanes. El 23 de agosto, bombardearon la ciudad, provocando 40.000 víctimas y, un mes más tarde un duro ataque les permitió conquistar el centro. Stalingrado parecía entonces casi perdida, a pesar del heroísmo de los trabajadores y soldados que luchaban en el caos, el terror, teniendo solo ruinas como refugio, llegando al combate cuerpo a cuerpo, para defender “cada ladrillo, cada piedra, cada metro de suelo de Stalingrado”. Y aguantaron, eligiendo dejar la vida antes que retroceder, consiguiendo de esta manera bloquear el avance alemán.

El 19 de noviembre, el Ejército Rojo retomó la ofensiva. Éste ya no era el de junio de 1941, había adquirido una fuerza en armamento muy superior a la su adversario, basada en una producción completamente volcada en la industria de guerra, además de una fuerza humana compuesta por soldados y oficiales que luchaban por su vida.

Entre las tropas alemanas, en cambio, la moral estaba por los suelos. A 3.000 kilómetros de su base, el abastecimiento en equipamientos y provisiones no funcionaba bien. Queriendo hacer creer que sería una campaña corta. Hitler había rechazado que fuesen proporcionados los uniformes de invierno, y los soldados eran menos capaces de afrontar las temperaturas glaciares, entre -30º y - 40º, porque estaban mal alimentados: Theodor Pliever relata en su novela “Stalingrado” que la ración cotidiana se componía de 50 g. de pan, de 8 g. de guisantes secos, 25 g. de carne y 5 g. de caldo… ¡cuando era suministrada! Los hombres morían a miles, no solo por los ataque rusos, sino por el hambre, el frío o el tifus.

En cuatro días de ofensiva, del 19 al 23 de noviembre, el Ejército Rojo cercó Stalingrado. Progresando día a día, obligó al VI Ejército de von Paulus, completamente sitiado en el “caldero” a capitular el 2 de febrero de 1943. La victoria de Stalingrado, prefigurando la de 1945, fue conquistada gracias al heroísmo de los trabajadores de la Unión Soviética que, a pesar de la dictadura estaliniana, se batieron por defender una organización social cuyas bases habían sido erigidas durante la revolución de Octubre del 17.

Desgraciadamente, tras la guerra, Stalin se sirvió del doble prestigio de la revolución y de los inmensos sacrificios hechos por la población para triunfar sobre la barbarie nazi, para ahogar toda tentativa revolucionaria entre los pueblos víctimas de la guerra, fuera en países occidentales como Italia o Francia, o en la propia URSS. Porque esto habría significado la caída de la camarilla de Stalin y el retorno a los ideales de la revolución de Octubre.

Marianne LAMIRAL

Lutte Ouvrière

Voz Obrera

Traducción de F.P.