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Por fin se acaban las elecciones presidenciales en Francia

par MH ESCALANTE

Publie le Viernes 5 de mayo de 2017 par MH ESCALANTE - Open-Publishing

Marine Le Pen le dijo "candidato que vive echado” ante el mundo financiero de la UE. Emmanuel Macron la llamó “sacerdotisa del miedo".

Estas dos frases que fueron pronunciadas entre muchas otras por los dos candidatos a la presidencia durante el debate televisado que tuvieron este miércoles, – antes de enfrentarse por última vez en las urnas el domingo 7 de mayo-, ilustran bien la animosidad que se ha percibido en el mundo político y en la sociedad francesa ante el proceso electoral que se vive hoy en Francia.

Los términos para hablar de las campañas presidenciales- la primera vuelta de la elección tuvo lugar el 23 de abril -, han sido de una extraña violencia. Se habla de campañas horribles, espeluznantes, maniqueas, corrompidas, descaradas, que han sido promovidas por partidos políticos en estado de descomposición que han provocado en primer lugar que sus propios candidatos salgan derrotados.

El resto será su desaparición pura y simple. Algo nunca visto en los 60 años de la V República.

Al final, han ganado dos candidatos inesperados: Emmanuel Macron, un brillante exministro y exbanquero de apenas 39 años, sin partido pero con una corriente creada por él mismo, En Marcha (EM) y Marine Le Pen, del Frente Nacional (FN), el partido más temido y detestado por una buena parte de la población francesa, en especial por todo el medio político, económico y financiero y de hecho, por los grandes medios de comunicación en su totalidad.

Pero en redes sociales y en espacios en donde es posible todavía una cierta libertad de palabra, es toda la clase política francesa a la que se acusa de haber llegado a niveles de bajeza por haber obrado como maestros de componendas y de manipulaciones, lo cual les ha hecho perder su verdadera misión, el interés común.

Componendas éstas que hicieron que ni la izquierda representada en el Partido Socialista (PS), ni la derecha representada en el partido de Los Republicanos (LR), fueran capaces de hacer ganar a sus respectivos candidatos para que hubiesen llegado siquiera a la segunda vuelta.

Como lo dice el proverbio francés, los dos grandes partidos que durante seis décadas han hecho “la lluvia y los días soleados” en Francia, dejaron esta vez huérfanos a sus propios candidatos y desde luego las explicaciones pueden ser varias y diversas: porque eran candidatos que no convenían, porque no eran los que las maquinarias habían vislumbrado o porque no encajaban en sus planes.

Para la clase política y en especial para el presidente François Hollande, que renunció a su propia relección, el plan (dicen las malas lenguas o las lenguas bien informadas) era Emmanuel Macron.

Mientras los partidos se despedazaban en molte contradicciones, la prensa enfocaba cada gesto de esta nueva figura del paisaje político francés. Gracias a los medios, los franceses dejaron de mirar a los sufridos candidatos y tomaron dos decisiones: votar en primer lugar por Manuel Macron, un candidato completamente desconocido hasta marzo, o votar contra el sistema que él encarnaría, un sistema político desgastado y oscuro, entregando el segundo lugar a Marine Le Pen.

La gran sorpresa en esta contienda es Emmanuel Macron. Una sorpresa que llega acompañada de esa desgracia: tener que enfrentarse a la candidata Marine Le Pen, del Frente Nacional, un partido que se acusa de fomentar la xenofobia, el antisemitismo, el odio de los inmigrantes, de la Unión Europea, del orden democrático. El FN es considerado como un partido post nacional-socialista como lo fue el de Hitler.

Para los defensores de la democracia, el FN es un vampiro que se nutre de la miseria de los franceses pobres para avanzar y pudrir el orden democrático que garantizan los Socialistas, los Republicanos y toda la gama de partidos de centro y de izquierda que no proclaman ni promueven el odio del otro.

El FN habla de querer defender la primacía francesa. Como Donald Trump defiende la primacía americana. Le Pen se proclama la candidata de los franceses a los que se les ha robado el país, la identidad, el manejo de su política interior y exterior con la fórmula de la Unión Europea, que ha servido según ella para descomponer el funcionamiento de las instituciones nacionales y hacer que “esta nación se convierta en un territorio abierto a todos los vientos malsanos de la mundialización”.

