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Oponer la fuerza de los trabajadores a la dictadura del gran capital

par Lutte Ouvrière

Publie le Miércoles 3 de abril de 2013 par Lutte Ouvrière - Open-Publishing

Trabajadores de PSA Aulnay en huelga

Diez meses de gobierno socialista han bastado para demostrar que, de Sarkozy a Hollande, da lo mismo. Los mismos ataques contra los trabajadores, los pensionistas y los parados, los mismos regalos a los ricos, la misma incapacidad para oponerse a los despidos, la misma servidumbre frente a la gran patronal.

Con una pequeña diferencia: Sarkozy nunca escondió que él estaba dedicado en cuerpo y alma a los ricos. Hollande pone cara de enfrentarse a las finanzas y se ha hecho elegir por el electorado de izquierda. Por los electores del PS, su partido, pero también por toda la izquierda reformista, del PCF al Partido de Izquierda (PG) de Mélenchon. Estas formaciones, aunque alardean de su papel en la elección de Hollande, se colocan hoy en una semioposición. Sin embargo tienen su responsabilidad en la estafa que ha consistido en presentar a uno de los campos de la burguesía como el más favorable a los trabajadores, cuando hoy se ve que era una gran mentira. Lo que contribuye a la desmoralización de su propio electorado.

Únicamente los más ingenuos han podido esperar que le numerito de comediante de Hollande, en la televisión, aportaría algo a los asalariados, a los pensionistas y a los desempleados. ¡“La curva de paro será invertida a finales de 2003”, ha dicho! Además de que no sabe nada, es una manera de decir que hasta entonces el paro continuará aumentando.

Hollande ha anunciado un nuevo ataque contra las pensiones. Los asalariados deberán cotizar más tiempo para cobrar una pensión que se reduce. Este 1º de abril, se ha empezado a aplicar la decisión de separar el montante de las pensiones complementarias del alza de precios, lo que se traduce en un retroceso del poder adquisitivo de los pensionistas. Y el poder adquisitivo disminuye para todas las familias obreras, aun cuando se tenga un salario estable: cada uno lo comprueba al hacer las compras.

Hollande no tiene ningún poder sobre la vida económica, ningún peso sobre la gran patronal, sobre los banqueros, que dirigen la economía, y sobre todo no quiere tenerlo. Su papel es, al contrario, justificar la política que le dicta la gran patronal, hacerla pasar como la única posible. Su papel es hacer pasar por una gran verdad absoluta que la economía debe ser competitiva, lo que, en lenguaje patronal, significa que es preciso que los trabajadores acepten la flexibilidad, las reducciones de salario. Su papel es presentar el pago de la deuda del Estado a los banqueros como una necesidad, cuando esta deuda ha sido hecha para sacar a los banqueros de la bancarrota que ellos mismos han provocado con sus especulaciones.
Con Hollande, los trabajadores tienen, una vez más, la experiencia de que no tienen nada que esperar de los dirigentes del Estado, cualquiera que sea su color político. Un equipo político solo es aceptado a la cabeza del Estado a condición de que esté dedicado a la burguesía, sobre todo a la grande, y a sus intereses.

Siempre es así en el sistema capitalista donde, si los políticos ocupan la escena, es el dinero el que manda, es decir los que disponen del mismo. Comprender esta verdad, es el inicio de la conciencia de clase.

Pero la burguesía tiene otros muchos títeres en la reserva. Los unos enarbolan la bandera reaccionaria del FN. Otros pretender criticar a Hollande por su izquierda pero sin atreverse a enfrentarse a la patronal, al sistema capitalista. La esperanza para los trabajadores no está en rechazar las marionetas utilizadas por la burguesía para tomar otras nuevas. Tampoco es apartarse de la política. Con los matice políticos que se sitúan en el terreno del capitalismo, es necesario oponer otra política que oponga a la clase obrera a su enemigo social: la clase capitalista que vive de la explotación. Es necesaria otra política que tenga por objetivo preservar los intereses de los que trabajan.

Y hoy, esta política significa la prohibición de los despidos y la adecuación de los salarios y de las pensiones con el alza de precios.

Las confederaciones sindicales que pretenden defender los intereses de los trabajadores están lejos de avanzar estos objetivos de lucha. Todas ellas privilegian la política de negociación cuando la patronal no quiere negociar nada. Algunas proponen no obstante una jornada de huelga y de manifestación para el 9 de abril. Hay que participar en ella, aunque sea para decirles que su deber sería proponer a los trabajadores una estrategia de luchas.

Más allá del juego de títeres de la política o de la cobardía de las confederaciones sindicales, los trabajadores representan una fuerza social, única capaz de enfrentarse a la dictadura del gran capital. Tenemos que aprender a servirnos de ello.

Lutte Ouvrière

Traducción de F.P.