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La Ley del Talión, de Lídice a Palestina

Publie le Domingo 5 de junio de 2005 par Open-Publishing

Por Roberto Bardini
(Bambú Press)

El 10 de junio de 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, la pequeña localidad de Lídice, en Checoslovaquia, fue borrada del mapa por soldados alemanes. No quedó una pared, un ladrillo, un árbol.

Un furioso Adolfo Hitler dio personalmente la orden. Quería vengar la muerte de Reinhard Tristan Eugene Heydrich, oficial de las SS y Reichsprotektor de Bohemia-Moravia, quien el 27 de mayo había sido emboscado por dos miembros de la resistencia checoslovaca. Heydrich resultó mutilado por una granada y sufrió una semana de terrible agonía.

El oficial tenía 38 años y era conocido como el Carnicero de Praga . Había estado en la marina de guerra y en las SS, donde fue jefe de la policía secreta (Gestapo). En septiembre de 1941, designado vicegobernador de Checoslovaquia, se instaló en un castillo de la capital y se transformó en casi un virrey. Murió el 4 de junio, después de tres dolorosas operaciones.

La represalia nazi fue feroz. Más de tres mil de judíos fueron conducidos a las cámaras de gas. Diez mil checos fueron detenidos y torturados; de ellos, cerca de mil 300 terminaron fusilados.

Hitler no se quedó conforme y ordenó la destrucción total de una comunidad. Se eligió a Lidice, a 16 kilómetros de Praga, porque los alemanes sospechaban que los autores del atentado eran de ese lugar.

Cinco días después de la muerte de Heydrich, soldados alemanes ocuparon el pueblo, fusilaron a 192 hombres y adolescentes e incendiaron todas las casas. Los edificios que quedaron en pie fueron dinamitados. Prisioneros judíos cavaron fosas para enterrar los cadáveres y removieron el terreno que había ocupado la localidad.

Las 196 mujeres y los 90 niños del pueblo fueron separados. A ellas se las condujo al campo de concentración de Ravensbrük, donde 53 murieron. Los pequeños terminaron entregados a familias alemanas sin hijos; su rastro se perdió para siempre.

El código del rey Hammurabi, de Babilonia, se conoce por la célebre sentencia “ojo por ojo, diente por diente”. Consiste en aplicar una pena igual a la ofensa cometida. La recomendación -que también se encuentra en la Biblia cristiana, el Corán islámico y el Talmud judío— sostiene: “Al que te trata mal, tú también trátalo mal”. La ley se incorporó al derecho romano en latín: Si membrum rumpit, talio esto . Recibió el nombre de Talión, derivado de “talio”.

Desde hace mucho tiempo el ejército de Israel interpreta muy mal la Ley del Talión. Generalmente se aproxima más a los nazis en Checoslovaquia que a las justas enseñanzas del Talmud.

Un ejemplo: el 3 de junio pasado, el diario Maariv , de Jerusalén, reveló que en 2002 fuerzas especiales israelíes mataron a 15 palestinos, entre ellos varios policías, en una operación “ojo por ojo” para vengar a seis compañeros caídos en una emboscada en Ramallah.

La operación de represalia se ejecutó el 15 de febrero de 2002 por comandos israelíes que recibieron la orden de atacar puestos de control palestinos en Cisjordania. La directiva, según declaró a Maariv un miembro de las fuerzas especiales, incluía asesinar a integrantes del aparato de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) por no prevenir ataques terroristas que se lanzaban desde pueblos palestinos.

“En cuanto supimos que íbamos a eliminarlos, ya no los vimos como seres humanos”, relató al diario uno de los comandos. Exactamente igual que los nazis con los judíos.

En Palestina -tierra de judíos, musulmanes y cristianos- los israelíes van más allá de la Ley del Talión: cada cierto tiempo, reproducen pequeños Lídices.