En materia de terrorismo por ejemplo, Marine Le Pen habla de la condescendencia de la clase política con redes de yihadistas que han logrado implantarse en territorio francés. De ahí su facilidad para cometer atentados que han marcado este periodo turbio.

Le Pen sostiene que estas redes reciben subvenciones estatales por medio de “asociaciones de pantalla” que nadie osa combatir pues ellas sirven como paliativos para garantizar “la paz social” en barrios de zonas periféricas convertidos en verdaderos guetos a donde “ni siquiera los bomberos se atreven a entrar”.

Con estos candidatos inesperados y en medio de un clima político que se caracterizó por una violencia verbal incontenida y por acusaciones reciprocas, los franceses han escogido el voto inédito y el voto de protestación. Y lo hicieron de forma ajustada. De los 36.058.813 de sufragios que se contabilizaron el 23 de abril, 8,6 millones (24%) se fueron hacia Emmanuel Macron, un liberal un tanto conservador que nunca se ha declarado socialista a pesar de haber rondado en la esfera de los socialistas.

7, 6 millones, (20,3 %), se fueron hacia Marine Le Pen, la representante del único partido de ultraderecha en Francia, ligado en su vieja historia a ideólogos que comulgaron o evolucionaron con los preceptos del Mariscal Pétain: colaboración con el ocupante nazi.

Emmanuel Macron obtuvo mayoría en departamentos situados al occidental del país mientras que Marine Le Pen ganó en departamentos situados al este y sur y en departamentos de ultramar como Mayotte y Guyana, esta última confrontada hasta hace apenas unos días a un movimiento social con huelgas y bloqueos que paralizaron entre otras las actividades del Centro Espacial de Kourou.

Esas manifestaciones tuvieron el mérito de hacer hablar de una región olvidada. Ahora se recuerda la desigualdad social que reina en ese territorio implantado en América del Sur, – una tasa de desempleo que sobrepasa el 22% cuando en Francia Metropolitana es del 9,7%-. Por eso la ironía de algunos comentaristas cuando dicen que los cohetes portadores de satélites despegan de una base espacial con plataformas rodeadas de invasiones.

Emmanuel Macron, a quien el Papa Francisco dijo hace poco no conocer, será elegido presidente de Francia este 7 de mayo y si ocurre lo contrario es decir si gana Marine Le Pen, es que una falla inaudita hizo que no se pudiera contener esa catástrofe. Para iniciar, la salida de Francia de la Unión Europea por referendo como lo promete Marine Le Pen, es decir un Frexit.

Solo que la imbricación de Francia en la estructura europea está consolidada por una moneda única. Luego vendría la inmigración cero, la expulsión de clandestinos y de yihadistas reconocidos y registrados por los servicios secretos, la nacionalización de las pocas industrias que quedan y lo más espinoso, el retorno a una moneda nacional para acabar con la dictadura del euro. Pero Marine Le Pen no puede explicar el método que va a emplear para ello.

Citar el programa de Emmanuel Macron puede resultar fácil pues es todo lo contrario del de Marine Le Pen. Macron promete el fortalecimiento de la Unión Europea, una coordinación y un trabajo más estrecho con Alemania, una mayor apertura de Francia hacia los mercados internacionales, una reforma del Código de Trabajo para hacer que haya más empleo y menos ayuda a los desempleados, y una mejor acogida de inmigrantes desplazados por conflictos en Oriente Medio.

Si todo sale bien se espera igualmente que la abstención no sea significativa, y sobre todo se espera que la diferencia de votos entre Macron y Le Pen no sea chocante. Lo ideal sería un 70 % para Macron y un 30 % para Le Pen. Pero las cuentas de los institutos de sondeos hoy 4 de mayo, van hacia un 60% y un 40% respectivamente, lo cual situaría a la candidata de la extrema derecha a la cabeza de la oposición.

Para lograr buenos resultados se espera que los votos de por lo menos tres de los candidatos mayoritarios en la primera vuelta se vayan hacia Emmanuel Macron. Se cuenta con los de la izquierda encarnada por el insumiso Jean-Luc Mélenchon, 7 millones (19%), aunque este candidato, sensible a la izquierda del expresidente uruguayo José Mujica, no ha dado señales de voto.

Al contrario, “el mundo de la finanza” que encarnaría Emmanuel Macron es para Jean-Luc Mélenchon un impedimento de orden ideológico.

En cuanto a François Fillon, el candidato de Los Republicanos que se caracterizó por interpretar una “novela por entregas” a causa de los empleos ficticios de su esposa Penélope y de sus hijos, pero que pese a ello llegó de número 3 al obtener 7,2 millones de votos (19%), declaró la noche de su derrota que votará por Emmanuel Macron.

Esto, pese a que durante toda su campaña lo apodara “Emmanuel Hollande” por ser según él el avatar que actual presidente François Hollande se habría inventado por no poder él mismo representarse dada la poca estima del pueblo francés por sus cinco años de mandato sin brillo, aparte de los frentes de guerras que contribuyó a abrir en África y en Oriente Medio.

Fillon apoyará a Macron a pesar de que él y su familia fueron masacrados por los socialistas durante toda la campaña como masacrados son los toros en las corridas, con banderillas de acusaciones que les fueron lanzadas desde las tribunas (de los medios de comunicación) todos los días, sin dejar verse.

El candidato huérfano del partido socialista, Benoît Hamon, con 2,2 millones de votos (6,2%), ya dijo también que votará por Emmanuel Macron, pese a habérsele visto en sus mítines completamente desamparado por los “elefantes” del Partido Socialista, que no fueron capaces o no tuvieron la voluntad de facilitarle las cosas, o que le escondieron desde el principio que su preferencia iba hacia Emmanuel Macron.

Todo ha sido excepcional en estas elecciones. La derrota de candidatos que no fueron escogidos por maquinarias políticas sino por voto directo de militantes y de simpatizantes en las famosas “elecciones primarias”. Esto es lo más excepcional.
Los partidos franceses quisieron copiar las “Primarias” del modelo americano para demostrarle al pueblo francés que entraban en una era de transparencia, pero la copia les falló.

Emmanuel Macron tuvo la inteligencia de rechazar toda alianza en ese juego de las primarias y en cambio se inventó su propio movimiento, “En Marcha”, que lleva a la imagen de una corriente que sigue su curso sin que se sepa muy bien de donde viene ni para dónde va.

Entre tanto, surgen otras corrientes, son corrientes que siempre han estado ahí. Son los grupos de extrema izquierda bajo la bandera de anticapitalistas y antifascistas: Ni Macron/Ni Le Pen. Ni banqueros ni fascistas. Su meta, subir el porcentaje de los abstencionistas.

El bipartidismo en Francia funcionó hasta que llegó Emmanuel Macron, que encarna una nueva generación y ésta ya no escucha los discursos acartonados. Mientras que los políticos hablan, esta generación de 20, 30 años algo protegida, escucha música en su smartphone, escribe a sus 5 o 5 mil amigos en Facebook, o fulmina a los candidatos con el arma de los tuits.

Ante todo es una generación profundamente europea por no haber conocido otra fórmula que esta Unión Europea y esta moneda única que se llama Euro y que tanto defiende el candidato Macron.

Esta generación está implantada en zonas urbanas, tiene por lo menos el bachillerato y muy seguro ha pasado por la universidad. Tiene salarios medios y elevados, otros son egresados de escuelas reputadas. Muchos se han suplido de las ventajas de vivir en Europa, el programa de intercambio universitario Erasmus es un ejemplo.

Estos jóvenes viven rodeados de elementos higt tech y los viejos clichés los mandan a la basura. Ante todo están despolitizados. Piensan que ya no se necesita tener un presidente de más de 50 años, ni que sea experimentado, ni que haya hecho carrera política, ni que tenga un discurso político, ni que haya sido alcalde o senador como es el caso de Emmanuel Macron.

Para el ensayista e historiador Jacques Julliard, que publica esta semana en Le Figaro un interesante análisis sobre las razones de la caída del bipartidismo en Francia, la trama de estas elecciones ya históricas podrá comprenderse si se acepta que los dos grandes partidos políticos, es decir el Partido Socialista y el partido Los Republicanos, estaban desde hace tiempo bajo perfusión “por haber permitido que un buen número de mafiosos y de rufianes se instalen en sus rangos como ocurre con los partidos políticos de las típicas repúblicas bananeras de América Central”.

Queda claro que de las elecciones presidenciales de Francia, versión 2017, nadie saldrá indemne